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el salón azul / OPINIÓN

Nos gusta el vino y las paguitas

4/07/2023 - 

Obesos. Le vendría bien una operación bikini. No a usted que está tomándose un arroz en la playa, sino al Estado. España lleva años siendo una nación enfangada en el pecado de la gula. Ahora que vienen los ay por las exigencias de Bruselas, tanto Ximo Puig como Pedro Sánchez –si pierde las elecciones del 23-J– han dejado en la nevera de su despacho la patata caliente de los próximos presupuestos condicionados por las nuevas medidas de austeridad. En las mentes de las almas sobrevuela una incógnita sobre cómo van a conseguir el objetivo de sostener el estatus solidario sin mantener las infernales cargas fiscales. Duda planteada sin la mínima gota de escepticismo, pero con la sospechosa seguridad de que las mal llamadas paguitas no dejarán de regar los caudales de muchos mantenidos.

Hemos exprimido al máximo la naturaleza de que nuestra nación no es sólo un Estado de Derecho sino también un Estado social. Nuestros principios de buen samaritano han generado que miles de personas estén llevando una vida por encima de sus posibilidades; me topo con conocidos que viven mejor que un asalariado pese a no contar con ingresos más allá de los que les premia un paraguas social que les impermeabiliza de la precariedad. Son muchos los que comen gracias a la caridad de nuestro sistema, uno que ha generado un jugoso trozo del pastel electoral. Será difícil que algún valiente sea capaz de ponerle el cascabel al gato. Escribo esto porque abundan los que han recibido con esperanza la victoria de la derecha en la Comunidad Valenciana, y aguardan que ese tsunami azul desemboque en La Moncloa; ilusión desbordada por el hastío hacia las estructuras clientelares construidas por la izquierda. El anhelo de que los dirigentes populares desmonten el tinglado me recuerda a aquel que en aquella obra esperaba a un Godot que nunca llega.

Hace una semana desahuciaban a un hombre que vivía en una vivienda de protección oficial y un periódico de la Comunidad Valenciana se hizo eco de que el afectado en cuestión apoyaba acaloradamente al Partido Popular; confiaba en que el nuevo gobierno le sacase de su precaria situación. Días antes de las elecciones autonómicas, un líder vecinal animaba a todos sus contactos en las redes sociales a votar a Carlos Mazón alegando que si Vox tenía la suficiente fuerza todos los que recibían algún tipo de ayuda se iban a quedar sin sustento. Otro, un militante del PP, hacía lo propio modificando el mensaje pero dejando intacto el calado, aseguraba que aunque dejase de gobernar el PSOE no se iban a quedar sin subsidios. Contemplando esas consignas se puede intuir la realidad de lo que se avecina; no va a haber nada nuevo bajo el sol, puede que algún cambio residual, pero no se crean que nos van a traer la panacea. El hecho de que determinados perfiles más acostumbrados a vivir a costa de las ayudas que de trabajar respalden determinadas candidaturas hace entrever que esas pagas van a continuar con los que han venido a derogar todo lo anterior. Ya hemos visto cómo en determinados municipios en los que el PP se acaba de estrenar en el cargo ya han regado con miles de euros a los sindicatos. Una de las máximas liberales evoca a la ciudadanía a aprender a pescar en vez de que el Estado se encargue de capturar con la red pública a los peces; lo que hacen me recuerda más a intentar enseñar a un niño a montar en bicicleta sin quitarle los ruedines. Sumen a los interesados en una especie de dependencia con apariencia de libertad.

Tenemos a determinados políticos profetizando lo que viene en el 2024, calentando nuestra cintura para apretarnos el cinturón, mientras, unos cuantos alcaldes se suben el sueldo nada más llegar al poder. Trece mil euros más al año, veinte mil… cifras de escándalo teniendo en cuenta la situación que presuntamente se avecina. Gobernantes de todos los partidos han visto cómo agarrar el bastón de mando no sólo suponía un subidón para su moral sino también para la cuenta corriente; alcaldes del PP, del PSOE e incluso el único de Vox han sido generosos con sus retribuciones mejorando el salario de sus antecesores. Ya está bien. Siempre digo que los políticos, desgraciadamente, no son conscientes de que son más parte del problema que de la solución. Estaba tomando un café enfrente de la diputación coincidiendo con la recogida de las actas de muchos de los concejales. Ese ambiente me recordó, el que se irradiaba en el entorno, el que uno puede respirar cuando va a la administración a que un funcionario le haga una gestión y uno puede ver en su talante y parsimonia la apariencia de aquel que trabaja cada día como el que acaba de volver de vacaciones. En política se vive muy bien, por qué se creen si no que perfiles con buenos currículum prefieren sacrificar su buen nombre y acomodarse en un cargo. 

España seguirá siendo un Estado obeso por qué los que lo gestionan saben que todos a los que se les da una ayuda votan cada cuatro años, y la otra forma de someterse a una liposucción pasa por renunciar a parte de sus propios privilegios.  

Viva el vino.       

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