ALICANTE. Pablo Ruz, presidente local del PP de Elche, concejal, senador, y candidato a la Alcaldía, es hiper-activo en las redes sociales donde opera con sinceridad y con intencionalidad: pone muchas cosas de sus visitas a los barrios ilicitanos, contactos con colectivos y grupos sociales, marca posturas del PP local (su oposición a la reconversión del convento de La Mercé en hotel, haciendo pinza con las plataformas progresistas y con Compromís)... todo ello para dejar claro que está muy al tanto de la actividad local frente a alguna que otra voz que le afea el no dar abasto entre lo de Madrid y lo de Elche. No saben, los que lanzan esas críticas, que el Senado es una zona de sumo confort desde donde se pueden hacer varias cosas a la vez.
El pasado miércoles, 23 de febrero, el día de la intervención, última, de Pablo Casado en el Congreso, don Ruz se plantó en una de las puertas del hemiciclo para fundirse en un sincero abrazo con el Ángel Caído: "Un abrazo inmenso, con el corazón; le di un abrazo con todo el alma a un hombre bueno que que ama España por encima de todo". Miércoles. Un acto de valentía, casi heroísmo, teniendo en cuenta el absoluto aislamiento en el que se encontraba el todavía presidente nacional del PP.
Me encuentro a Ruz, hace un par de días, en el salón de plenos del Consistorio ilicitano, en el solemne acto de nombramiento de Hija Predileta de Elche a la periodista María Ángeles Sánchez. Y le saco el tema. "Qué torero eres Pablo". Se ríe. "A ver si te ponen en una lista negra....". Se ríe más. No sé. Me gusta esa auto-confianza brava, ese no cortarse un duro, ese desparpajo, ese cha-cha-cha de Pablo justo en unos momentos en los que todos, todos es todos, miden al milímetro lo que dicen y hacen bajo el temor, terror a veces, de que una palabra equívoca, ambigua, podría dar al traste con sus carreras políticas....y con sus sueldos. Luis Barcala se desmarca con rotundidad el día antes del miércoles, en un tuit. Tarde, comento con mis allegados. Me replican: "No, desde el primer momento se alineó por la renovación total, Mazón y Teodoro le querían remover la silla". No sé.
Ruz. Repasamos la política local brevemente. Compromís de capa caída; Mónica Oltra ya ha sumado todo lo que tenía que sumar (este fin de semana, Iniciativa dirime sus cuitas internas; veremos). Cs nada de nada. Y el PSOE liado: los de Alejando Soler barajan desplazar a Carlos Gonzaléz por Hector Díez, concejal de Cementerios entre otras cosas. Todo un clásico burocratizado pese a su juventud. Casualidades de la vida que a la salida del acto me topo con el ex alcalde Diego Macià: "Ya veremos", me viene a sugerir, huyendo del tema. No sé si me dijo "ya veremos", o "pelearemos". Los socialistas ilicitanos se han instalado en un hervidero de pequeñas pasiones, de pequeñas y grandes hipótesis: de toma de posiciones en síntesis (igual que en Alicante, estimado Ángel Franco, estimado Paco Sanguino; ja). Todo en un futuro extremadamente incierto con el hacha, motosierra, en la nuca sobre un posible subidón del partido de las tres letras: reflexionar ahora sobre el conjunto es del todo inútil. Ruz se ve de alcalde con absoluta convicción y le importa un pimiento su adhesión sentimental a su tocayo defenestrado, casado con una ilicitana de tronío y a cuya boda, en la Basílica de Santa María, asistió el mismísimo José María Aznar. ¿Y si toca sumar con Vox? ¡Ay¡ Llevo demasiado tiempo pensando: por qué en este país es impensable una alianza entre el centroderecha y los socialdemócratas, como ocurrió en Alemania con Merkel; o como ocurre ahora con el pacto de socialistas, liberales y verdes. ¿Que tienen los alemanes que no tengamos nosotros (ellos)?
El alcalde de Valladolid, el socialista Óscar Puente, apuntó esa posibilidad para Castilla y León y le cerraron la boca en cuestión de minutos y, peor, Pedro Sánchez laminó la idea por elevación y maximalismo: que el PP rompa cualquier tipo de pacto con Vox en cualquier rincón de España en el que se dé esa circunstancia. Castilla y León no puede ser un laboratorio inicial y dejar fuera de combate a los ultras; y a los cantonalistas que no auguran nada bueno: pánico me dan los políticos que toman como carta de presentación eso de "yo no soy ni de derechas ni de izquierdas". Los pelos como escarpias. Se me ponen.
Por cierto: enhorabuena a María Ángeles Sánchez. A los avalistas en su acto de Hija Predilecta, Miguel Ors Montenegro y Gaspar Macià. Y a Carlos González que jamás pierde la compostura: "Es nuestra Robert Capa".
Stalin programó de 1929 a 1933 un sibilino genocidio contra el pueblo ucraniano en el que se estima que murieron por hambruna en torno a 4 millones de personas. Genocidio sistémico y silenciado durante décadas. El pretexto: reducir a las clases medias agrarias que se mostraban reacias a las colectivizaciones en masa. Holdomor. Putin es el Stalin pos-moderno, leo en sesudo análisis mientras China merodea Taiwan. Veo propaganda por todas partes y muy pocos corresponsales a pie de cañón. Putin se zampa Ucrania porque no quiere un estado democrático entre él y la Europa civilizada: subrayaría, más aún, su condición de autócrata, eufemismo de dictador: opresor de las masas Se zampa Ucrania como quien se zampa unos callos a la madrileña. O se bebe de un solo trago un copón de vodka. Lágrimas negras. Leche negra. Mil tristes días. Y el ministro Garzón despistadísimo: ¡Ucrania no ha sido invadida por la OTAN! Pienso: Los rusos y los ucraninos son eslavos, de cultura y religión ortodoxa y con lenguas hermanas. ¿Que choque civilizatorio pueden tener? Lo que existe es Putin y sus argumentos: "Hay que desnazificar Ucrania". Leche negra. Y muy agria.