Desde que empezó la pandemia muchas personas tienen al parecer la percepción de que en España todo se hace mal, que no funciona nada y somos un auténtico desastre. Esta visión derrotista, como cualquier generalización que tienda a lo absoluto, es en sí injusta y además objetivamente hablando no es cierta. En España la inmensa mayoría de las personas trabaja con gran dedicación e interés, se esfuerza mucho en su día a día por sacar adelante a su familia y quiere contribuir a que podamos regresar a lo que hasta el pasado mes de febrero conocíamos como la normalidad, lo antes posible. Una gran masa de españoles estamos apostando por luchar por el futuro con ilusión, poniendo en ello todo nuestro empeño. Y ahí es preciso incluir no solo a los adultos, sino a tantos niños que acuden a la escuela cada día, tan obedientes con su mascarilla. Ignoro las consecuencias que tendrá esta anómala situación sobre los más pequeños desde el punto de vista psicológico, puesto que ya hay estudios sobre población adulta que dicen que las depresiones se han cuadruplicado como consecuencia de la pandemia. Y no es para menos, francamente.
Frente a este nutrido grupo, hay otras personas que no se atienen a las mismas reglas del juego que los demás y que van por libre, con las consecuencias que de ello se derivan para el conjunto de la población en muchas ocasiones. Son muchísimos menos, pero por desgracia sus actuaciones no suelen pasar desapercibidas. En ese grupo hay de todo, personas con trastornos graves de conducta, delincuentes habituales y hasta listillos de libro e imbéciles de toda la vida. Unos padres a los que aparentemente podríamos encuadrar en este grupo llevaron al cole a su hija en Madrid, pese a que estaban esperando los resultados de la PCR. Al cabo de un par de días la niña dio positivo y entonces las redes se pusieron al rojo vivo, pidiendo cárcel, multazos y todo tipo de sanciones para esa madre. El padre no sé si es que no pintaba nada o qué concepto tenemos de la patria potestad en este país. Es cierto que esos progenitores deberían haber dejado a la menor en casa a la espera de los resultados, pero también me gustaría haber escuchado si tenían algo que decir en su defensa, antes de condenarlos a la hoguera, como han hecho muchas personas.
Conste que no defiendo la conducta de esos padres, solo digo que es muy fácil levantar el dedo acusador contra otros, cosa que lleva haciéndose sistemáticamente en España desde hace tiempo, y condenarlos sin más ni más. Recuerdo una pobre señora que, en un grupo de Facebook creado durante el confinamiento que se llamó #quedateencasa, confesó un día que se había acercado al supermercado en el que trabajaba su hijo y le había dado un abrazo, con la mascarilla puesta. Le dijeron de todo, menos guapa; casi como si fuera una asesina en serie y no una madre demasiado sentimental y poco racional. Porque ¡ay de ti como te salgas de la raya y no sigas las consignas del pensamiento único, o digas algo que no sea considerado políticamente correcto! Para colmo, en el caso de la niña, habría que ver si ese positivo es de verdad positivo en el sentido de ser susceptible de contagiar el/la Covid-19, porque, según se ve, después de tanto reclamar que se hicieran más PCR a toda la población, ha resultado que esta prueba falla más que una escopeta de feria.
Estamos muy sensibles con todo esto del virus, como es lógico, y no siempre somos capaces de ver las cosas con la debida claridad. Y precisamente en momentos de dificultad como este lo más importante es que no perdamos el rumbo. Que mantengamos la objetividad y también el pensamiento crítico. Debemos aprovechar para revisar muchos de nuestros conceptos, como por ejemplo lo de llamar industria al turismo. Perdonen mi atrevimiento, pero para mí industria es una fábrica y el turismo son servicios. Pese a que lo parezca, no pensemos que lo que nos está sucediendo es solo negativo. Ahora que está todo patas arriba podemos aprovechar para revisar nuestro modelo productivo y, tal vez, reescribirlo ubicando cada cosa en su lugar y potenciando la industria manufacturera y la de base tecnológica. Para poder convertir así la crisis en oportunidad.