socialmente inquieto / OPINIÓN

Penderecki

6/04/2020 - 

Muchos son los extranjeros que han pasado por Alicante y se han llevado una grata sorpresa. Miren lo que dejó dicho el escritor inglés Joseph Townsend en su libro “Jourmey though Spain in the years 1786 and 1787”, después de un largo recorrido por España. “Alicante se ha convertido en un delicioso lugar residencial”, después de estar en invierno en esta ciudad, añadiendo que “pocas ciudades pueden vanagloriarse de mayor pulcritud”. Casi nada, ya ven. Se interesó por el castillo de Santa Bárbara como fortaleza militar y del puerto de alicante y su liderazgo en el tránsito de mercancías por el mundo. En su relato añadió, entre otras cosas, que “los rasgos más provenientes del carácter español son la llaneza, la sinceridad, el espíritu desprendido, un gran concepto de la dignidad y un gran sentido del honor”. Hay muchos otros, pero en esta ocasión permitan que me fije en uno sólo: Krzysztof Penderecki.

Penderecki estuvo en Alicante varias veces y le impresionaron muchas cosas de su estancia en esta ciudad, ahora les cuento unas de la mano de otras, que están relacionadas. Y a muchos nos impresionan algunas de las suyas. Ahora les narro todo que parece esto un galimatías y no lo pretendo. Vaya que no.

Le gustó la costa, la luz inmaculada de Alicante y la hospitalidad de la gente de esta tierra mediterránea. Profundamente religioso, le llamó la atención las representaciones cristianas en la ciudad. Ya verán pronto cuál de ellas le gustó más que las demás.

La relación de Penderecki con Alicante nos la recuerda Jose María Perea en su muro de Facebook de hace unos días (Perea es periodista y político alicantino, actual coordinador del Consejo Asesor del Archivo de la Democracia de la Universidad de Alicante). Krzysztof Penderecki, compositor polaco, le dedicó a Oscar Esplá su “Pasión según San Lucas”, una de sus impresionantes composiciones. Musicaliza la pasión de Jesucristo en un estremecedor discurso sonoro, que les invito a escuchar (pueden encontrar varias versiones en Youtube). La compuso en 1964 por encargo de la Radio de Alemania Occidental para el 700 aniversario de la consagración de la catedral de Münster. Les sorprenderá, no me cabe duda. La primera vez que la escuché fue en el Palacio Rural Universitas, en Villaescusa de Haro, invitado por el anfitrión de la casa. En un salón de techo abovedado y paredes de piedra, muebles rústicos, un tocadiscos de los de antes, y una chimenea donde crujían unos leños de pino que daban color al fuego y luz a la estancia. Después de escuchar un buen rato la música y el coro de voces, mi hijo Carlos - de 6 años - nos dijo “Papá, ¿por qué no pones otro disco?. Si la escuchan podrán imaginar por qué mi hijo nos hizo esa propuesta.

Oscar Esplá le devolvió el reconocimiento e incorporó a Penderecki en el Jurado del Premio Nacional de Música en Alicante, que llevaba el nombre de este músico alicantino, premio que lo fue de 1956 a 1990, promovido por el Ayuntamiento de Alicante, iniciado por Agatángelo Soler, alcalde de la ciudad durante los años de 1954 a 1963. Este premio se dotó con 25.000 pesetas, al mismo tiempo que se constituían los premios “Carlos Arniches” de Teatro y “Gabriel Miró” de Novelda.

