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TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

Nuevos valores dentro del capitalismo

4/03/2021 - 

Como punto final a la serie de tribunas que he escrito, reflexionando sobre la situación del capitalismo, y las causas y motivos que están provocando su cuestionamiento, trataré sobre la que considero la causa más importante de esta situación.

El capitalismo que imaginó Adam Smith hace más de 200 años, cuando se produjo la génesis de este sistema económico, se basaba en el consumo como único fin y propósito del sistema de producción, de manera que los intereses de la empresa siempre debían ser secundarios respecto al interés del consumidor.

"No es de la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses", explicaba Adam Smith, de manera que este comportamiento egoísta del carnicero, cervecero y panadero, daba como resultado que los consumidores (el público en general), consiguieran un resultado óptimo.

Basándonos en esta premisa, con el tiempo se logró un equilibrio adecuado entre los intereses de las empresas y su entorno. De manera, que las empresas permitían que el empleado medio compartiera los ingresos de la compañía con unos buenos sueldos, se identificara con los valores de la empresa, dedicara prácticamente toda su vida a esa misma empresa, ya que ella misma cuidaba también de sus trabajadores, creando un clima de confianza y lealtad en ambas direcciones.

Pero todo cambió a partir de 1970, como consecuencia de la publicación de un artículo del prestigioso economista Milton Friedman, que sentó las bases del capitalismo para los años venideros. Friedman escribió "el ejecutivo de una empresa es empleado de los propietarios del negocio, tiene una responsabilidad directa con sus empleadores. Dicha responsabilidad es conducir el negocio según los deseos de estos, cosa que suele traducirse en generar todo el dinero posible de acuerdo con las normas básicas de la sociedad, tanto de la ley como de la costumbre ética". Es decir, según Friedman, el único propósito de los negocios es ganar dinero y ese dinero pertenece a los accionistas y a nadie más.

Estas ideas cuajaron, y desde entonces son la piedra angular del sistema económico capitalista.

Los directivos de las empresas, se centran en la actualidad en satisfacer casi en exclusiva al accionista, siendo el beneficio y los dividendos a repartir, la variable más importante. Si además añadimos, que el inversor medio no destaca por su paciencia, vemos sometida a la empresa y sus ejecutivos, a una elevada presión para obtener beneficios en el corto plazo, de manera que se deja de pensar en el largo plazo y el equilibrio que existía entre la empresa y su entorno, desaparece.

Nos encontramos por tanto, ante un capitalismo organizado para hacer crecer los intereses de unos pocos: accionistas y directivos, que no ha ayudado a que avancen los verdaderos beneficios del capitalismo como filosofía.

Las consecuencias, en 1978 el director general medio ganaba aproximadamente 30 veces el sueldo de un trabajador, en 2016 dicha media se había incrementado a 271 veces, según los datos del Economic Policy Institute para los EEUU. La clase media apenas ha incrementado sus ingresos, e incluso en países como EEUU, los salarios no han crecido en términos relativos en los últimos 30 años. Los niveles actuales de desigualdad en el reparto de la riqueza, se encuentran en cifras nunca vistas en la historia. Y no ha afectado únicamente a las personas, la vida media de una empresa se ha reducido hasta una tercera parte en los últimos 50 años.

En conclusión, la mayor y mejor consecuencia de la implantación del capitalismo, fue el incremento y reparto de la riqueza que se inició desde principios del siglo XIX, y que permitió aumentar el nivel de vida de enormes grupos de personas como nunca antes se había producido en la historia. Pero, lamentablemente, en el momento actual este efecto ya no se está produciendo, lo que nos tiene que hacer reflexionar en la necesidad de un cambio en el sistema.

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