VALÈNCIA. La semana actual es clave para el Levante para acometer sus ventas obligatorias. Felipe Miñambres necesita aligerar la rampa de salida de manera imperativa, pero las opciones que tiene entre manos no terminan de florecer con la velocidad esperada. Los más sonados son casos complicados. Pepelu el primero, por la forma en la que Quico Catalán se enrocó públicamente al demandar al Valencia la cláusula liberatoria de cinco millones de euros al contado, sin plazos, por el centrocampista de Denia. Y, de momento, la entidad de Mestalla es la que más cerca está de tal montante. Situación enquistada aunque, para muchos cercanos a la operación, vista para sentencia.
Y por otro lado está Jorge De Frutos. El del segoviano es el eterno culebrón porque esta vez, después de no levantar la voz el pasado verano en un fichaje por el Getafe que nunca llegó a concretarse a pesar de la cercanía del club azulón con el futbolista, sí está decidido a salir. Le restan dos temporadas de contrato y su marcha se enquista por las condiciones que también frenaron su salida hace un año: ese 50% de los derechos económicos que posee el Levante sobre él y que harían que cualquier cantidad aterrizase partida por la mitad en las arcas de Orriols. Además, a esa mitad habría que restar, primero, el alrededor de medio millón que tiene de amortización pendiente, con la que también habría que contar para obtener la plusvalía real del traspaso. De esa plusvalía, el Levante podría reinvertir como máximo el 20%, según la norma de La Liga.