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tribuna libre / OPINIÓN

Oximorón del cambio, Echávarri

23/02/2018 - 

Hay un lamento persistente en la ciudad que vive sin proyecto, sin modelo en el que reconocerse. 

¿En manos de quién estamos? No hay que ir muy lejos, seguir la prensa o pisar nuestros barrios  y plazas de la segunda ciudad de la Comunitat Valenciana.  ¿Quienes dirigen el interés público? 

Tenemos una ciudad apagada, sucia, desestructurada por la pésima gestión de sus deplorables responsables públicos, preocupados por sus intereses personales desde hace décadas. El gobierno del cambio nació muerto cuando Echávarri lo encabezó. Una contraditio in terminis, un oximorón. Las alarmas no fueron suficientes y el mismo día de su nombramiento se cerraba el paso al acuerdo. 

Teníamos delante la posibilidad de cambiar el rumbo de esta ciudad: ordenar su crecimiento,  apostar por las zonas industriales, asegurar el transporte de cercanías con la estación intermodal y el acceso al aeropuesto en tren,  limitar los abusos, proteger los barrios y mejorar sus servicios,  limitar el tráfico urbano y aligerarlo, transformar el centro en un símbolo de la ciudad del pasado y del presente, fuerte y capaz para afrontar los retos venideros, digna de su ciudadanía,  abierta, luminosa, apacible. Con excelentes comercios, restaurantes y bares. Y con una oferta cultural repartida entre las plazas, las calles y cada uno de los múltiples espacios artísticos, desde el principal al Arniches, desde las Cigarreras al Marq, desde la Explanada al Benacantil, pasando por el Mubag y por la Asegurada, nuestro MACA, corazón del arte contemporáneo y todo a dos pasos del mar. La historia de nuestra lucha por la libertad en pleno puerto, donde se consolidó el fin de la guerra y el éxito del golpe de estado franquista.

¿A cuántas derrotas tendremos que asistir?

De la Volvo y sus fastos no ha habido ni el más minio seguimiento, a pesar de los millones invertidos, ¿a beneficio de quién? Ortiz, el  co-autor privado de la corrupción pública de los gobiernos del PP, sigue erre que erre con sus proyectos sin que ningún plan urbanístico ni autoridad local ni general le frene.  En el corazón de la ciudad, el ruido aumenta y más de ochocientas denuncias han llegado ya al Sindic de Greuges frente  a un mini gobierno municipal  manchado por la certera sospecha de los abusos. Junto al alcalde, otro dirigente socialista, implicado en las demandas ante los juzgados; precisamente Lalo Diez, el responsable público que es parte y juez en el asunto de los veladores y del ruido, sin pestañear, al que el alcalde le sube el sueldo a pesar de estar, con él, acusado de prevaricación y suplantación de funciones, firmando facturas, troceando contratos, en nombre del propio alcalde. Tan increíble como cierto. El equipo que le asesora le ha llevado donde está, atrapados ellos y con ellos la ciudad.

Se ha acentuado estos días el debate sobre el Ideal, nuestro cine superviviente, sobre su necesario rescate para apuntalar nuestra ciudad como un proyecto abierto y cultural, de la mano del Principal, a dos pasos de nuestra ágora, el mercado. 

Que se sientan todas las instituciones a salvar lo que es de todos. La Diputación, el Ayuntamiento, la Generalitat. ¿Dónde está el problema? Ya lo ha hecho la Generalitat con el principal al sumarse en consorcio con el banco de Sabadell (nuestra antigua CAM echada a perder) y el Consistorio. ¿Qué esperamos a defender nuestro patrimonio, la dignidad de nuestras instituciones a pesar de sus propios dirigentes? Soñemos con una plaza Chapí  abierta a la música, al teatro, a la danza, al circo. Imaginemos al Ideal abierto de par en par como estuvo cada dia durante décadas al final de sus proyecciones de historias y relatos de gentes semejantes a nosotros mismos.

Y ahí tenemos al alcalde, pidiendo participación para que Alicante aparezca en el Monopoli. Buena idea, menos costosa que sus ocurrencias de puentes y subterráneos y gobiernos imposibles y muy apropósito de tanta especulación.

Alacant seguirá aquí cuando Echávarri abandone para siempre la política. Y tendremos entonces que volver a intentar ver con los ojos nuestra ciudad. Abierta al mar, luminosa, delimitada por unos hitos que marcan nuestra historia y patrimonio. Agitada por una multitud que la revive cada día, que la cuida, que la disfruta, que la lamenta tan descuidada. Vestida por quienes la cuidan y preservan a pesar de todo. Desde el Lucentum romano al palmeral de San Gabriel. Desde la Serra Grossa al Benacantil, desde La Británica que marca en roca la era industrial y del petróleo. Las Cigarreras nos cuentan y determinan la ciudad del XIX con miles de mujeres asalariadas construyendo las nuevas familias, los nuevos barrios, los nuevos derechos. Y arriba la fortaleza de San Fernando y al otro lado del mar la pequeña y plana Tabarca.  Desde la estación de Renfe al Teatro Principal justo al lado del maravilloso cine Ideal que nació en los años 20 convirtiendo la luz en historias. Y en mitad de todo nuestro mercado, el monumento vivo a la vida que representamos, sobreviviente a bombardeos. Desde el barrio de Santa Cruz a San Roque, la vieja ladera que ha cobijado a miles de familias durante siglos. Y el viejo San Antón que sobrevive. Hay más, museos artistas músicos, comerciantes, restauradores ¿Qué esperamos? ¿Tan difícil es ver la belleza, conectar la historia, preservar el Patrimonio? No, no son partes. Es toda la ciudad la maravilla. Su corazón solo podrá latir unido cuando alcance sus tan preciada  sintonía. Hay gentes que la aman, que son capaces de hacerla visible y posible. Habrá que esperar.

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