Penderecki participó en los actos programados para celebrar el V Centenario del Título de Ciudad de Alicante en 1990 dirigiendo el “Requiem” de Verdi en la Concatedral de San Nicolás. En esos años se hizo amigo del alcalde Jose Luís Lassaleta con quien disfrutó de muchas cosas, y una de ellas admirando una de las procesiones de Semana Santa más emblemáticas de la ciudad de Alicante, la del miércoles santo en el barrio de Santa Cruz. En uno de los balcones de la calle Santa Lucía, por donde los “pasos” van tan cerca de las paredes de las casas que se puede tocar el tablero de la cruz y secar las gotas de sangre de Jesucristo. Penderecki observó, asombrado y agradecido, el fervor del pueblo, fuera este por tradición, por devoción, o por ambas cosas. Admiró la emoción y la voz quebrada de la saeta cantada por una mujer desde otro balcón más allá, con ese sentimiento desgarrador de quien canta con un lamento. Con lágrimas en los ojos, se contagió de la escena.

Desde el siglo XV se sale en procesión de Semana Santa por las calles de Alicante. Mucho antes, a partir del siglo II, es cuando la jerarquía eclesiástica celebra el triduo sagrado: pasión, muerte y resurrección de Jesús. En sus inicios en Alicante sólo se procesionaba el jueves y viernes santo. Permitan que mencione tan solo algunos detalles. Entre las primeras cofradías destaca la de la Purísima Sangre de Cristo fundada en la ermita del Convento de las Madres Agustinas que daban culto a la Virgen de la Soledad, popularmente llamada “la Marinera”. Los hombres y mujeres de la mar le pedían protección y consuelo en los duros momentos mientras le acompañaban en procesión. Dejan de celebrarse a finales del siglo XVIII por un Decreto del Gobierno (25 de junio de 1783) que extingue las Cofradías. Volvió a procesionarse en Alicante a partir de 1819 aunque sólo el viernes santo, partiendo de la iglesia Santa María por el casco antiguo para terminar en la calle Mayor. Con el paso de los años esa Semana Santa se fue haciendo más social. Ya en el siglo XX se recuperó la procesión del jueves santo y la incorporación de procesiones en otros días de la semana. En 1924 se crea la procesión del silencio, sólo interrumpido este por los tambores, las trompetas, los pasos y los rezos de los costaleros vestidos de forma austera con sacos de asprillera. Con la Segunda República, las procesiones se suspendieron de nuevo por disposición del Gobernador Civil, otra vez, vaya por Dios. Después de la Guerra Civil, el alcalde Ambrosio Luciáñez propuso, se le aceptó, y puso en marcha de nuevo las procesiones de Semana Santa en Alicante. Esta se inicia con la procesión del “burrito” o “de las palmas” el Domingo de Ramos, que salió en procesión por primera vez en 1942 desde la Diputación.

Con cambios e incorporaciones, la Semana Santa alicantina ha permanecido hasta nuestros días, sólo interrumpido por la lluvia y - ahora - por el Covid-19. Este año la pasaremos confinados desde casa con el recuerdo, el sentimiento y la fe. Y con las sensaciones de estos días que llaman a la reflexión, no sólo porque hemos estado recientemente en cuaresma, sino también por las consecuencias de esta pandemia.

Desde 1996 la Semana Santa culmina en Alicante con la procesión y el encuentro del paso del Cristo resucitado con el de la Virgen de la Alegría en la plaza del Ayuntamiento el domingo de resurrección. Con júbilo de los presentes y lluvia de “aleluyas” lanzadas de ventanas y balcones.

No quiero terminar este artículo sin mencionar el gran premio que recibió el admirador polaco de Alicante. A Krzysztof Penderecki se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2001 por su “talento innovador en todos los géneros, impuesto en situaciones sociales y políticas adversas, junto con su capacidad integradora de diferentes elementos de la música de la segunda mitad del siglo XX, le convierte en paradigma de la cultura proyectada desde el Este de Europa al resto del mundo”. También le concedieron cinco premios Grammy.

Todo esto es un homenaje a un compositor extraordinario que se fijó en Alicante dejando una huella imborrable a su paso por la ciudad entre los que lo conocieron. Con ese recuerdo lo despedimos porque a los 86 años de edad ha dejado este mundo para siempre después de una larga enfermedad, dejando un importante legado para seguir disfrutando porque la música no perece nunca. Pues eso.

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