Mazón ha conseguido mantener unido al partido pese a su brusco viraje pero llega tarde al movimiento de los barones más influyentes y se queda sin el escudo de Génova que tenía hasta ahora
VALÈNCIA. En apenas cinco días, el PPCV, con su líder Carlos Mazón a la cabeza, ha pasado de poner el destino del Partido Popular en manos de Pablo Casado y de reforzar su candidatura a La Moncloa a pedir un congreso extraordinario "que marque liderazgos fuertes" y dar la espalda al presidente nacional en su guerra con Isabel Díaz Ayuso y el gallego Alberto Núñez Feijóo. Un giro de 180 grados que para el alicantino supone romper con su pasado y que tiene dos grandes ventajas pero también dos nada desdeñables inconvenientes.
Mazón fue una apuesta personal del secretario general del PP, Teo García Egea, quien le abrió la puerta a la conexión con el presidente nacional del PP. No hay duda de eso. Ellos le rescataron tras diez años fuera de la primera línea política e hicieron apartarse a Isabel Bonig para situarle en la cúpula del PPCV. Dar la espalda a sus valedores, una especie de 'deserción política', es un paso que en el aspecto personal al alicantino le ha costado dar. Pero es cierto que el curso de lo acontecimientos le dejaba pocas salidas. Incluso el presidente murciano Fernando López Miras (íntimo de García Egea) pidió este martes un congreso extraordinario. Haber seguido al lado de Casado ponía en riesgo la supervivencia política del propio Mazón. La gran ventaja personal del movimiento es que políticamente sigue 'vivo' pero, aún más, el viraje del líder del PPCV puede defenderse ante el desgaste que están sufriendo las siglas. De hecho, en el comunicado que 'oficializó' el cambio de bando se explicaba el movimiento por las "exigencias" de los afiliados de una "rápida solución".
Pero Mazón ha conseguido también una segunda cosa muy importante: mantener unidas a las direcciones provinciales del PPCV en esta maniobra. En primera instancia, con el apoyo a Casado de hace unos pocos días y, después, a la hora de desmarcarse. No es fácil que un giro como el que ha dado la cúpula del PPCV no provoque un desgarro interno que, de momento, y más allá de algunas críticas ácidas, no se ha producido. De hecho, en el comunicado remitido este martes se remarca la unidad en la decisión tomada y, a la vista de lo ocurrido en la jornada, pocos son los que han defendido otra posible solución. Haber aguantado hasta el final al lado del aún presidente habría provocado, sin duda, fisuras en ese grupo. Eso sí, entra las muestras de adhesión inicial al presidente nacional se 'coló' una dura crítica de diputado nacional Vicente Betoret a los métodos que ha utilizado Isabel Díaz Ayuso. Con su presencia en lunes en Génova fue uno de los últimos en dejar a Casado.
Pero los tiempos en política son importantes y lo cierto es que Mazón, y con él el PPCV, se pusieron inicialmente del lado de Casado y no lo dejaron caer hasta que ya estaba políticamente 'muerto'. El apoyo a través de las redes sociales fue además de manera clara, tratando de reforzar su autoridad y pidiendo al partido que se centrara en llevarlo en volandas a La Moncloa. Es evidente que los barones críticos, empezando por Isabel Díaz Ayuso y siguiendo por Alberto Núñez Feijóo habrán tomado nota de la situación. Si hasta ahora Mazón no había hecho piña con la 'élite' de los barones por ser ellos críticos con Casado y él uno de sus protegidos, ahora estará en el mismo barco pero en cubiertas diferentes. Y esa es una gran desventaja que deberá enmendar, especialmente por si no consigue recuperar la Generalitat en las próximas elecciones autonómicas.
Pero hay otra desventaja más. La presencia de la dupla Casado-García Egea en Génova hacía casi imposible que en estos momentos (sin haber competido aún por la Generalitat), surgiera en la Comunitat Valenciana una oposición interna a Mazón. Los desairados, que siempre los hay, tenían muy difícil organizarse por la protección que Genova ejercía sobre el líder alicantino. Ello, unido a que el alicantino había sido ungido en un congreso regional recientemente, le convertía en un dirigente intocable ante el que no merecía la pena oponerse si no se quería caer en el ostracismo. No obstante, con el más que probable relevo en la cúpula del partido eso puede cambiar. No hay que olvidar, por ejemplo, la buena relación entre Feijoo y Bonig, así como otros dirigentes que se vieron relegados o poco beneficiados con el mandato de Casado.