Me gusta escribir. Siempre me ha gustado. No sé dibujar. Nunca he aprendido. Y soy del Valencia, desde antes de nacer, y no, no me viene de cuna, nadie me inculcó mi valencianismo. Mi padre levantinista y mi madre en aquel entonces, según cuenta, no tenía tiempo para el fútbol. Mis dos hermanos valencianistas también, uno de ellos casado y del fruto de esa relación nació mi único sobrino.
Y allí estaba yo, en el hospital, con un ramo de flores para la madre y un peluche para Diego, el recién nacido. A partir de ese dia comenzaron a llegar fechas señaladas que yo casi tenía olvidadas: Cumpleaños, Santo, Papa Noel, Reyes… Y con cada fecha, un regalo (o dos, o tres). Mis presentes, siempre relacionados con el Valencia CF, no con ánimo de adoctrinar, sino por la afición de su padre por el equipo y con el beneplácito de la madre.
Durante los siguientes cinco años, Diego recibió todos los productos oficiales del Valencia CF, en la tienda las chicas ya me conocían, iba quedando poco donde elegir. Después de aquello vino la cama de Rayo McQueen, más tarde el escritorio de Rayo McQueen, le siguieron las botas de Messi (que Dios me perdone, pero él me las pidió) un coche de radio control, una patinete, hasta que se me acabaron las ideas.
Llegaba otra efeméride, pensé en ser original, en regalar algo único, algo diferente, algo exclusivo, y finalmente, se me ocurrió escribirle un cuento. Caí en la cuenta de que aún no sabía leer, y yo no sabía dibujar, así que pospuse la idea para más adelante. Pasaron los años y llegó el dia de su comunión. Un dia que sería inolvidable para él y una edad y una fecha perfecta para mi regalo.
A sus nueve años ya se declaraba valencianista y jugaba en el club de su pueblo, así que escribí sobre eso, el futbol y el Valencia CF. Terminé mi proyecto, lo encuaderne, diseñé una portada “chula” y se lo entregué el dia de su sacramento. Entre tanto regalo, pasó algo desapercibido, (bastante) la verdad es que para desgracia del que escribe, mi sobrino no es muy lector. Aun así, pasados los días, se lo llevó al colegio para enseñarlo (quiero pensar que con orgullo) a sus compañeros. Y ese día se desata una montaña rusa de circunstancias que me conduce aquí.