VALÈNCIA. ¿Y si una obra de teatro pudiera cambiar la vida de un pueblo? Pero sobre todo, ¿qué más da si no? Luis Landero vuelva a las librerías con La última función, una novela sobre una serie de casualidad que acaban en el intento de un pueblo en vías de extinción en revitalizarse a través del teatro. Antes, el lector conocerá la historia de Tito y de Paula, dos personas que dibujaron unas expectativas vitales y que se han chocado con la realidad.
Landero, Premio Nacional de las Letras Españolas 2022, presentó la novela en València. Horas antes, atendió a las preguntas de Culturplaza.
- En tres cuartas partes del libro se van presentando personajes en vez de ir avanzando una trama con inicio, nudo y desenlace. ¿Cuál era para ti la pulsión del libro?
- Pues no lo sé porque las cosas han salido así. Pero es que, para mí, el personaje es el centro de la novela. Cuando se me ocurre una historia, se me ocurre en realidad un personaje. Entonces, ya pienso si le ocurre algo, si tiene algún objetivo en la vida que se le ocurra, si emprende un viaje, o hace algo. Pero siempre un personaje. Y luego, del personaje sale el ambiente, el espacio, el tiempo, el conflicto, la acción…
En esta novela, era obligado contar el pasado de los dos personajes principales porque precisamente ese pasado da sentido luego al presente, a lo que van a hacer en el pueblo cuando se encuentren.
- ¿Forma parte de la madurez literaria el, como escritor, fijarse más en el pasado de los personajes que en el presente de las propias historias?
- No. Lo que pasa es que aquí el pasado es importante, como te decía antes, porque sin el pasado no se puede explicar el presente.
- ¿De dónde surge cada personaje? Porque Tito respira otro aire que Paula.
- Tito es Ernesto Gil, un personaje real. Quiero decir, es un amigo mío. Anteayer presenté la novela en la Alberti y fue Tito. Al final recitó a Lorca, porque recita maravillosamente a Lorca y se quedaron todos alucinados de que el personaje saliera de la novela y se hiciera real, con esa voz prodigiosa que tiene, con 86 años ya cumplidos.
Él está inspirado ahí, pero solamente inspirado. Yo lo que quería contar es la historia de un artista que tiene una vocación innegociable por el arte, incondicional, de un romanticismo incluso un poco infantil, muy elemental.
Y sobre todo, sobre su amor desinteresado al arte. Sin buscar el éxito y la fama, como suele ocurrir, sin buscar tampoco el interés material ni nada parecido, sino que está enamorado del arte y con el arte le vale. Quería contar la vida de un artista que, de algún modo fracasa, pero al modo de Don Quijote, que fracasa pero no fracasa.
Paula, sin embargo, es un personaje inventado sobre la idea de un cuento que yo tenía de alguien que se equivoca de tren y va a parar a un sitio nuevo. Estas historias empezaron a unirse a base de trabajar, de darle muchas vueltas. La historia se fue apareciendo y perfilando para que estas dos vidas se encontraran.
- El libro también deja claro que esa vocación innegociable de la que tú hablas, choca con la realidad de la vida.
- Sí, eso es un poco la esencia de muchas historias que se cuentan: los sueños que tenemos, nuestras aspiraciones, el emprender un viaje con todo el ánimo del mundo, comenzar un amor con todo el idealismo y la convicción de que va a ser eterno… Y luego está la realidad, claro. Todo eso termina chocando de un modo o de otro con la realidad.
Pero esta es la historia propia de la condición humana. En la condición humana está soñar. El hombre tiene una enorme capacidad para soñar, sobre todo cuando es joven. Naturalmente, luego llega el momento de tener que negociar con la realidad, claro.
- Los personajes llegan con ya habiéndose chocado con esa realidad. ¿Qué salida les das con esta historia? ¿Qué crees que supone para ellos?
