Reportajes

jefe de operaciones del barco estadounidense de la Copa América

Eloy Herrero, la vida en un barco 

  • Eloy Herrero. FOTO: DAVID R. PAHISSA

VALÈNCIA. Eloy Herrero era un chaval cuando la Copa América recaló en València en 2007. Aquel joven de 31 años era regatista y tenía un empleo —su primer trabajo— en Fermax, la empresa de videoporteros, pero a mediodía se escapaba y contaba las regatas en Ràdio 9 junto al periodista Fran Guaita. También escribía una columna en el diario El Mundo. Ahora, dieciséis años después, Eloy es un hombre maduro que aprovecha la mañana soleada para darse un paseo por la fachada marítima que transformó y modernizó la competición deportiva. Desde entonces ha cambiado varias veces de empresa y ahora es feliz como jefe de operaciones, precisamente de un equipo de la Copa América, el American Magic, que luchará el próximo verano por la Jarra de las Cien Guineas en aguas de Barcelona.

Este valenciano de 47 años siente envidia al ver EDEM. «A mí me hubiera encantado estudiar frente al mar», se justifica. Y aplaude la llegada también de Lanzadera, Sesame o King Marine a esa fachada marítima que hoy reluce bajo una luz cegadora y que también sostiene proyectos más modestos, como este barco que hace sonar la sirena para anunciar a los turistas que está a punto de zarpar. La mañana es fría, pero al sol empiezan a sobrar todas las prendas. Eloy se queda con una camiseta del sindicato estadounidense, que tiene 160 trabajadores y que ha alquilado cien apartamentos durante tres meses en Barcelona. A él no le hace falta. Eloy hace tiempo que vive en un barco, su coqueto Hallberg-Rassy 312 de diez metros de eslora que tiene amarrado en Sitges. 

La afición por la náutica se la inculcó su abuelo Federico. Un hombre que se ganaba muy bien la vida como fotógrafo retratista en València y que los fines de semana le gustaba salir a navegar en su Sake de 27 pies. Muchos días se llevaba como tripulante a su nieto Eloy, que comenzó también a participar en regatas de vela ligera en el Real Club Náutico de Jávea, donde Federico Gimeno era el comodoro. Allí se enamoró de los barcos y de aquella franja del litoral. «Jávea tiene 37 kilómetros de costa de barranco y piedra, con muchas calas para protegerte del viento. Es como una mini Ibiza. De hecho es la continuidad de la sierra Tramuntana, que empieza en Mallorca, llega a Ibiza y luego al cabo de la Nao. Es un privilegio porque en un barco de los de hoy te plantas en Ibiza en cuatro o cinco horas. Es un sitio espectacular. Toda la bahía de Jávea es un puerto natural protegido a los vientos del norte. Allí puedes echar el ancla y fondear perfectamente. Cuando tú contemplas los lugares que pintó Sorolla —el artista valenciano descubrió estos paisajes en 1896—, te enamoras. Es un agua transparente, de color turquesa. Es un sitio magnífico. Y yo también he sido comodoro del club náutico».

Eloy estudió Administración y Dirección de Empresas (ADE) como podría haber hecho cualquier otra cosa, pues a todo se adapta y de todo aprende, como demuestra su irregular trayectoria profesional. «Me vino muy bien hacer ADE porque gracias a eso sé como funciona el mundo, pero no tenía ni idea de qué quería ser en la vida. Ahora no hubiera estudiado eso. Ahora hubiera sido capitán de la Marina Mercante».

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