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La máquina de humo del Hércules parece que también funciona a pleno rendimiento

ALICANTE. Hace una semana se demostraba que la máquina de picar carne que hay instalada en los bajos del estadio José Rico Pérez sigue como nueva; con todas sus funciones plenamente operativas, tal y como se pudo comprobar con el despiece del cadáver de Lluís Planagumà a cámara lenta, con un más que evidente propósito de ganar tiempo.

Aunque alguno con padrino quiso aprovechar ese 'impasse' para regresar al club blanquiazul (ya saben lo que dicen, que "a río revuelto, ganancia de pescadores"), la realidad es que la cosa estaba muy clara: el director deportivo, Javier Portillo, tenía a Jesús Muñoz como candidato al banquillo, mientras que Juan Carlos Ramírez y por extensión Enrique Ortiz (que para eso su socio pone la mitad de la pasta necesaria cada año para evitar que el agujero sea mayor) querían otro perfil de entrenador, sin ir más lejos a Pedro Munitis, con el que Portillo negoció en verano mientras precisamente los dueños desatendían su opinión y decidían renovar a Planagumà. 

Sería restarle méritos al Orihuela de Miguel Ángel Villafaina decir que el tira y afloja que los anteriores protagonizaron durante la semana (que arrancaba con calabazas telefónicas del técnico santanderino, seguidas de una reunión con Muñoz) se encuentra detrás de la derrota del domingo, pero sí es evidente que afectó al vestuario, con independencia de que el equipo esté hecho unos zorros tal y como se pudo comprobar también ante el equipo de la Vega Baja (Planagumà fue destituido con razón, ahí están los resultados), todo y los esfuerzos del bueno de José Vegar para enderezar el rumbo. 

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