Reportajes

Pilota valenciana

José Enrique Narbona Álvarez, un artesano de pelotas

  • FOTO: EDUARDO MANZANA

VALÈNCIA. José Enrique le muestra al fotógrafo una de sus pelotas en un patio que hay en medio de la planta baja de su casa, una de esas casas con una distribución característica de los lugares próximos a la huerta o a los campos de naranjos, donde muchas veces tenía que entrar un carro o un caballo con el que trabajar la tierra. Antes del patio, está la entrada, donde ha expuesto el material que utiliza para fabricar a mano la joya más apreciada por los pilotaris valencianos y, al fondo, cerrado a cal y canto, al final de una pequeña escalera de obra, está su taller. Mientras muestra esa virguería de piel cosida, por dentro es posible ver que hay una pared que sale sin aparente sentido del edificio donde vive y trabaja en Carcaixent. La pregunta sobre qué función tiene esa lámina de ladrillo y cemento solo encuentra una respuesta vaga. La insistencia halla la verdad: «La hice para que nadie vea el taller desde los edificios de enfrente», confiesa.

Nadie ha entrado nunca al taller de los Álvarez, una saga de artesanos de Carcaixent que ya va por la tercera generación, y que guarda celosamente el secreto que los convierte en los mejores fabricantes de pilotes de vaqueta. No tienen rival y, aunque hay, y ha habido, otros artesanos en lugares como Casinos, València, Gandia o Riola, ninguno ha alcanzado la pericia de los Álvarez. «Les seues pilotes són com els Rolex del trinquet», advierte Puchol II, el actual número uno de la pilota valenciana, el juego ancestral de pelota a mano que sobrevive como puede por toda la Comunitat Valenciana en los trinquetes, los recintos donde se practican las dos principales modalidades: escala i corda y raspall.

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