Somos un país bastante equilibrado e igualitario, y es el paro la lacra que separa de verdad a los españoles
Esta semana pasada el World Inequality Lab ha publicado el Informe sobre la Desigualdad Global en su edición de 2022. Lo ha elaborado un equipo en el que participa Thomas Piketty, prologado por los recientes premios Nobel Esther Duflo y Abhijit Banerjee. Resulta especialmente atractivo este estudio porque el propio Piketty, que adquirió relevancia a nivel mundial por su libro “El capital en el siglo XXI”, co-dirige el laboratorio y elabora los datos que se presentan en dicho informe.
Para aquellos que no están familiarizados con las definiciones de esta literatura, en el informe se aborda la distribución tanto de la renta como de la riqueza en cada país. La desigualdad de la renta se mide antes de impuestos y después de transferencias (pensiones y subsidios de desempleo). Respecto a la riqueza, utilizan la riqueza neta de las familias, que es la suma de sus activos financieros (acciones y bonos) y los no financieros (casas y terrenos). En cuanto a las comparaciones, el 50% inferior (tanto de renta como de riqueza) es el porcentaje que le corresponde al 50% inferior de la población (los que se encuentran por debajo de la mediana). El 40% medio son los que están entre la mediana y el 10% superior. Estos últimos son los más ricos o los de mayor renta. Se utiliza también la ratio 10% superior/50% inferior para medir la diferencia entre la mitad más pobre y los más ricos de un país. Cuanto mayor es esta cifra, mayor la desigualdad. También se mide el porcentaje de renta que es ganado por mujeres: existirá mayor igualdad entre hombres y mujeres cuanto más se acerque al 50%. Finalmente, los cálculos se hacen corrigiendo la renta por el poder de compra en cada país, esto es, en paridad del poder de compra.
Es mucha la información contenida en el informe y, además, la base de datos asociada es muy completa y se puede utilizar con facilidad, tanto en su totalidad, como por países. Voy a dar aquí algunas pinceladas (que, lamentablemente, pecarán de superficiales), tanto respecto a la situación mundial como a la española. Remito a dichas fuentes al lector interesado.
Quizá la imagen más ilustrativa es el mapa del mundo (Imagen 1), donde se representa la ratio 10% superior/50% inferior. En amarillo aparecen los países con menor desigualdad medida en estos términos, donde dicha ratio se sitúa entre 5 y 12 (veces). La mayoría de este grupo la forman países ricos, los europeos (con muy pocas excepciones), Australia y Nueva Zelanda. El valor del indicador es 13 en Japón y Canadá y 16 en Estados Unidos. Dentro de Europa, el menor valor es el de Suecia (el indicador tiene un valor de 6), seguida por 7 en Francia y 8 en Italia y España, mientras que en Gran Bretaña es 9 y en Alemania 10. Otros países con relativamente poca desigualdad son Argelia (cuyo valor es 10), Malasia y Uruguay. A nivel mundial, alcanza el valor de 38. El principal mensaje de estos datos es que hay países de ingresos altos que tienen una elevada desigualdad, como es el caso de Estados Unidos, mientras que otros, con renta per cápita más modesta, tienen menos diferencias entre sus habitantes. Así, la renta per cápita en España es, de media y en paridad de poder de compra, unos 30.600 euros; en Suecia, unos 45.000 y en Estados Unidos, 54.300. Sin embargo, en Estados Unidos existe el doble de desigualdad que en España y casi tres veces más que en Suecia. Por otro lado, Argelia, Alemania y Gran Bretaña tienen similares niveles de desigualdad.
Por lo que se refiere a la evolución a lo largo del tiempo, en la Imagen 2 puede verse que hoy en día el mundo es el doble de desigual que hace 200 años (de 20 a 38). No obstante, a principios del siglo XX ya se había alcanzado ese grado de desigualdad, que se mantuvo bastante estable hasta los años 60 y que aumentó hasta llegar a la cifra de 53. Desde entonces, con altibajos, ha vuelto a descender, pero parece pronto para decir que está mejorando. Lo que sí que ha mejorado es la diferencia entre países: hay menos distancia en renta per cápita en el mundo entre los más ricos y los más pobres. No obstante, en lo que llevamos de siglo XXI, las clases medias de los países más ricos han perdido renta.
Un último aspecto que merece la pena destacar es la evolución de la participación de las mujeres en los ingresos por trabajo (Imagen 3). A nivel mundial, desde 1990 ha habido avances, pero limitados (pasando de ser de un 30,6% a un 34,7%). En España la situación es distinta: en los últimos 30 años la participación de la mujer ha aumentado más de un 60%, pasando de ser poco más del 24% a prácticamente el 40%. Especialmente destacable es el salto dado entre 2000 y 2010, cuando aumentó 8.5 puntos porcentuales. El nivel actual supera no sólo la media mundial sino la de la UE. En Suecia es un 42%, en Francia el 41%, un 39% en Estados Unidos y un 38% en Gran Bretaña. En Italia y Alemania es el 36% y en Japón el 28%. Como puede verse, España tiende a situarse en niveles semejantes a Suecia y Francia también en este indicador.
Parece, por tanto, que estos indicadores sitúan a España en unos niveles de desigualdad relativamente bajos. Es evidente que lo deseable sería que bajaran mucho más. Seguramente ese sería el caso si aumentase el empleo en España. No conviene olvidar, en este entorno, que los ingresos de los españoles, en todos los tramos, pero especialmente, en los bajos y medios, serían más altos si consiguiéramos reducir el desempleo (piénsese que los datos proporcionados por el equipo de Piketty incluyen en los ingresos las prestaciones por desempleo).
Nos recreamos en una imagen de nuestro país que se corresponde más con los estereotipos que han hecho de nosotros nuestros vecinos, anclados en la Carmen de Merimée, que con lo que realmente somos. No somos una sociedad machista y retrógrada, ni un país de plutócratas. Somos un país bastante equilibrado e igualitario, donde el paro es la lacra que separa de verdad a los españoles. Nos parecemos más a Francia que a Marruecos, por mucho que nuestros queridos y admirados vecinos piensen que África comienza en los Pirineos. Lo peor de todo es que también lo creemos nosotros.