CASTELLÓ. Ir a Palal·lel a pinchar es para Neel como ir a terapia. Así se lo ha hecho saber el mismo dj italiano a la organización de este festival que llena de música electrónica el Port del Comte. Una estación de esquí, situada en el prepirineo catalán en Lléida, que ha conseguido alargar su 'temporada' gracias a este proyecto cultural. Los artistas que actúan dentro de festivales ubicados en el mundo rural no encuentran los lujos de la ciudad, pero se llevan en cambio una experiencia única. "Hay artistas que están acostumbrados a unas expectativas de hotel y restaurante que no podemos ofrecer, porque no existen. En cambio, tenemos muchas otras cosas que ofrecer. Estarán super cuidados por el propio pueblo. Y por eso los artistas, al final, quedan encantados", afirma Patricia Homedes, organizadora de Paral·lel.
Como este, cada vez son más los festivales que echan raíces lejos de la ciudad, alejándose con ello de la masificación, y dando lugar a un evento con una atmósfera más íntima. El pasado viernes tuvo lugar en Castelló un debate -dentro de las Jornadas Tiim 'Turismo & Industria Musical- donde se expusieron diferentes proyectos que cumplen con estos principios. Además de Homedes, participaron Hannah Olmedilla Lord, co-directora i directora creativa del Festival Observatorio, una cita que se celebra desde hace cinco años en Balboa, una aldea de Castilla y León; Víctor Domínguez, parte de Ocre, una organización cultural que cuenta con varios festivales en municipios pequeños como Motoza (Zaragoza), donde se celebra El Bosque Sonoro; y Barbara Bussons, artista e investigadora musical de Sigüenza, un pueblo de Guadalajara de no más de cinco mil habitantes que destaca por su activación cultural.
Durante el debate, los distintos profesionales explicaron sus respectivos proyectos pero además, trataron de analizar en qué punto se encuentran los festivales de música en entornos urbanos. Desde cómo deben desarrollarse estas citas, hasta si se puede hablar ya de un turismo musical. Ha habido una explosión de proyectos culturales ubicados en el mundo rural, pero ¿cuál es el futuro de estos festivales? ¿Y de los pueblos? Castellón Plaza recoge algunas de las reflexiones que se hicieron.
-Patricia Homedes: "Es importante buscar la calidad de programación, pero también del entorno y de la experiencia global, porque se crea una relación de mutuo beneficio entre la comarca y el festival. En el caso de Paral·lel, además, nos hemos instalado en una urbanización que se sustenta principalmente por el turismo de esquí en invierno. Con lo cual, el festival, que tiene su cita en septiembre, complementa muy bien la oferta turística del lugar y activa la zona en una temporada en la que normalmente hay muy poca actividad.
Otra cosa que hemos tenido en cuenta es el no terminar demasiado tarde. Al ser por el día son horarios que respetan tanto el descanso de los asistentes, entre jornada y jornada, como el descanso de los vecinos que es importante. Y bueno, paralelamente a la programación musical, también ofrecemos unos talleres profesionales dirigidos al sector y a los aficionados del mundo del dj y de la producción musical".
-Barbara Busson: "Es muy importante saber qué quiere el pueblo para hacerlo a la escala justa a sus necesidades. No se pueden llevar formatos muy grandes a espacios que no están habilitados para eso, y quizá a la población tampoco le apetezca. En muchos festivales sin querer, o queriendo, se acaba destrozando el pueblo y se genera mucho ruido."
-Hannah Olmedilla: "El Festival Observatorio nació en 2017 con ganas de crear una fiesta entre amigos, sin ninguna idea especial sobre la industria musical. Pero lo que sí sabíamos es que este es un entorno muy estimado, especial y mágico. Respetar a sus vecinos, tradiciones y leyendas es importante. Además, porque la parte musical tiene peso, pero lo que atrae a la gente y hace que vuelva es el entorno y su gente. También, es necesario generar sostenibilidad en todas sus escalas. No solo a nivel de recursos locales, sino también en cuanto a la relación con los agentes. Y, del mismo modo, preparamos una programación cultural paralela que se enfoca en el valor del patrimonio".
-Patricia Homedes: "Sí, totalmente. Paral·lel es un buen ejemplo de ello. Creo que a partir de cierta edad, y más si ya has ido a mil festivales, no tienes ganas de aglomeraciones, de colas y de ciertas incomodidades. Por eso, empiezas a seleccionar más y a buscar otro tipo de experiencias un poco más cuidadas. Hay público que busca festivales que no solo sean la combinación de música con la consumición de alcohol, sino que haya un entorno bueno del que disfrutar y relajarse. Lo bueno de estos proyectos es el viaje, la estancia, la experiencia y la música."
-Víctor Domínguez: "Sí que existe, aunque todavía no es de gran impacto. Como dice Bárbara, la gente que hemos pasado por muchos macrofestivales ya pedimos algo más tranquilo, pero tenemos que ir más allá. Tenemos que conseguir que los jóvenes también sean los que quieran encontrar eso. Y claro, no es su culpa que no lo hagan, sino de todo lo que nos rodea."
-Hannah Olmedilla: "En nuestro caso sí que movemos un público muy de ciudad, aunque desde el principio trabajamos en movilizar a municipios cercanos. El pensamiento de sacar a la gente de la ciudad está bien, pero me interesa mil veces más traer a la gente cercana. Sobre todo porque hay festivales muy grandes ocurriendo también en el mundo rural y, de repente, eso crea un desequilibrio que igual rompe un poco las dinámicas del lugar. Lo mejor es impulsar iniciativas que se queden en un punto medio."
-Barbara Busson: "Aun así, como dice Hannah, siempre hay que asegurar un porcentaje de público de esa tierra. Al igual que también hay que asegurar un porcentaje de trabajadores locales. No está bien traer siempre equipo de fuera. Hay que intentar crear empleo en el territorio. Además, si no se teje una red cultural la gente no volverá. En el caso de Sigüenza se ha llegado a organizar la semana del jazz, porque hay una parte del pueblo a la que gusta este género."
-Víctor Domínguez: "Es complicado, porque los políticos y las empresas no suelen utilizar lo que pasa en el mundo rural como ejemplo. Haría falta un trabajo de años. Estamos acostumbrados, además, a vivir en un ambiente estresante y salir de ello es realmente complicado. Desde luego estaría bien que hubiera muchos más festivales de mil personas, que pocos de cientas mil".
-Hannah Olmedilla: "Los festivales pequeños creo que sí que inspiran a mucha gente, pero como dice Víctor, es difícil que esto se extienda. Globalmente deberíamos intentar bajar un poco las prestaciones en la industria."
-Barbara Busson: "Es que todavía hace falta más difusión. En formatos tan pequeños es muy importante, sino se queda ahí y no llega a nadie. A veces ni la propia gente de ese entorno rural lo conoce."