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socialmente inquieto / OPINIÓN

No se pierde una

18/11/2019 - 

El callejero de Alicante está lleno de reconocimientos. A personas sencillas, a personas importantes. Por efemérides y acontecimientos históricos. De ciudades. De agradecimientos a títulos nobiliarios relacionados con la historia de la ciudad. A generales, profesionales liberales, políticos y religiosos. Y mucho más, en un largo etcétera. De tantos y tantas cosas que bien merece parar alguna vez frente a una de esas placas de cerámica que hay junto con el nombre de muchas calles y leer a quien o a que está dedicada.

Esta vez nuestro protagonista tiene que ver con una plaza céntrica y singular de Alicante que lleva su nombre y con  un abad. No es el único abad que tiene una calle en Alicante, pero en esta ocasión me referiré sólo a uno de ellos.

Permitan que les diga cómo la Real Academia de la Lengua Española define a un abad. Dice que es el superior de un monasterio conocido como abadía. ¿Y cuál es el nombre de este personaje? Abad Penalva. Seguro que lo han oído nombrar, seguro que han pisado y disfrutado de la plaza que lleva su nombre en algún acontecimiento social y seguro que alguna vez se han preguntado quién es este señor que da nombre a una de las plazas más concurridas de la ciudad.

Oriolano de nacimiento (19 diciembre 1812), de orígenes humildes, Francisco Penalva Uribe, que así es su nombre completo, hizo carrera con los frailes dominicos desde 1827 primero en el convento de Murcia, posteriormente estuvo unos años en Orihuela bajo el amparo del obispo después de la exclaustración de Mendizábal (1836), para pasar a la Colegiata de Alicante en 1854 con el currículum lleno de reconocimientos por su elocuencia y por su oratoria cercana y motivadora, junto a sus acciones misioneras en la provincia de Alicante. Recorría carreteras y caminos como podía para ir a multitud de poblaciones a predicar la palabra de Dios, hasta que el Marqués de Algorfa puso a su disposición sus cuadras para que usara sus caballos o sus tartanas arrastradas por mulas para ir de un lugar a otro. Su vocación de servicio a los demás lo focalizó en los pobres. En Alicante tenía como predilección las necesidades de las familias del Arrabal-Roig que tenían el mar como su medio de vida, barriada a la que solía acudir después de su predicación dominical en la iglesia de Santa María.

Volcado con la sociedad alicantina durante el cólera (1854) y la fiebre amarilla (1870), se le veía recorrer calles y casas agotado, arrastrando los pies, pero sin rendirse, para socorrer a quien lo necesitara. Era el “apóstol” de la caridad. Tenía por costumbre rezar todos los días al alba en el presbiterio de la Colegiata, incluso cuando Alicante fue bombardeada (1873) por los cantonalistas de Cartagena. Ya podían caer bombas del cielo que este Abad no se acobardó y seguía con su oración pidiendo a Dios que cesara ese acoso a la ciudad por la armada cantonalista. Tan solo consintió refugiarse en la capilla de S. Nicolás a petición de su amigo el reverendo Vicente Modell, a condición de seguir orando.

Era una persona muy humilde. No aceptaba reconocimientos ni parabienes, hacía lo que hacía porque le nacía del corazón. No aceptó que lo hicieran obispo y prohibió a Vila y Blanco, Cronista de la Diputación, que lo nombrara en su narración sobre los “Últimos días del Excmo Sr. D. Trino González de Quijano”.

Toda su vida destacó por su gran oratoria, con esa expresión cautivadora que convence, con el lenguaje de la calle, con la cercanía necesaria para hacer amigos incluso a aquellos que inicialmente fueron ajenos e indiferentes a su discurso. Murió en Alicante el 1 de diciembre de 1879 dejando un grato recuerdo a todos los que le conocieron por su entrega, dedicación y servicio a los demás. Tanto que su nombre se hizo grande y forma parte de la historia de Alicante.

La plaza de Abad Penalva tiene la fisonomía actual desde 1904. Con anterioridad habían unas casas desordenadas -que se derribaron- que daban continuidad a la calle Labradores. Tiene el nombre de este Abad porque el Ayuntamiento así lo dispuso a instancias de personajes célebres de la ciudad como Rafael Altamira, José Martínez Pacheco, José Guardiola Ortiz y Francisco Figueras Pacheco, entre otros. En uno de sus lados está la concatedral de San Nicolás, a ambos lados casas residenciales y enfrente una casa de noble fábrica y estilo modernista que mandó construir el comerciante Guillermo Campos Carrera entre 1905 y 1908. Su arquitecto fue Enrique Sánchez Sedeño. Madrileño de nacimiento, Sánchez Sedeño se convirtió en un alicantino de adopción sin proponérselo. A finales del siglo XIX vino a Alicante para dirigir las obras de la cárcel de Benalúa. Además de ser arquitecto provincial pudo ejercer como arquitecto a cuenta propia construyendo, por ejemplo, diversos edificios - también de estilo modernista - como las llamadas Casa del Ascensor, Casa de las Brujas, el edificio Torrent, la Casa Bardín (curiosa historia guardaba en sus entrañas este inmueble para reformarla hace unos años respetando su estructura original, que les contaré algún día, no se apuren). Sánchez Sedeño se afincó en Alicante hasta su jubilación en 1913.

Estando donde está esta plaza, por aquí pasa de todo. Ya sea Domingo de Ramos, Hogueras, Semana Santa o la festividad de Santa Faz, como muchos otros festejos de la ciudad, todas se desarrollan en este lugar. De San Nicolás parten algunas de las procesiones más emblemáticas de Semana Santa como la Hermandad Penitencial del Perdón. Especialmente emocionante es cuando, todo a oscuras, unas antorchas que lo llenan todo de sombras, los redobles del tambor y las oraciones, emprenden la subida desde esta plaza por la calle Labradores, con los pasos de “Jesús crucificado entre dos ladrones” y “María medianera de todas las Gracias”. En la fachada de San Nicolás -permitan no diga nada de esta iglesia para no extenderme demasiado en este artículo y porque seguro habrá otra ocasión de hacerlo por derecho propio- se hace la ofrenda floral en Hogueras a la patrona de la ciudad. A su vez, esta plaza es una de las entradas al “barrio”, que desde hace décadas es un lugar de encuentro al aire libre con multitud de comercios, restaurantes y pubs para el deleite de la ciudadanía, principalmente los más jóvenes. Ya ven, esta plaza no se pierde una.

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