VALÈNCIA. Araceli y Ricardo Císcar se sientan en una mesa rodeados de productos. La mayoría son platos veganos que, tal vez, podrían parecer de una nueva startup y, sin embargo, son las últimas innovaciones de una de las empresas familiares que más resuenan con Valencia. Una gran fachada verde se levanta al final de Almàssera, casi ya en Tavernes Blanques, donde Dacsa Group da la bienvenida a su sede, en la que se unen la tradición y la modernidad. El arroz y el maíz conviven, desde hace dos décadas, con el laboratorio de carne cultivada en un espacio anexo. Dacsa nacía en 1968 de la mano de Ricardo Císcar Martínez, padre de la segunda generación que dirige el grupo.
«Dacsa es una compañía familiar. La fundó nuestro padre y hemos cumplido cincuenta y cinco años. Él venía del mundo del comercio. Desde jovencito, que salió de su casa, llegó a tener una mesa en la lonja de mercaderes de València y, poco a poco, fue creciendo. En los puertos valencianos, trayendo barcos de maíz, de trigo, de soja. Fue entonces cuando le propusieron la oportunidad de construir una fábrica de molino de maíz —para suministro a la industria cervecera— y allá que se lanzó con otro socio», recuerda Araceli Císcar. En 2022, la compañía aumentó un 22% su facturación hasta los 513 millones de euros y ganó 4,3 millones con sus tres líneas de negocio: la molienda de arroz, la de maíz y las soluciones alimentarias.
Bajo la sociedad Maicerías Españolas, Dacsa Group cuenta con diez plantas de producción ubicadas en siete localizaciones de Europa (Portugal, Polonia, Ucrania, Reino Unido y España), desde donde exporta a más de cuarenta y cinco países y cuenta con más de 430 empleados. Tras el maíz, que fue el producto fundador de la compañía, llegaba el arroz. «El negocio empezó porque, a finales de los setenta, las multinacionales con las que nuestro padre trabajaba en Valencia y realizaba importaciones decidieron poner en marcha un negocio de arroz. En ese entreacto, mi padre les había vendido un porcentaje de la sociedad. Ellos tenían mayoría y decidieron montarlo. Dentro del acuerdo de compraventa, había un punto en el que podía recomprar la empresa al mismo precio al que la vendió si la relación entre ellos no fuera la ideal. Hubo un momento en el que no se sentía a gusto, decidió recomprar la compañía y el molino de arroz ya estaba», recuerda Ricardo.