REFLEXIONANDO EN FRÍO / OPINIÓN

Mantras narcisistas

30/08/2020 - 

En el budismo se entiende por mantra al conjunto de sílabas, palabras o frases que se recitan para invocar a la divinidad durante la meditación. Reproducción constante del mismo mensaje que se ha adquirido a lo largo de la historia no solo para reflexionar sino también con el fin de inocular ciertas realidades a los colectivos. Fue Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda durante el tercer Reich (1933-1945) el que soslayó en muchos de sus escritos la embustera estrategia que sostenía la verificación de las mentiras a base de repetirlas una y otra vez. Plan falaz puesto en práctica por el führer Adolf Hitler en diferentes momentos de su régimen despótico como cuando en noviembre de 1938 se reunió en secreto con los periodistas más reconocidos de Alemania con el fin de convencerles sobre las posibilidades de derrotar a los franceses en una hipotética invasión a pesar de que los galos ostentaban una mayor potencia de fuego con carros de combate con mayor sofisticación. Pretendió controlar a la opinión pública, embaucar al cuarto poder para arrastrar a las masas. 

Prole que es manipulada hoy bajo el paraguas de regímenes democráticos y liberados de las garras opresoras de las dictaduras. Los gobernantes nos engañan mediante mensajes vacuos atractivos en las formas con el fin de que veamos en ellos a los dirigentes que nos merecemos además de mirar para otro lado en lugar de intentar atajar los problemas verdaderamente relevantes. Mientras la sanidad hace aguas, los profesores trabajan sin recursos “como si estuvieran en una cadena de producción”, así describió el director del informe PISA el problema de la educación en España, o algunos españoles no tienen donde caerse muertos, los políticos intervienen en las instituciones para hablar de Franco o de otros asuntos baladís con los que tener entretenidos al personal. Todavía me acuerdo cuando Santiago Abascal con tono solemne y como si viniera a cuento sacó a relucir el pasado criminal del Che Guevara en plena votación sobre la prórroga del Estado de Alarma. Mientras cientos de personas expiraban su último aliento en la UCI otros se peleaban por fantasmas del pasado.  

Utilizando esos mantras, aquellos mensajes pegadizos, vivimos plácidamente con la falsa creencia de que estamos bien cuando en realidad tenemos mucho que mejorar en nuestra sociedad como para permitirnos el lujo de fantasear con guiones sacados de películas de Spielberg. Por lo menos a E.T. le interesaba lo que pasaba en su casa… A nosotros parece no importarnos, o más bien a nuestros políticos. Hablan de todo en el Congreso menos de lo importante, menos de lo elemental para el día a día de los ciudadanos. La Sanidad, por ejemplo, es por todos conocido el aborrecido mantra sobre su alta calidad que la sitúa a la cabeza en innovación o eficacia que oculta la verdadera cara revelada en los centros hospitalarios en los cuales los médicos tienen que lidiar con cada vez menos tiempo para atender a los pacientes,- lo que reduce ese pedigrí del que se presume-, o como se ha visto en esta pandemia, la falta de recursos económicos que se brinda a los profesionales con tan solo 1.000 millones de incremento durante la crisis sanitaria a diferencia de los 7.800.000 millones de euros con los que ha regado el Gobierno de Angela Merkel su sanidad. Una Alemania, que, por cierto, sin llenarse la boca con mantras insustanciales además de constituir un departamento especializado en epidemias en el ministerio, en el 2012 solicitó al Instituto Robert Kock sobre la hipotética incidencia de una epidemia en su país. Eso es la política de verdad, la centrada en los hechos y no en las palabras vacías.  

Mensajes subliminales conformistas planteados por los dirigentes en ruedas de prensas pomposas en las que como dijo en una ocasión Carlos Alsina: “Uno se da cuenta de que somos los mejores en todo”. A veces tengo la impresión de que de tanto sacar pecho los políticos se van a extirpar el esternón. Se empeñan en autoengañarse incluso en materias valoradas externamente mediante informes supranacionales como es el caso de la educación. Se convencen a sí mismos de que tenemos una enseñanza pública de calidad a la par que PISA nos sitúa una y otra vez a la cola junto a Rumania. Consuelo de tontos es el de aquellos que imaginan una educación robusta teniendo una de las inversiones más bajas en ese aspecto (4,24% PIB). En lugar de hacer como el Gobierno de Portugal, que ha aumentado su inversión educativa a un 5,1% del PIB además de como destacó en una entrevista de 2019 en El País Tiago Brandao Ministro de Educación luso, “establecer un consenso político y social sobre la necesidad del aumento de su calidad”, preferimos mirarnos el ombligo mientras la realidad devasta todo bajo su paso. Es ese narcisismo quizá el que nos impide sentarnos a hablar unos con otros para buscar de una vez por todas medidas consensuadas para todos los ciudadanos… No se me olvidará, -la diputada de Ciudadanos Marta Martín me lo ha contado en varias ocasiones-, aquella vez cuando los parlamentarios socialistas se levantaron de la mesa por el pacto educativo. Así nos va… 

La superioridad moral nos trae de cabeza hacia al abismo. Supremacismo egocéntrico implantado en parte por la presunta progresía. Izquierda radical a la que le encantan los mantras. Mi favorito sin duda es ese que evoca a un socialismo compasivo defensor de los necesitados ante una derecha despiadada olvidada de los trabajadores. Moralismo de pacotilla que se da de bruces con comentarios como el realizado por el periodista Antonio Maestre en su artículo de esta semana en el que para atacar vilmente al vicepresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio Aguado señala su incapacidad para gestionar un gobierno y su validez única para ser encargado del Mercadona. ¿Acaso es que un dependiente de un supermercado tiene menos dignidad humana que un dirigente político? Así se expresa un luchador de la clase obrera, despreciando a los que dice defender. Paradójico. Tan esperpéntico como la renta mínima establecida por el Gobierno del cambio que no está teniendo efectos en muchos hogares necesitados, casas que en ocasiones ni existen y los apátridas sin morada permanecen desvalidos en el calor de las calles mientras esperan a un Godot que nunca llega.  

Es hora de pasar a la acción, de dejarse de palabrería barata consoladora de ingenuos y trabajar por lo importante, por la realidad, panorama que parece ser visto únicamente por los que lo sufren mientras los que nos gobiernan prestan atención al dedo que señala las estrellas.