Ha muerto Alexéi Navalni, el líder opositor ruso, en una prisión de un frío y remoto lugar del Ártico. La foto que se ha difundido de su viuda, Yulia Navalnaya, una bella mujer de rostro hierático, que refleja en los ojos un profundo e inmenso dolor, es el máximo exponente de lo que sentimos muchos de nosotros: estupefacción y tristeza por esta pérdida irreparable que, en el fondo, nos temíamos que pudiera suceder en cualquier momento. Navalni había sobrevivido con anterioridad milagrosamente a varios ataques contra su persona, en parte gracias a la intervención y el tesón de su mujer. La viuda anunció que Putin y su régimen serán llevados ante la justicia y castigados por lo que han hecho. No hay más palabras, solo respeto y, los que sepan y quieran, una oración.
Muchos dirigentes y medios de comunicación acusan directamente al presidente ruso del fallecimiento, mientras que el gobierno de este país responsabiliza a los líderes occidentales. Es obvio que, como ha dicho la ONU, que se ha mostrado indignada ante este suceso, “Si alguien muere bajo la custodia del estado, la presunción es que el estado es responsable. Esta responsabilidad solo puede ser refutada mediante investigación imparcial, exhaustiva y transparente de un órgano independiente”. Sería deseable que se realizara esta la investigación que propone la ONU, pero dudo mucho de que ocurra tal cosa, a decir verdad. El poder de Rusia es enorme, y la investigación parece una quimera hoy. Más adelante, cuando cambie la situación política en el país y haya mayor apertura, tal vez sea posible, pero no olvidemos que, cuanto más pronto se realicen las investigaciones tras un suceso, más posibilidades habrá de éxito en el esclarecimiento de la verdad. Y empecemos por ver si le entregan el cuerpo a la madre, como está reclamando.
Navalni no era una persona más, sino el símbolo de la valentía, frente a un régimen en el que no existe la democracia, como dice el prestigioso diario “The Economist”. Quién nos iba a decir que en pleno siglo XXI iba a habar tantos países sin democracia en el mundo, lo que parece un contrasentido en plena era de la IA, de la revolución tecnológica y de las comunicaciones, pero ya ven la situación que tenemos. Y, aunque España ha sido reconocida como democracia plena por esta publicación, no podemos, en ningún caso, dormirnos en los laureles, pues necesitamos seguir apostando por la transparencia, la democracia y la libertad de expresión, y por el control de los poderes públicos a través de la función jurisdiccional que realizan los juzgados y tribunales.
Somos millones los ciudadanos del que se ha venido a llamar el “mundo libre” que lloramos ante esta pérdida irreparable. Navalni, hombre valiente y carismático, ya es un símbolo de la lucha por conseguir hacer del suyo un país normal, es decir, democrático, que es a lo que aspiramos la inmensa mayoría de las personas. A poder vivir con paz, a podernos reunir con nuestros amigos y personas con las que compartimos intereses, a tener derecho a circular libremente, a manifestarnos, a la libertad de expresión, a la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, a un juicio justo con las debidas garantías, a ser asistidos por un abogado en caso de detención y a que se comunique a nuestros familiares dónde estamos detenidos… y un largo etcétera que en muchos países no se cumple. Ténganlo en cuenta los que hablan tan mal de España porque no tienen con qué compararla.
Al parecer, la represión en Rusia tras conocerse esta pérdida está siendo implacable, los detenidos se cuentan a centenares y las flores desaparecen en un abrir y cerrar de ojos, pues desde el gobierno están tratando de acallar unas protestas tan inevitables como esperadas.
Navalni dejó un mensaje incitando a la resistencia, en un vídeo de HBO que se ha viralizado en estos días y que estuvo inicialmente dirigido al pueblo ruso, pero que a todos nos atañe y compromete, en el que pide que no seamos indiferentes y no nos rindamos.
Me preocupan las repercusiones que pueda tener en la guerra entre Rusia-Ucrania este hecho, así como que, en realidad, pueda haber sido una estrategia para azuzar el conflicto y así justificar una mayor ofensiva, que, como no sepamos gestionar bien, puede acabar salpicándonos a todos. Debemos conseguir que la guerra termine cuanto antes y no se extienda a otros países.