¿Qué sentido tiene debatir y votar sobre algo que ya se sabe cómo va a quedar de antemano? Siempre que he asistido a un pleno municipal lo he pensado y pienso exactamente lo mismo cuando escucho los debates parlamentarios. Los debates televisados en campaña electoral son otra cosa, se habla para una masa cada vez mayor de indecisos que días después votan de manera individual.
En los plenos, en los parlamentos, se vota “por equipos”. Ya saben que el artículo 79.3 de la Constitución Española dice que el voto de Senadores y Diputados es personal e indelegable. Sin embargo, los partidos políticos establecen lo que se llama en argot “disciplina de voto” y es algo tan sencillo como mecanismos para que se vote lo que dice el partido.
Es verdad que en contadas ocasiones se rompe esa disciplina pero no es lo normal, por lo que un debate de pleno o en el parlamento no trata de “convencer” a los que minutos después van a votar. Por lo tanto esas intervenciones y esos argumentos son para otra cosa. (Una de las ocasiones más recientes en las que se rompió la disciplina de voto fue en 2016 cuando 15 diputados del PSOE votaron contra la investidura de Mariano Rajoy cuando el partido, (sí, sí ) había impuesto apoyarla. Antes en 2005, la popular Celia Villalobos rompió la disciplina de partido y voto a favor del matrimonio de las personas del mismo sexo, lo que le costó una multa que creo que pagó encantada.
Pero como digo son excepciones y si, por lo tanto, todos van a votar lo mismo, debe haber otro objetivo en los debates parlamentarios o en otros organismos como los plenos.
Como soy periodista local, lo que yo conozco son los plenos, y una vez hablé sobre esto con el anterior alcalde de Elche, Carlos González. Me llamaba la atención que en la administración local y según la Ley de Grandes Ciudades, los plenos han pasado a ser un órgano de mero trámite, cuando la función que legalmente tiene es ser el “órgano de máxima representación política en la organización local”.
Ahora llegan al pleno básicamente cuestiones de ordenación del territorio, y supervisadas por la administración autonómica, y temas de tasas, impuestos y presupuesto.
Pero luego están las mociones y ahí se “mete” de todo y mi experiencia me dice que no sirve para nada. Cuando acaba el pleno la moción va a un cajón. Se han hecho intentos de que eso sirva de algo y por ese motivo le pregunté al exalcalde y me dijo algo así como que los plenos tienen en ese sentido una función de “fijar posturas”.
Eso fue lo que debió ocurrir el pasado martes en el pleno de Elche convocado por el alcalde Pablo Ruz para debatir y aprobar una moción sobre el pacto de gobierno y la ley de amnistía. No se habló de cuestiones locales, se conocieron la sposturas de cada partido, que por otra parte como no vivimos aislados las sabíamos de pe a pa.
Sin embargo a mí me sigue rechinando mucho esa sensación que tengo de que los plenos en general “son paripé”. Unos hablan, nadie escucha y al final todo forma parte de un gran escenario donde una vez más, políticos y periodistas nos movemos pensando que somos el centro del universo y lo que pasa es que estamos lejos de lo que a la gente en la calle le preocupa o le interesa.
En esa ocasión y con lo que está ocurriendo estos días en el Congreso de los Diputados, los partidos, sobre todo PP y Vox, se han empleado a fondo por hacer llegar a la calle lo que se va a debatir en el hemiciclo, o lo que ellos piensan que se va a debatir en el hemiciclo. El PSOE ha optado por mantener un perfil bajo, por muchos motivos, entre ellos no calentar más la olla, seguramente.
Como he dicho en otras ocasiones, esta especie de representación que hacen en esos debates que ni se escuchan ni se argumentan en muchas ocasiones, forman parte de una actividad política que después sí tiene consecuencia directa en el desarrollo de nuestra vida. Así que mi propuesta es intentar escuchar, leer mucho y de todo, hacer abstracción de intentos de “construir relatos” ad hoc y formarse cada uno su propia opinión una vez venimos escuchados, leídos y reflexionados, sobre todo por que como ciudadanos, la gran suerte que tenemos es que no hay “disciplina de voto ni sobre todo de pensamiento”.
