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análisis | la cantina

María se hartó del fútbol

  • Foto: @leonnomada

VALÈNCIA. En mitad de la huerta, entre la Fonteta y la carretera d’En Corts, hay una carreterita que muy poca gente conoce -por suerte- pero que es una delicia. A mitad camino sale un desvío flanqueado por un par de acequias y allí, cien metros después, se levanta una nave con techo de uralita y los muros llenos de grafitis donde comparten espacio diferentes artistas de València. Dentro, rodeada de plantas y palmeras, de bicicletas y una gatita curiosa, trabaja María Martínez. María tiene una marca de cerámica, Engobe, y allí, en aquel coworking, imparte talleres, hace sus cosas y a ratos es feliz. La artista es una de esas chicas que, con solo 26 años, habla del pasado como si tuviera 60.

María no siempre fue ceramista. Antes trabajó en el prestigioso Instituto de Biomecánica de Valencia (IBV). Y antes fue fisioterapeuta. Y antes que nada, futbolista, futbolista profesional. Pero un día se hartó y lo dejó. No fue de un día para otro. María, que empezó como medio centro y acabó forzada a jugar como central, dejó el Levante UD porque llevaba semanas dándose cuenta de que había llegado a un punto en el que a ella le daba lo mismo perder que ganar. Estaba como anestesiada y cuando entraba al vestuario, miraba la cara de sus compañeras y simplemente las imitaba para que nadie se molestara por su indiferencia ante los resultados. Y fue entonces cuando pensó que lo mejor era despejar el balón e internarse en otros ámbitos.

La exfutbolista cuenta todo esto siendo más que consciente del peso de todo lo que atañe al fútbol. Y pasa por su etapa como deportista de élite como quien atraviesa un campo minado. No quiere pisar ningún callo y piensa mucho cada palabra, cada frase. Maldito deporte que todo lo amplifica y lo exagera.

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