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la nueva serie de star wars retrata al hombre (viejo y cansado) detrás del mito

'Obi-Wan Kenobi' en Disney+ o qué pasaría si John McClane se metiese a caballero jedi

1/06/2022 - 

ALICANTE. "Ya no eres un jedi, no eres más que un hombre". Se lo espeta uno de los malos a Obi-Wan Kenobi cuando todo apunta a que el otrora niño bonito de la orden Jedi ha caído en sus garras intentando rescatar de un secuestro exprés a una princesa Leia de 10 años que parece haber tomado clases intensivas sobre cómo ser repelente. Pero Obi-Wan, que vuelve a tener el rostro de Ewan McGregor, será solo un hombre, sí. Y cansado, y viejo, y deprimido. Pero con dos dedos de frente, y desarma a sus tres captores demostrando simplemente un poco de inteligencia y sin tener que desenfundar el sable láser.

Porque de eso, y no de respetar el canon, ser inclusiva, dar gusto al nunca satisfecho fandom, etc, etc, o de cualquier otra consideración que hayan podido leer en algunas de las decenas de reseñas que se han publicado estos días, es de lo que va la serie 'Obi-Wan Kenobi' (rebuscado el título) que Disney+ estrenó hace una semana (este miércoles se ha subido a la plataforma de streaming el tercer episodio de seis). La ficción dirigida por Deborah Chow tiene a su favor dos cosas que otros intentos de estirar el chicle galáctico no tuvieron: a la propia Chow, que demuestra que sabe lo que quiere contar y cómo, y al actor escocés.

Yo, que crecí con las películas de la trilogía original, y que además sostengo que George Lucas no solo nunca pensó en hacer nueve películas sino que ni siquiera esperaba rodar más de una, fui de los que mostró su escepticismo respecto a que el McGregor de 'La amenaza fantasma' (1999) pudiera evolucionar hacia el sir Alec Guiness de Star Wars (1977). Sin embargo, y dejando de lado que el arco de su personaje en las precuelas (y el de su pupilo, Anakin Skywalker, luego el asmático Darth Vader) está más forzado que los escudos deflectores del Halcón Milenario, lo cierto es que el Kenobi de la serie sí apunta hacia ese ermitaño que un día entrenará a Luke en los caminos de la Fuerza.

Porque si algo sabe hacer McGregor, y eso lo diferencia de otros protagonistas que han sido del universo Star Wars, es actuar. Y su Obi-Wan Kenobi cincuentón y derrotado, deprimido por la caída de la República y la extinción de la orden Jedi, carcomido por el remordimiento de haber permitido que Anakin se pasase al lado oscuro, transmite exactamente eso en cada plano, cada movimiento desganado, cada mirada al suelo, cada silencio, cada frase apenas pronunciada. Obi-Wan ya no es el heroico Jedi que lideró un ejército en las Guerras Clon (2002), es "solo un hombre". Y uno especialmente quemado.

Y, sin embargo, sin ganas, sin ganas, deja su apacible trabajo de algo-parecido-a-cortar-sushi-de-un-bicho-gigante en el desierto de Tatooine (excepcional el montaje elíptico y reiterativo con el que Chow nos define al personaje sin mediar una palabra en su ambiente laboral) para ayudar al padre adoptivo de Leia, que como sabemos es hija de la fallecida princesa Amidala y del señor oscuro, y que lógicamente fue concebida antes de que éste perdiese la mitad inferior de su cuerpo. Rescatar a la princesa con 10 años para volver a hacerlo otros diez años después y que ella no lo recuerde no es algo muy canon, pero puede pasar si aceptamos como animal de compañía la alusión de Carrie Fisher en la película de 1977 a que Obi-Wan ayudó "en el pasado" a su padre.

Tú dale un sable láser a McClane

En ese momento en que McGregor, después de haberle dado largas a su amigo como media docena de veces, aparece en mitad del desierto para buscar su sable láser enterrado diez años atrás y volver a las andadas, uno evoca la conversación entre John McClane (Bruce Willis) y el hacker Matt (Justin Long) en La Jungla 4.0 (2007) en la que el veterano policía admite que no le apetece lo más mínimo seguir partiéndose la cara con los malos, pero que le toca porque "no hay nadie más para hacerlo". El antihéroe convertido en héroe a su pesar. Hay mucho de ese McClane, y del de Jungla de Cristal 3: La venganza (excepto quizá la "resaca de puta madre") en el Kenobi de la serie, y en la interpretación que de ese hombre viejo y cansado, que ya no es un jedi pero que aún puede calzarte dos hostias en unas bellamente coreografiadas peleas cuerpo a cuerpo, realiza McGregor. 

Al final del segundo episodio, Obi-Wan aún no ha desenfundado el sable láser, pero ha pegado unos cuantos tiros y alguna colleja, y apenas usa una vez la Fuerza a regañadientes (y sin confiar demasiado en el resultado, que tampoco es para tirar cohetes) para salvar la vida de la repelente niña que un día será la líder de la Alianza Rebelde. Probablemente no es lo que esperaban los fans, especialmente los de nuevo cuño, pero es sin duda lo que necesitaba el personaje, y un universo en el que las historias, para desesperación de los críticos modernos, funcionan mejor cuanto más se acercan a la trilogía original, como sucede con The Mandalorian o la película Rogue One. Por algo será, Disney.

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