Nadie puede negar el entusiasmo del nuevo alcalde de Elche, Pablo Ruz. Se ve un hombre realizado, conocedor de la ciudad, pero preocupado también por el tamaño administrativo y de la responsabilidad que tiene por delante. Cuando un político asume un cargo de esta dimensión, y de contacto directo con la población, es consciente del desafío: sabe lo que está en su mano y, por desgracia, lo que no.
Ruz se hizo con la Alcaldía porque lo trabajó, porque hizo mejor campaña que sus adversarios, pero también por la ola de movilización del electorado del PP y de Vox, un margen de 14 puntos en el caso de los los populares y seis la ultraderecha -respecto a 2019- y una menor fragmentación (en este caso, penalizó que Compromís y Podemos fueran separados).
Ruz es un político conservador, algo de lo que no reniega. Como quien hace gala de ser de izquierdas. Ha comenzado su mandato con decisiones claras, en algún caso no exento de polémica, como la eliminación de los carriles bici. Ruz no engaña a nadie. Otra cosa es que no gusten esas decisiones. Cumple con el mandato electoral: esas zonas del centro donde ha aplicado esta eliminación de los viales ciclistas votaron mayoritariamente PP y Vox. Bien. Podrá estar justificado. Otra cosa es quién o quienes son los usuarios de esos carriles. Ruz aporta más argumentos, de peso: contaban con informes policiales desfavorables y se había ejecutado con fondos municipales -no europeos-, por tanto la reversión no tiene problema administrativo. Se trata de una decisión política, que se podrá compartir o no. Ofrece alternativas como las ciclocalles; falta que eso convenza.
A mi me da la sensación de que era dos muelas que tenía que arrancar (y convencido de ello) y que lo ha hecho al principio del mandato para no genere más polémica. Bien, pero Ruz es consciente de que el objetivo está en conquistar el centro político. Llegará un momento que querrá -si no comete los mismos errores de Mercedes Alonso- crecer en número de concejales y gobernar con más holgura. Entiendo que es su objetivo. Y para ello deberá virar hacia el centro. Algunos detalles ya ha dado: el viernes defendió el servicio de Bicielx y su rentabilidad social y prometió mejorar el servicio de autobús urbano, para que llegue a las pedanías, el principal caladero de votos del PP, además del centro. Está en su mano. si lo consigue será un éxito. También lo será que los dos carriles bicis eliminados sean esos dos -Juan Carlos I y José María Buck- y que busque alternativas mejores.
Pero, ¿y lo que no depende de él? Ruz tiene un marrón como en su día lo tuvo Carlos González. Las instituciones supramunicipales no son muy benévolas con la tercera ciudad de la Comunitat. Ni lo fueron con el PSPV ni con el PP, en sus diferentes gobiernos. Más allá de colegios, hospitales y la UMH, no hay grandes obras estatales ni autonómicas. Ahora ha tenido gestos de la Diputación de Alicante, con la sede cultural y el futuro Centro de Congresos. Y ahora espera el tranvía de la Generalitat. Es una promesa de Carlos Mazón. Debería ser un proyecto prioritario para mejorar la movilidad entre Alicante, Elche y Santa Pola.
Solo hay que desearles suerte y qué puedan cumplir esos objetivos. Pero las cuentas de la Generalitat no auguran grandes fastos. Y los Presupuestos Generales del Estado van a obra grande por mandato (Elche tuvo el desdoblamiento del acceso al aeropuerto), por lo que a la Ronda Sur habrá que encomendársela a la Virgen de la Asunción (seguro que Ruz ruega por ella). Ojalá me equivoque, pero la realidad inversora es la que es (como lo de la vuelta de la Dama). Todo cuesta, y como he dicho, muchas cosas no están en la mano de un alcalde. Siempre está el viejo argumento de echarle las culpas al que gobernaba antes, pero dentro de cuatro años veremos si hay logros y si Ruz ha conquistado el centro, y merece otro mandato más. Experiencia y las ideas claras las tiene. Y sabe templar (siempre que no lo confunda con la venganza).