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Nando López: "La juventud tiene claro que el sistema que ha heredado no sirve y quiere cambiarlo"

En Cuál es tu lucha (Ediciones SM, 2022), el escritor y dramaturgo Nando López presenta una novela de carácter documental que nos aproxima a las vidas reales de 15 adolescentes y sus principales inquietudes y motivaciones

6/10/2022 - 

VALÈNCIA. Nando López (Barcelona, 1977) es uno de los escritores más prolíficos del panorama literario nacional. Autor de más de 30 obras literarias y teatrales, desde hace poco tiempo la televisión tampoco se le resiste. Su novela La edad de la ira (finalista del prestigioso Premio Nadal) se convirtió en serie de la mano de Atresmedia a principios de año, y el también dramaturgo trabaja ya en otra producción original para la cadena, Red flags, que girará en torno a uno de los temas que mejor conoce: la adolescencia.

Y es que, aunque el novelista también escribe para adultos, son las historias juveniles las que conforman el grueso de sus publicaciones. Una de las últimas es Cuál es tu lucha (Ediciones SM, 2022), un libro que se inspira en la vida real de 15 adolescentes para tejer un relato coral que narra sus inquietudes, frustraciones, sueños y aspiraciones; todo un «desafío», cuenta López, pese a haber trabajado antes con testimonios biográficos en otras de sus obras. De las luchas de la juventud, y también de lo que supone escribir para los y las jóvenes, hablamos con él a continuación. 

-Más que un libro, Cuál es tu lucha se ha definido como una «novela-documento» juvenil, algo que según has contado te ha supuesto todo un desafío, ¿por qué?
-Porque es un libro que se basa exclusivamente en vidas reales. Eso ya es atípico, porque normalmente cuentas con la imaginación a la hora de construir una historia, y en este caso era muy importante la fidelidad hacia los hechos. Me exigía buscar el modo de entrelazar 15 vidas que no tienen nada que ver entre sí, de 15 personas que no se conocen y que han sido seleccionadas entre cientos de testimonios. Buscar una arquitectura o estructura literaria que albergara esas 15 vidas era todo un reto. 

Además, se presentaba otra dificultad, y es que el material biográfico del que se parte es muy sensible: se cuentan historias que abordan temas muy duros (TCAs, bullying, búsqueda de la propia identidad de género y la orientación sexual…), importantes de narrar, pero que también requerían mucho cuidado, sensibilidad y escucha. El desafío ha sido complejo, pero también muy satisfactorio. 

-En base a estos relatos (y a todo lo que conoces a la juventud), ¿qué podemos decir sobre la juventud de hoy?
-Creo que es una juventud muy crítica. Tiene muy claro que el sistema que ha heredado no les sirve y quieren cambiarlo. Son conscientes de la importancia de la salud mental; de la gravedad del contexto en el que viven, de la crisis climática, energética, económica; tienen una conciencia mucho más líquida de la realidad de lo que creemos. Eso les ha conducido a un cierto escepticismo. Están buscando la manera de expresarse y de hacerse oír.

También es una generación más combativa de lo que pensamos. Está harta de etiquetas; que si «z», que si «alfa»… no les escuchamos, pero estamos etiquetándolos constantemente. Y es una juventud que tiene mucho que decir. Tiene más conciencia sobre temas como el feminismo, la visibilidad LGTBI, el binarismo (hay chiques que cuentan su historia en el libro, por ejemplo); es una generación que ha ido deconstruyendo el modelo que ha recibido, algo que me parece muy valioso. Quizá por eso también el mundo adulto reacciona a veces de forma hostil. No nos gusta que nos cuestionen y, sin embargo, es maravilloso que lo hagan.

-¿Cómo se plantea uno escribir para la juventud cuando el escritor sigue siempre cumpliendo años, pero los y las jóvenes parecen componer un espectro más o menos uniforme?
-Escribo para el mundo adulto y para el juvenil, y no varío mi forma de escribir en ninguno de los dos ámbitos. Mi manera de escribir se basa siempre en buscar historias que me emocionen y en encontrar la estructura literaria adecuada para que esa historia emocione a quien la lea. Lo que sí que es verdad es que cada vez soy más exigente conmigo mismo, porque cada vez tengo más títulos publicados y cada vez tienen más repercusión… (entre novela y teatro llevaré ya más de 30 obras publicadas). Quizá eso sí haya variado, pero lo que siempre se mantiene firme es la voluntad de emocionar. 

Algo que también me guía mucho (y en Cuál es tu lucha está muy claro) es dar voz a quien no la tiene. Me preocupa mucho en todo lo que escribo, ahora también en televisión. En todos estos temas busco que las vidas protagonistas sean las que no lo suelen ser: luchar por la visibilidad a través de la literatura. Me interesa mucho hablar de esas personas que normalmente están en los márgenes del discurso cultural. 

En cualquier caso, en la forma de escribir lo esencial es que se cuenten historias con valor literario. Porque, si no tienen valor literario, no llegan y no emocionan. Por eso en Cuál es tu lucha el gran reto era darle forma literaria a un documento vital. El gran desafío, y la parte que más he disfrutado.

 -En Cuál es tu lucha aparecen de forma habitual declinaciones como «amigue» o «elle». ¿Por qué has optado por esta fórmula?
-El lenguaje sirve para comunicarnos, existir en el mundo, nombrarnos y hacernos presentes en él. En el momento en que creemos que el lenguaje tiene que estar limitado por unas restricciones normativas también impedimos que muchas personas se visibilicen. En este libro, en el que aparecen personas no binarias, tenía que utilizar la terminación en «-e», porque si la persona se considera «chique» y se refiere a sí misme en neutro, creo que yo, como escritor, también tengo que hacerlo. 

