Ya están aquí. Con su arrogancia y su muestrario de injerencias. Con su desdén y su impunidad. Con su manera de darnos el vietnam nuestro de cada día, repleto de emboscadas, de trampillas de hojarasca y del napalm de las bocacalles. Están aquí, con su oído animal que solo percibe ciertas frecuencias, con su ceguera de bravo recién espoleado en el toril. Con su aspereza, su insolidaridad y ese contrato ennegrecido de letra pequeña que reza que todo el mundo tiene derecho a pasarlo bien y el deber de tragar con ruedas de molino. Están aquí con su mochila de miedos, con su respaldo de votos, con su intolerancia a la sátira ajena, con su calendario de chicle gastado, con sus llamas a destiempo, con esos subsidios que huelen a secreto a buen recaudo, con sus estadísticas estofadas que no sirven más que para alimentar el fuego. Con su estrépito ganado con el sudor de nuestra frente. Con su carné de ciudadanía repartido a discreción, sus impuestos revolucionarios y su alergia a la disidencia.
Llega junio, el mes con tres cuartos de indignación, de mal humor, de resignación, de insomnio, de zancadillas y palos en las ruedas, de salidas de tono, de ventanas cerradas, calles cortadas y heridas abiertas, de alegrías por decreto y desayunos por seguiriyas, de excusas y mentiras, de danzas de la lluvia y de invenciones de la pólvora. El mes del terror de las mascotas, del llanto a medianoche, de la angustia del cautivo. Del exilio y de la fuga. El mes de las postales desde cualquier otra ciudad, de las fotos de viajes en Instagram, el mes de las maletas llenas del papeleo de los miércoles, de los ahorros para climalit, del apartamento con olor a cerrado, de las habitaciones interiores como mal menor, del aire acondicionado a destajo, del arresto domiciliario, de las camas sin hacer. El mes que sin que nadie se avenga a explicarlo, acaba dos meses después.
Es junio y, quizá, cabría seguir elevando la voz y las instancias. Reclamar la sensatez, la integración, la concordia y el raciocinio. El sentido común y el reparto de responsabilidades. Negociar el consenso, rebajar la ira y la indolencia. Pero no será este año. Porque el mundo está demasiado ocupado en llamarnos la atención. Porque hay averías, sabotajes y escombros que sí tienen verdadera importancia. Porque hasta un gol en el descuento tiene más resonancia que cualquier pasacalles. Porque más allá de mucho más cerca de lo que ellos se creen, no llegan las algarabías ni los truenos ni los golpes de pecho. Porque no se dedican honores ni estudios ni galardones a las ediciones facsimilares ni a los plagios de canciones nacidas en otra emisora. Porque esta ciudad está de vacaciones desde antes de que alguien quiera escuchar lo que tienen que decir. Y sobre todo, porque a partir del día 25 volveréis a ser lo que vuestro empacho de importancia os impide ver: un retrete de plástico en cada esquina, un aroma de aceite quemado, una estela de humo, una alfombra de cenizas. Nada.
@Faroimpostor