- Es como una segunda oportunidad después de haber fracasado. Van a tener la oportunidad de redimir sus fracasos. A Paula la va a redimir el arte, y a Tito, el amor. El arte y el amor son los redentores, los liberadores, los que conceden una segunda oportunidad para cumplir esos sueños que no pudieron hacerse realidad.
- La historia se desarrolla en un pueblo que se muere, que está casi en su último aliento. No contaremos el final, pero te quería preguntar si sentías que no debías, como escritor, ser demasiado optimista con el destino de nuestros tiempos.
- Yo creo que lo que escribo es más o menos realista. Efectivamente hay un fondo de realidad que además es que no se puede burlar a la realidad. Pero sobre ella flotan los sueños . Está la realidad de que ese pueblo está condenado a la extinción. Y sus habitantes intentan, de algún modo, a través del turismo, revitalizarlo. Que les conceda una segunda oportunidad al pueblo.
- Leyendo el libro me salía siempre pensar en el deseo, pero tú te refieres a los sueños. ¿Cuál es la diferencia entre uno y otro?
- Bueno, son ilusiones, si se quiere. Paula tiene la ilusión de ser veterinaria o de estudiar Bellas Artes, de ser periodista o actriz. Bueno, pues tiene todo eso. Y luego ya ves dónde va a parar. En cuanto a Tito, su sueño de algún modo lo cumple porque se entrega a lo que le gusta y lo intenta. Y además está muy claro que el que intenta algo, el que intenta cumplir un sueño, el que intenta hacer realidad una ilusión, no fracasa.
Fracasa el que no lo intenta. El que no lo intenta a veces por miedo, por cobardía, a veces por pereza, por falta de voluntad o por comodidad, suele encontrar el arrepentimiento, la culpa y la sensación de fracaso. Pero el que lo intenta realmente, eso no fracasa. Puede ser derrotado y puede ser un perdedor, pero un perdedor con gloria, desde luego.
- Te quería preguntar por la voz narradora que es ese coro de personas del pueblo. ¿Por qué te interesaba ponerte desde ese lugar a escribir?
- Porque es cederle la voz a unos personajes para darle un tono oral al libro, de manera que el libro parezca un cuento de Las mil y una noches, o esos cuentos folclóricos que nos contaban de niños.
Tiene más ventajas este coro de viejos. Tienen que ser viejos, claro, porque están contando hechos muy antiguos cuando ellos eran jóvenes, en los años 50. Pero ellos me permiten ser omnisciente cuando me dé la gana, porque lo que no sabe un viejo lo sabe el otro. Pero también, como son un poco olvidadizos, también si no quiero contar algo, pues, es responsabilidad de ellos, no mía.
- El libro intenta desmontar el vocabulario aspiracional que nos llega muchas veces del ámbito empresarial. A la vez, esa bocanada de aire en las vidas fracasadas de tus personajes vienen del arte, como algo que permite, con los pies en la tierra, volar un poco.
- Por supuesto. Pero eso lo sabemos, no ya como escritores, sino como lectores. La lectura es como añadir un cuarto a la casa de la vida, como decía Bioy Casares. Meterse en un libro es una aventura apasionante, donde viajas, conoces a gente nueva…
Además, es muy enriquecedora espiritualmente, porque te entrena una lentitud tan necesaria en estos tiempos. Una novela necesita lentitud y un poco de esfuerzo porque hay que concentrarse, necesita soledad… Y esas son virtudes que hoy están bastante desatendidas y la lectura entrena. Igual que entrena la imaginación, entrena la sensibilidad, la intuición, los conocimientos. Nos hace más listo, nos hace más guapos, nos hace mejores. Todos son grandes ventajas a la hora de leer.
No voy a hacer yo ahora un elogio de lo que significa leer, pero el que consigue ser buen lector y engancharse a la lectura, tiene un verdadero tesoro porque no le van a faltar amigos toda su vida.