En el año 2007 se estrenó la aclamada película No country for Old Men (No es país para viejos), de los maravillosos Hermanos Coen tanto en el guion como en la dirección. En España, además, fue muy celebrada la estatuilla lograda por Javier Bardem por la interpretación realizada en esta película.
15 años más tarde y en otro contexto completamente distinto (tanto por hablar de España como por la ausencia de ficción) hago uso de una adaptación del llamativo título para referenciar el difícil futuro que estamos dejando a generaciones venideras. Si antes coreábamos ilusionados el estribillo de Alphaville ¡Forever young, I want to be forever young!, ahora nos toca cantar "A mí me gustan mayores, de esos que llaman señores, de los que te abren la puerta y te mandan flores", horrible canción de Becky G.
Consultando cualquier informe sobre exclusión social, desigualdad, índices de pobreza, etc., nos encontraremos con la constante que los menores de 30 – 35 años alcanzan las cotas más altas. Véase, como ejemplo, el cuadro adjunto sobre porcentajes por características individuales.
"LA EMANCIPACIÓN FORMA PARTE DE LEYENDAS HEROICAS O DE FENÓMENOS EXTRAÑOS"
Por otro lado, el bajo nivel salarial, estancado en los últimos 15 años, es especialmente significativo en esa franja de la población, por el alto nivel de desempleo y por el crecimiento de desempeños con menos exigencia formativa en detrimento de puestos más complejos. Los datos pueden variar según la fuente, pero la tendencia es la misma.
El acceso a la vivienda, ya sea en régimen de alquiler o en propiedad, no supone, ni por asomo, menos de un 40% de la media de los ingresos netos en esta franja, por lo que la emancipación y formar una familia forma parte de leyendas heroicas o de fenómenos extraños.
Pero estos datos son todavía más relevantes cuando lo vemos en un entorno de cronificación en las situaciones familiares. La tendencia actual es que quien se encuentra en una situación de exclusión o de integración precaria difícilmente va a dejar de estarlo en el futuro. Es decir, no existe una verdadera igualdad de oportunidades. Los recursos personales y familiares determinan en gran parte la capacidad de desarrollo profesional.
Pero hay más. En cuanto a las políticas públicas, tenemos dos factores que hipotecan el futuro de las generaciones venideras. Un sistema de pensiones quebrado que nos lleva en 20 – 25 años a necesitar el doble de los recursos actuales y una disparada deuda que ni en 100 años sería cómoda de amortizar, además de generar un gasto en intereses que merma la capacidad del Estado para poder realizar otras políticas de gasto.
Menos puedo hablar por desconocimiento técnico, pero es también igual de importante reseñar el cambio climático y las consecuencias medioambientales que empezamos a sufrir. Entre los dogmáticos integristas y negacionistas, hay una gran mayoría científica que me merece confianza y que así lo asegura.
Menudo panorama para esas generaciones a las que los ufanos algo más mayores criticamos por su blandura, por su desidia o por su incapacidad. Los estamos dejando bonitos…
Es prioritario abrir un Pacto Generacional que determine a muy largo plazo unos compromisos ineludibles por cualquier gobierno, encaminado a dejar un futuro mejor.
Este Pacto Generacional se debe sustentar, al menos, en los siguientes focos:
Hago un llamamiento a las nuevas generaciones para que se acuerden de este artículo cuando en unos años, yo ya mayor y jubilado, empiecen a despeñar autobuses del Imserso como única posibilidad de hacer sostenible la economía. Yo, forever young!, por supuesto.