ALICANTE (ANTONIO MARTIN/EFE). Las 160 hectáreas de viñedos y trigo que hoy ocupan el antiguo aeródromo de Monóvar fueron escenario hace justo 80 años de uno de los últimos episodios de la II República, el exilio de Juan Negrín y figuras como La Pasionaria y Rafael Alberti en cuatro aviones.
Al mediodía del 6 de marzo de 1939, un pequeño Dragon Rapide de la compañía británica Havilland fue el primer aparato en despegar con Alberti, su mujer embarazada, la escritora María Teresa León, y el coronel Antonio Cordón rumbo a la ciudad argelina de Orán.
Fue el mismo destino que tomó pocos minutos después otro avión del mismo modelo, que llevó a Dolores Ibárruri 'La Pasionaria', su secretaria Irene Falcón, el diputado comunista francés Jean Cattelas y a varios miembros de la inteligencia comunista.
Desde el 'Dragon Rapide', un modelo idéntico al que había usado Franco en la sublevación de 1936, Alberti vio en la alicantina sierra de Aitana el último pedazo de España y decidió, entonces, llamar así a la hija que esperaba.
Dos de las personas que han estudiado estas horas trascendentales de la historia de España, el director de la casa-museo Azorín de la Fundación Caja Mediterráneo de Monóvar, José Payá, y el guionista Rafael Maluenda, que lo ha trabajado para un futuro proyecto de cine, han relatado a Efe que estas personalidades alcanzaron el aeródromo a bordo de varios taxis desde las casas que ocupaban en Elda, cuyo nombre en clave era 'posición Dakar'.
Varias horas después y entre dos tanquetas, llegó desde la casona de El Poblet ('posición Yuste') una comitiva de coches con matrícula de las Fuerzas Aéreas Republicanas (FAR) con Negrín, los miembros de su gobierno y algunos allegados.
En torno a las 3 de la tarde, el último presidente de la II República despegó en un Douglas DC-2 de las Líneas Aéreas Postales Españolas (LAPE) a Toulouse (Francia), en un recorrido junto a la costa.
Y hacia la medianoche partió el último grupo en otro avión idéntico al mismo destino con algunos de los más altos militares leales a Negrín: el coronel Hidalgo de Cisneros, jefe de la Aviación Republicana (al mando del aparato) y el comunista Enrique Líster.
Las limitaciones de espacio y peso hizo que en tierra quedaran decenas de figuras más o menos cercanas a la cúpula republicana que acabaron entregándose o que huyeron por su propio pie.
El uso civil de los Douglas DC-2 convertía estos aparatos en un blanco relativamente fácil porque carecían de blindaje y necesitaba recorrer en pista, al menos, un kilómetro para levantar el vuelo, aunque tenían como ventaja con respecto a los Dragon Rapide su mayor capacidad de pasajeros: una docena.
Procedentes a última hora del día 5 de Totana (Murcia) y Los Llanos (Albacete) tras la llamada del coronel Hidalgo de Cisneros, esos cuatro aparatos han sido los únicos que han visto el aeródromo de Monóvar, que se sitúa en la pedanía de El Fondó (El Hondón), a 385 metros de altitud y donde suele soplar viento norte-oeste.
De tierra, dicha instalación aérea había sido habilitada en 1938 sobre una superficie hexagonal de 1.150 por 1.450 metros de cultivos aprovechando la favorable orografía, y contaba con combustible y mecánicos, así como un acuartelamiento en una casa cercana.
Para la construcción se movilizó a jóvenes de reemplazo de 1921, a vecinos, muchos de ellos canteros para erigir el campo de vuelo como horadar un refugio antiaéreo para 200 personas, de 70 metros de longitud, una profundidad de 13,8 y revestido de hormigón de 20 centímetros de espesor.
Debido a que la víspera el coronel republicano Segismundo Casado había perpetrado un golpe de Estado contra Negrín y era difícil discernir de qué lado estaba la tropa, los soldados que vigilaban el aeródromo fueron encerrados durante unas horas en el refugio y solo salieron tras la partida de los aviones.
Fue entonces cuando el sargento que dirigía a los soldados llevó su fusil al alcalde republicano de Monóvar, que se había alineado con los 'casadistas', y le informó de que con ese gesto daba por terminada la Guerra Civil, que no llegó hasta semanas más tarde.
El director de la casa-museo Azorín ha relatado a Efe que en 1993 visitó en su domicilio a Alberti y que éste le preguntó insistentemente por lo que quedaba del aeródromo y si subsistía el refugio, además de trasladarle la amistad que tenía con el monovero José Martínez Ruiz (Azorín), de la queda constancia en las numerosas dedicatorias que le hizo y los artículos periodísticos de éste.