ALICANTE. Con el paso de los años he aprendido a trabajar en un aspecto fundamental para cualquier persona: la autoestima. No fueron buenos tiempos para la lírica los transcurridos durante la secundaria para un chaval bajito, con rizos, y con gustos fuera del "mainstream" como yo, pero todo pasa y todo queda, como decía Machado y cantaba Serrat. Compararte con los altos, guapos y fuertes, era un ejercicio masoquista capaz de destruirte en mil pedazos. No he pegado el estirón, y sigo teniendo preferencias extrañas, pero al menos soy feliz.
El paso del tiempo te ayuda a entender que los altos, guapos y fuertes también tienen sus debilidades, que se acrecientan según llegamos a la madurez. Es una suerte de igualador social el que te coloca en una situación preferente por algún momento. Y precisamente esto es lo que le ha pasado a la afición del Hércules en Paterna. Siempre he pensado que los alicantinos tenemos un complejo de inferioridad muy acusado con respecto al cap i casal, y a la vez, sentimos la necesidad de medirnos con ese Goliat que es el club che. Llevo mucho tiempo diciendo que el conjunto blanquiazul debe revisar sus rivalidades, que no es normal sentir cierta animadversión hacia los valencianistas cuando en los últimos años, mal que nos pese, los partidos que se celebran son ante el filial, y no frente al primer equipo.