vals para hormigas / OPINIÓN

Perdido

27/09/2017 - 

Viviré en diferido el 1 de octubre, con su revolera de estandartes y esa lucha sin cuartel por demostrar quién está más equivocado. Me perderé el desfile de la Senyera el 9 d’Octubre, que sin duda inclinará su centro de gravedad unos grados hacia el norte. Y viviré la Fiesta de la Hispanidad desde el otro lado, como quien oye el cuento de Caperucita en la versión del Lobo Feroz. Este año sortearé todas las fiestas de las almohadas de colores, todos los homenajes al muro de Pink Floyd, todas las tradiciones que consisten en regar las raíces incluso de quien no las tiene. Y lo haré poniendo tierra por medio, que es la única manera de escapar de las verdades y analizar la realidad desde todos los ángulos posibles. A cambio, en destino se reirán de mi acento y me obligarán a reconocer cada día que mi única bandera podría ser azul sobre campo de algas con ribete rojo atardecer si no fuera porque cambia constantemente de color. Qué le voy a hacer.

Ha sido casualidad, coincidencia o regalo del azar. Una fuga no premeditada justo en el momento en que doblan la guardia. Soy más de lenguas que de tierras, prefiero el castigo de Babel al puntillismo de los mapas políticos, me aterra más la claustrofobia que la agorafobia. Tanta afirmación y reafirmación de las patrias siempre me ha evocado el baile de Siete novias para siete hermanos en el que los vecinos ayudan a construir una casa, un granero o un país entero, que para el caso viene a ser lo mismo. Un hermanamiento efímero, una felicidad que dura lo que todas las felicidades y que luego deja paso a la realidad, esa oreja solitaria y roída por las hormigas que aparece junto a una feliz valla encalada con jardín de césped ad hoc al principio de Terciopelo azul. Es lo que tienen los ideales como el nacionalismo, que acaban por constatar que David Lynch es un costumbrista.

Me perderé el 2, el 10 y el 13 de octubre, días propicios para la gripe porque los cuerpos, por fin, habrán podido relajarse, como siempre que empiezan las vacaciones. Me perderé algún cumpleaños, el primer aniversario de esta casa, varias barbaridades políticas valencianas, nuevos espantos alicantinos, un par de episodios de la serie que alguna televisión generalista no me deja seguir convenientemente, tres estallidos de cólera, unos canelones de mi madre, sesenta debates diarios en Twitter, un café que no esperaba, varias jornadas de Liga y Champions, un intento de argumentar por qué se puede ser nacionalista y de izquierdas al mismo tiempo, el cierre de un bar y ese día, precisamente ese día, en que un amigo mío puede escapar del trabajo y los niños y comer conmigo porque sí. Me perderé el estreno de la secuela de Blade Runner, aunque haré todo lo posible para que no sea así, porque la única patria que conozco dispone de una gran pantalla blanca y funciona con las luces apagadas.

Me perderé, en definitiva. Hasta pronto. 

@Faroimpostor