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reflexionando en frío / OPINIÓN

Pedro Sánchez tima a Carlos Mazón

8/10/2024 - 

Que bien le queda la barba a Carlos Mazón. Se la debería dejar para siempre, como hizo su padrino Pablo Casado. Recuerdo con mucha gracia cuando Pedro Sánchez tras un discurso acalorado del ex líder del PP le dijo que ya se había terminado la moderación, que ya se podía quitar la barba. No sé si el presidente de la Generalitat dejó de afeitarse para descansar la piel o simplemente para dar una muestra fotogénica de que es un moderado como Mariano Rajoy, dispuesto a llegar a acuerdos con todos y a fabricar propuestas transversales como la del Derecho civil valenciano. Una iniciativa, que cuando fue votada en el Congreso de los Diputados fue rechazada por el Partido Popular; espera, es verdad, que Feijóo no tiene barba.

El oxímoron existencial del PP con este asunto no deja de ser la historia de dos almas en Génova. Una formación que a nivel autonómico es capaz de aunar las sensibilidades más profundas de los territorios, como se ve en Galicia o en una Andalucía en la que ha enarbolado el andalucismo heredado de Blas Infante. Mimetización con la que ha conseguido recolectar sendas mayorías absolutas en las regiones en las que ha acertado tocando la tecla sensible, la fibra idiosincrática con la que las identidades nacionales han hecho calar los mensajes más regionales de la formación. Carlos Mazón sigue con el derecho civil valenciano la misma estrategia que sus colegas, una que puede desplegar más que nunca tras la deserción de sus aliados de Vox. Sin que haya nadie en el gobierno que le entre urticaria de sólo pensar en toda posibilidad de cualquier guiño a los espíritus regionales. El otro día un dirigente de Compromís decía en un foro abierto que en su partido también había gente de derechas, no sería descabellado pensar que el presidente de la Generalitat intente medrar a costa de los descontentos del, en ocasiones, inútil nacionalismo valenciano. Más allá de gobernar con un frente amplio está pensando ya en 2027 sacando tajada de la parálisis de un PSPV que además de no tener un liderazgo contundente, Diana Morant sigue sin asumir que deberá dimitir como ministra si quiere plantar cara al Partido Popular.

Precisamente mientras la titular de Ciencia se pasea con los flamantes astronautas patrios, el Partido Popular de Alberto Nuñéz Feijóo vive en una galaxia totalmente diferente por la que pilotan sus barones regionales. Contagiado del falso cosmopolitismo madrileño, que es tolerante con los de fuera pero intransigente con los españoles que tienen diferentes sensibilidades, el PP nacional se enroca en las perspectivas centralistas ignorando a la periferia y representando a toda España en la desclase madrileña. Ese es el motivo por el que en su día se negaron al derecho civil valenciano y a otros tipos de distinciones regionales que en los parlamentos autonómicos seguramente habrían apoyado. Es la evidencia de la existencia de dos almas, de dos sensibilidades, de un Génova que no sale de la Castellana y de una estructura regional del partido que sabe lo que es conocer los territorios en los que ha tejido su propia red que conforma una patria chica en sí misma. Siempre digo, que no se terminan de caer en que uno de los motivos por los que no terminan de dar la estocada a nivel nacional y siguen rehenes del recuerdo de aquella moción de censura de 2018, es precisamente porque no están siendo capaces o, mejor dicho, no quieren, implantar la misma estrategia emocionalmente inteligente que se ha llevado a cabo a nivel regional. Planteamiento no de tanta astucia teniendo en cuenta que Pedro Sánchez ha timado a Carlos Mazón vendiendo como un compromiso trascendental la posibilidad de trasladar la Dama de nuevo a nuestra tierra, ¿de verdad no había cosas más importantes?

La faceta del president sin rasurar se habría pispado del trampantojo de Moncloa, y seguramente Feijóo tendría más posibilidades de ser presidente si se dejará la barba de moderado y transversal.

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