Estos murcianos sí que saben armarla, y bien gorda. Lo de la fallida moción de censura de Murcia está siendo un verdadero terremoto, con numerosas réplicas de punta a punta en nuestro país. Y lo que nos quedará por ver. ¡Josús!, como diría mi abuela. En la Comunidad Valenciana, la salida de Toni Cantó de Cs, con la renuncia a su acta de diputado de las Cortes Valencianas, ha significado un mazazo de proporciones bíblicas para el partido, ya per se bastante tocado tras el tema murciano. Y es que determinadas decisiones tienen mucha transcendencia y consecuencias que, en el momento, resultan difíciles de calcular. Aunque, en este caso, la cortedad de miras ha sido de libro. Estoy convencida de que Arrimadas no se hizo tantas cábalas cuando decidió ir a pactar con Ábalos a La Moncloa, cuan Caperucita Roja charlando insensatamente con El Lobo, travestido de su abuelita.
El adiós de Cantó no por entendible ha resultado menos doloroso para muchos, que han visto en este gesto que todo estaba perdido, o casi, para el partido de centro. Ciudadanos en su momento encarnó la esperanza de muchos votantes, hastiados por la vieja política. Hay que admitir que Cantó, independientemente de que estuviera, y con razón, cabreado con Arrimadas, ha hecho una maniobra como la de aquel capitán italiano del Costa Concordia -qué paradójico nombre-, que se puso a salvo el primero, dejando el barco hundiéndose. Se dice que el polifacético actor se va a pasar Al PP como número 3 de Ayuso, lo que en breve podremos comprobar, porque no queda mucho para la cita electoral del 4 de mayo en la Comunidad de Madrid. Esperemos que no ocurra.
La salida de Cantó ha dejado tras de sí un reguero de preguntas, como qué pasará con los 200.000 votantes del partido naranja en la Comunidad, de cara a las próximas elecciones. Y ahí es donde no puedo estar de acuerdo con su salida, puesto que en la toma de su decisión no parece haber pensado en aquellos a quienes representaba. Como algo o alguien no lo remedie, Ciudadanos puede dar un espectáculo apocalíptico, de los de contemplar con un buen bol de palomitas, si es que no son capaces de rearmarse tras un líder sólido que marque bien el paso, sin titubeos.
Aun así, la debacle está prácticamente asegurada. Y en ese papel en nuestra Comunidad solo puedo ver en estos momentos a Fernando Llopis, político curtido en mil batallas y que estará experimentando en estos momentos un auténtico déjà vu, puesto que ya estuvo, hasta que no tuvo más remedio que dejarlo, padeciendo una situación similar a la que atravesó con la malograda formación UPyD, en aquellas míticas elecciones municipales de lo que pudo y no fue. Y es que, por mucha falta que nos hagan, los partidos de centro no acaban de cuajar en esta España cainita, bipartidista, acomplejada y llena de analfabetos funcionales del siglo XXI.
En el ínterin, esta semana han caído otros políticos de la formación naranja, como consecuencia del tsunami que está padeciendo esta formación. Marta Martín, quien fuera una de las personas integrantes en su momento del núcleo duro de Rivera, luego venida a menos, diputada por Alicante desde 2015 y portavoz de Educación en el Congreso de los Diputados por Ciudadanos, también ha dejado su acta de diputada. Martín, a quien me consta le encanta la política, es posible que se pase también al PP, como dicen en los mentideros y apunta su relación con otros compañeros de su ya ex partido, entre otros, Emilio Argüeso, expulsado por ofrecer prebendas a políticos de Cs para que se hicieran tránsfugas a favor del PP. Esta situación me recuerda lo que decía con tanta gracia el añorado Groucho Marx, de “estos son mis principios, pero si no les gustan tengo otros”.
Estén seguros de que, especialmente teniendo en cuenta que sobre cualquier hecho hay tantas versiones como personas en la vida, a muchos les han dejado servida en bandeja de plata la justificación para pasarse de un partido a otro, sin solución de continuidad. Lo cierto es que la jefa Arrimadas ha sido quien les ha dado, con su decisión de echarse en brazos del sanchismo pretendiendo hacerse la listilla, la coartada necesaria. Y es que para conducir un deportivo no basta con tener solo carnet de bici.