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vals para hormigas / OPINIÓN

Mayo del 18

3/01/2018 - 

Uno trata de pensar en lo que nos depara el futuro más próximo, de aquí a unos meses, como si fuera un guionista de Black Mirror. Y el único punto negro global que se percibe en todo el mapa de carreteras de la sociedad es el de la situación de la mujer. Economía y política son coyunturales, van y vienen a su antojo y sin aparente organización, como un reguero de hormigas. El medio ambiente sí afecta a todo el planeta, pero hay quien prefiere mirar hacia otro lado, como quien elige que la tierra sea plana o dedicarse a la extracción de combustibles fósiles hasta que se agoten y no haya más remedio que apelar a las energías renovables. Sin embargo, nadie puede negar que cincuenta años después del levantamiento de adoquines en París, nuestro Mayo del 18 será femenino y tan plural como decidan los hombres sumarse a una revolución inevitable. Y necesaria.

Será la voz de la mujer la que lidere la catarsis, la que provoque, la que incentive, la que recuerde y soliviante. Pero será el cerebro del hombre el que condicione el desarrollo de una partida que no va a ganar. Que, de hecho, ni siquiera se debería estar jugando, porque no hay más resultado posible que el de las tablas. A la mujer le corresponde denunciar las irregularidades, exigir la igualdad, sacar del mercado una mercancía que nunca debió llegar al mostrador, gritar de impotencia, señalar con el índice, adelantar por la izquierda, derribar muros y poner las condiciones de la capitulación. Pero es a nosotros a quienes nos corresponde dudar. Dudar de lo establecido, dudar de nuestros instintos, dudar de la ubicación que nos marca nuestro GPS y dudar hasta de la tabla del tres, si es necesario. Hay hombres que recitan la anatomía de una mujer como los componentes de un vehículo. Hay hombres que sorben el café como si estuvieran en un bazar de camareras. Hay hombres que cuadran sus cuentas con las nóminas de sus trabajadoras. Hay hombres que confunden la calle con un rodeo de ganado. Hay hombres cuyo único mandamiento es el derecho de pernada. Hay hombres que visten a sus mujeres con un registro de la propiedad. Hay hombres que confunden el talento con un buen culo. Hay hombres que juegan a ser más hombres. Hay hombres que miden a sus compañeras según la escala de Richter. Hay hombres que matan mujeres, que violan mujeres, que abusan de mujeres, que acosan a mujeres, que desprecian a las mujeres, que atan a las mujeres con la correa de su propia incapacidad.

Lo que menos debería preocuparnos es el aspecto laboral y económico de la revuelta. Todo cambiará cuando los empresarios, hombres o mujeres, decidan que el incremento del empleo femenino genera beneficios. Cuando el techo de cristal, el montante de los contratos, las cuotas paritarias, los torneos femeninos o las bajas por maternidad se demuestren tan efectivas a la hora de hacer caja como cualquier otro argumento de los que se cuecen en los círculos de poder. Lo más urgente, sin embargo, tendrá que recorrer un largo camino. El encaje de la mujer en la sociedad no acabará hasta que no quede nadie que no haya comprendido que la única diferencia entre hombres y mujeres la marca la fisiología. Hasta que no hagan falta sufragistas, 8 de marzos o #MeToo. Solo entonces se apagará el eco de la inminente explosión. Nuestro Mayo del 18.

@Faroimpostor

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