Lo maravilloso de la literatura es precisamente que crea mundos a partir del lenguaje, por tanto, puedes utilizar el lenguaje como consideres pertinente. En este sentido, me parecía muy importante que Cuál es tu lucha recogiese esos usos lingüísticos porque son los suyos y en este caso la labor de la voz narradora persigue contar esas vidas con la mayor veracidad posible, así que también tiene que contarlas desde su lengua: desde su habla.

Además, esto es una evolución imparable y una reflexión necesaria. Hay un tema de oposición a ese machismo, hasta lingüístico, que hemos vivido durante demasiado tiempo. Yo soy muy partidario de usar el femenino genérico, y hablar de «todas»; o el neutro, y hablar de «todes», antes que emplear el «todos», el masculino genérico que invisibiliza a tanta gente. Esta reflexión forma parte de esa nueva generación, y si este libro habla de esa generación no puede obviarlo. Me he sentido muy libre para escribir el libro como consideraba que era pertinente teniendo en cuenta lo que se estaba contando. 

-Escuchamos mucho que las redes sociales pueden ser muy tóxicas, pero en Cuál es tu lucha también se convierten en salvavidas y refugio. Dos caras de la misma moneda, ¿no?
-Como escritor odio el maniqueísmo, especialmente en la literatura juvenil: la moralina o el sermón. Cuando salen las redes, se tienden a demonizar: o son buenas, o son malas. Y no: son un instrumento que en el libro vemos que se puede emplear para hacer daño, pero también para lo contrario: una de esas chicas que sufren bullying, Ana, crea una red contra el bullying internacional precisamente a través de las redes. Y otras personas, especialmente las personas LGTBIQ, muchas veces utilizan las redes para salir de la opresión que viven en sus familias, en sus entornos escolares; para definirse, conocerse, autoidentificarse, etc. 

Me parecía muy interesante que las redes sociales estuvieran muy presentes en este libro porque son parte de nuestra realidad, han cambiado nuestra manera de vernos y, sobre todo, porque ya no podemos diferenciar lo real y lo virtual. Lo que nos pasa en redes nos afecta de la misma forma que lo que nos pasa fuera de ellas y pretender lo contrario es negar la evidencia. 

Por eso también hay en el libro conversaciones por WhatsApp, capturas de stories, correos electrónicos… es una manera de decir: esta también es nuestra manera de contarnos y vivir. Las redes son un vehículo y lo que hagamos con ese vehículo es cosa nuestra. Pero desde luego es algo más complejo que limitarnos a decir: las redes son malas versus las redes son buenas. 

-El acoso escolar también está muy presente en el libro, ¿crees que hemos avanzado algo respecto a temas como este, o falta todavía más impulso, especialmente debido al rumbo que está tomando el mundo y los discursos de odio que estamos presenciando?
-Precisamente en un momento como este el libro es especialmente importante. Los discursos de odio, por desgracia, están aumentando y están provocando cierto miedo o incluso autocensura en ciertos centros escolares a la hora de tratar algunos temas. Leer estas historias nos recuerda hasta qué punto necesitamos trabajar en las aulas contra todos esos discursos de odio: homofobia, racismo, transfobia, machismo… todos están en el libro. Y muchos de esos discursos de odio incluso confluyen. Por eso creo que necesitamos una lucha interseccional, mucho más transversal. 

Todo esto también nos recuerda que el mundo adulto tenemos una enorme responsabilidad al respecto. No podemos permitir que esto siga ocurriendo y que en las instituciones, además, entren aquellos que legitiman el odio, algo que me parece gravísimo. 

Tampoco podemos entenderlo sin cuestiones como las ratios en las aulas: el número de alumnado. En este libro es una de las cosas en la que se insiste: en cada aula hay muchas vidas (únicas, singulares, con sus circunstancias). Deberíamos tener menos gente por aula para tratar a cada persona como se merece y atajar cualquier problema de violencia que pueda surgir en ellas.

-¿Existe la literatura sin compromiso?
-Creo que no, porque toda literatura exige un punto de vista sobre la realidad. Incluso cuando hacemos literatura fantástica estamos optando por contar un tipo de historia o por no contar otra. En el momento en que eliges qué cuentas y cómo lo cuentas, ya te estás comprometiendo con esa realidad. Incluso la literatura de evasión no deja de ser otra forma de manifestarte ante el compromiso, en este caso negando. Lo que no creo que exista es la literatura sin punto de vista, la literatura que no se implica... Al final cualquier ficción supone un posicionamiento ante el mundo en el que vives. 

-Tu producción literaria y teatral (y ahora también audiovisual) es más que prolífica, ¿cuál es tu secreto?
-Supongo que elegir temas que me importa mucho contar. Todos los proyectos en los que estoy nacen de historias que realmente necesito compartir, que me apetece transmitir. 

Lo que creo es que tengo la suerte de poder elegir el género en el que lo quiero hacer: una obra teatral (ahora estoy trabajando en una versión libre de Peter Pan que estrenaremos en abril con La Joven Compañía); una serie (como Red Flags, que va a hablar específicamente sobre el sexo en la generación Z y sobre la necesidad de una educación sexual) o una novela, como Cuál es tu lucha, que aborda la línea argumental de la adolescencia y sus luchas cotidianas. 

El estar en tantos medios y géneros me permite llegar a muchos públicos con historias que me apetece trasladar, con preguntas que me hago y que quiero compartir. Todas mis historias nacen de preguntas para las que no tengo respuesta. Esa es la magia de la literatura: compartir preguntas e inquietudes, e invitarnos a la reflexión. Y, como todo nace de ahí, de esa necesidad de contar, no me aburro [ríe].

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