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Apelar al pretérito

Continúa revuelto el ambiente en Alicante y no lo digo precisamente por el viento, por la bajada de temperaturas o por el clima político. El Hércules ha superado esa especie de Tourmalet que para algunos era un plebiscito, en el cual debíamos medir las opciones del equipo de aquí en adelante, sacando tan solo un punto (y gracias) en los duelos ante el Lleida en casa y frente al Castellón a domicilio. Curioso termómetro para un grupo que pelea por salir de la parte baja de la tabla el medirse ante dos equipos que pelean por el liderato.

Tengo en mente un momento que me ocurrió en la caja de un supermercado, mientras apuraba los pocos minutos para 'malcomer' que me dejaba la tele y que me sirve para recuperar carril cuando la razón osa apelar a lo sentimental buscando esgrimir un argumento válido: allí, con un trozo de pan y algo de jamón en las manos, un aficionado me recriminaba lo críticos que fuimos (en pretérito perfecto simple) en el programa, que debíamos intentar levantar la moral recordando la historia, que había que vivir de recuerdos. Justo en ese instante comprendí lo peligroso que es no asumir el presente como única vara de medir de tus expectativas y más en el fútbol. Los puntos no te los regala nadie en base a tus logros pasados y menos en Segunda B, un pozo para los equipos de cierto calado como el Hércules, al que cualquier David quiere derrotar como a Goliat agonizante.

Ser de una generación que ha crecido con la crisis económica y con el Hércules tantos años en Segunda B me ha dado quizá esa visión realista (algunos dirán pesimista) para poder asumir que estamos donde merecemos. Pocos podríamos, eso sí, adelantar esta paupérrima situación deportiva según se iba formando la plantilla y, voy más lejos, aún me cuesta creer que los de Jesús Muñoz sigan en puestos de 'play-out' pero amigos míos, así es. De continuar por estos derroteros, no mejorar de cara a final de temporada, Javier Portillo tendrá que dar largas y profundas explicaciones a los que ponen el dinero, es decir, a su suegro y a un Juan Carlos Ramírez que, según cuentan, no es precisamente su principal valedor. Pero seamos realistas, un futuro sin el de Aranjuez al frente de la dirección deportiva en el Rico Pérez se me antoja harto complicado, por mucho que digan que Quique Pina vela armas por aquí y por allá.

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