SOCIALMENTE INQUIETO / OPINIÓN

Misterios de la Basílica de Santa María de Alicante

1/06/2020 - 

La Basílica de Santa María es el templo cristiano más antiguo de Alicante. Se ubica donde antes estuvo la mezquita mayor musulmana en lo que se llamaba la ciudad vieja junto a la muralla que lindaba con el mar. Sí, no exagero, daba a aquella "playa" y esta al mar. Se podía decir, sin exagerar, que se podía rezar a Dios en la plaza de la iglesia escuchando el rumor del mar. Qué suerte tuvieron aquellos. Ahora el mar dista mucho más lejos después de ganar ese terreno de forma artificial. Esta iglesia se construyó en estilo gótico entre los siglos XIV y XVI.

Todos los edificios antiguos religiosos han construido su historia envuelta en misterios y leyendas. Verán que hay mucho que contar entre milagros, efectos cuatridimensionales que muestran mucho más de lo que se ve en una primera observación, bellos tesoros alejados de todas las miradas, algunas sorpresas y la firma del escultor que dejó grabada en la piedra para siempre.

La iglesia de Santa María pudo desaparecer entre las llamas. Según nos cuenta el Dean Bencdicho en su Crónica de Alicante, el 31 de agosto de 1484 se produjo un gran incendio. A consecuencia del fuego ardió el altar mayor, la sillería del coro, el órgano, el retablo... los soldados de las murallas y los cañones de los barcos fondeados en la bahía dieron la voz de alarma a los alicantinos que raudos fueron a sofocar el incendio. Al día siguiente diversos clérigos, autoridades y muchos vecinos observaron con lágrimas en los ojos y un tremendo pesar lo que había devorado el fuego. Entre los restos, un sacerdote intrépido (en expresión del Cronista Viravens) buscaba que podía salvar entre los escombros. Comprobó - estupefacto - un hallazgo extraordinario. No era para menos, después de arder la iglesia durante horas y alcanzar altísimas temperaturas por el fuego, calcinándolo todo a su paso, encontró un cofrecillo intacto, casi sin huellas del incendio. En su interior se guardaban las hostias sacramentadas. Milagrosamente ¡¡¡se habían salvado del fuego!!!. El Cronista Viravens lo dejó escrito manifestando que “en el interior del cofrecillo se conservan las señales del círculo que dejaron las tres Divinas Formas que, prodigiosamente, se conservaron intactas”. Este suceso no quedó sólo en el recuerdo de los alicantinos porque en el Segundo Sínodo Oriolano de 1602, presidido por el Obispo José Estevan, se implantó la festividad del Santísimo Sacramento en memoria de este milagro. Para algunos este fue el inicio de la festividad del Corpus Cristi en toda la cristiandad. La festividad del Corpus Christi celebra la presencia de Jesucristo en el sacramento de la eucaristía.

Entre las obras de arte que se dieron por perdidas con ese incendio están las tablas del retablo mayor de esta iglesia. El autor de este retablo fue el valenciano Rodrigo de Osona, realizadas en el año 1480. El historiador Elías Tormo mencionó en su obra "Levante", que es como una guía por tierras levantinas, que ese retablo lo componían 14 tablas. El retablo era calificado como una obra "de finísimo pincel", en palabras de Juan Bautista Maltés y Lorenzo López. En este retablo - que estuvo situado en el altar mayor - se representaban escenas de la vida de la Virgen María. Se supone que lo componía una Virgen de piedra en el centro con tres grandes tablas a cada lado, una superior en la parte central, y siete en la parte inferior con representaciones de la pasión de Jesucristo. Las pinturas de este retablo las mencionó Alejandro Cañestro, doctor en Historia del Arte y colaborador de la Universidad de Alicante, en un curso on line impartido a través de la Sede de la Ciudad de la UA. Y comunicó una gran noticia, desconocida por muchos. No todas las tablas del retablo se quemaron con el fuego. Alejandro Cañestro - por medio de una trabajada investigación – dio con el paradero de algunas de estas tablas que habían sido adquiridas por el Marqués del Bosch y Conde de Casas Rojas, Señor de Aigues, propietario de grandes extensiones de tierra y edificios aún hoy en la provincia de Alicante. En 1923 ese Marqués vendió las tablas de "La Navidad" y "La Epifanía" en una casa de subastas en Londres, recuperadas por el Estado - al tratarse de obras de Rodrigo de Osona - en otra subasta en 1941 y ubicadas en los fondos del Museo del Prado. Después, en 1983, el Estado adquiere seis tablas de ese retablo de las que estaban en el banco corrido de la parte inferior, directamente a dicho Marqués, incorporándose también al Museo del Prado. Bien haría este Museo, en colaboración con el Ayuntamiento y Diputación de Alicante, de traer esas tablas y enseñarlas al público alicantino aunque fuera por unos días en una exposición sobre el arte sacro de aquellos años. Hay otra tabla, que corresponde a "El Calvario", que tiene el Museo de Bellas Artes Gravina de Alicante.

En dicho curso on line, el historiador Alejandro Cañestro, también desveló uno de los bellos tesoros mejor guardados de la Basílica de Santa María. No se piensen que me refiero a objetos de oro ó plata, sino a una puerta preciosa de estilo barroco que no se ve porque está en el interior de la Sala Capitular. Me quedo corto al manifestar su preciosidad y el arte de manipular la piedra por su artista.

Cómo pudieron esculpir la piedra con tanta delicadeza forma parte del misterio de esta Basílica. Pero hay más, no todo es esculpir. Lo que ahora les voy a contar sólo puede ser obra de un genio. Nos lo ha desvelado Antonio Biosca, profesor de la Universidad de Alicante, que publicó su investigación en la revista Sao. Vean. El escultor valenciano Juan Bautista Borja esculpió en 1728 a la Virgen en la puerta principal de la Basílica de Santa María dentro de una hornacina. Sobre la cabeza de la Virgen, la Santísima Trinidad muestra el gesto de ponerle una corona. En este conjunto se produce otro milagro, que deja mudo al que se fija con detalle. Póngase de frente a la puerta principal a cierta distancia y fije la mirada en la Virgen, después camine despacio hacia ella sin dejar de mirarla y verán cómo la corona va bajando poco a poco hasta situarse sobre la cabeza de la Virgen. Es un efecto óptico extraordinario. Antonio Biosca manifiesta que no es casualidad, que Juan Bautista Borja lo quiso así, de tal forma que "la Virgen aparece en un primer plano, inusualmente adelantada, en una hornacina más estrecha de lo habitual" para conseguir este efecto. "Es un trampantojo de tres siglos, único en el mundo".

Este extraordinario escultor dejó su firma en una de las puertas laterales esculpiendo la piedra con unos castillitos o torres de muralla como si se tratara de un adorno más. Y con estos castillitos, llenó de máscaras las fachadas de las tres puertas. Le invito a descubrirlas, algunas forman parte de los pliegues de los adornos vegetales, otras están a los pies de columnas. Unas las verá con facilidad, otras tendrán que buscarlas. Son otro reclamo para admirar esta iglesia que tanto tiene que contar. Hoy sólo le he mencionado algunos de sus misterios, pero hay más que quizá narre en otra ocasión.