VALÈNCIA. Sin esa entidad no física que es la computación en la nube esta entrevista no hubiera tenido lugar. La tecnología es intrínseca al progreso de la humanidad, pero el espacio que cobra en todas las vidas —tengan o no acceso a ella— se acerca peligrosamente al utopismo tecnológico, esa creencia de que la ciencia y la tecnología aseguran el cumplimiento de ideales utópicos. En la obra de Yuval Noah Harari, donde se explica que quien tiene el control de los algoritmos detenta el poder, se vaticina un futuro en el que la humanidad se dividirá entre una élite de humanos longevos y mejorados y una masa de personas sin utilidad, reemplazables. El periodista Guillermo Abril (Madrid, 1981), inspirado por 21 lecciones para el siglo XXI, el último libro de Harari, firma Los irrelevantes (La Caja Books), un mapa fragmentado de realidades que están intrínsecamente unidas, pese a que sucedan en escenarios tan dispares como Adís Abeba —la capital de Etiopía— el mercado electrónico de Huaqiangbei en China o los campos de fresas de Huelva, donde brotan asentamientos chabolistas alzados con plásticos desechados de los invernaderos.
“Los irrelevantes son personas que de verdad corren el riesgo ya no de ser excluidos, como dice Harari, sino algo mucho peor, de ser condenados a la irrelevancia. No me gusta contraponer que existen los relevantes y los irrelevantes. Lo he intentado eliminar del libro. Porque aunque me gustaría acceder a la gente de arriba, la que se supone que maneja los hilos, en verdad nadie maneja los hilos, todo es mucho más complejo. No hay un Soros que nos esté diciendo lo que tenemos que hacer”.
Guillermo Abril hace uso de todas las millas acumuladas como reportero internacional y recupera el material en un libro escrito desde el fragmento, que recuerda en ciertos momentos al Lapidarium IV de Ryszard Kapuscinski. En referencia a Lapidarium IV , el periodista polaco dijo “Esa escritura libre y espontánea que salta de un tema a otro como lo hace en cuestión de segundos el pensamiento”, un concepto que se aplica a las escenas de Abril. “En un mismo instante todo está pasando a la vez. Lo que quiero transmitir con Los irrelevantes es que lo que pasa en un sitio u otro, aunque aparentemente estén alejados, algo tienen que ver. No hay una conexión lineal, pero la tiene”. Leemos en el libro: “Conectar los puntos se ha convertido con los años en la filosofía de trabajo que comparto con Carlos (Spottorno, el fotógrafo documental con quien Guillermo suele trabajar): visitar el punto A, el punto B, el punto C. Contar lo que uno ve, transmitir lo que han relatado los entrevistados, tratar de que vuelen libres las neuronas y crucen el abismo y unan los nodos, y quizás entonces las cosas cobren sentido. Puede que no haya otra forma de explicar este universo fragmentario en el que vivimos: todo sucede a la vez, a toda prisa, se actualiza cada segundo”.
La labor editorial de Raúl E. Asencio es esencial para poner orden entre una ingente cantidad de coordenadas, perfiles, cambios sociológicos y conflictos económicos y políticos. “El libro surgió por una confluencia de factores. Me escribió Raúl: ‘Me gusta mucho lo que haces, ¿te gustaría escribir algo?’. Fue a finales del 2019. Quería escribir, se me quedaban muchos reportajes en el tintero. El trabajo de la editorial ha sido inconmensurable. Raúl es el frontón con el que he peloteado esta idea de los saltos de escenarios, ha puesto orden. Yo pretendía que fuese aún más marciano. Me ha inspirado Los errantes de Olga Tokarczuk”.
Los irrelevantes arranca hablando de ese conjunto de operaciones ordenadas que son los algoritmos. Dictaduras digitales, algoritmos de recomendación que polarizan la opinión, la fiebre del bitcoin y el nuevo oro negro: los datos. “Trazan una línea invisible. Dividen en dos el mundo, como si fuera una frontera”.
Es inevitable preguntarle al autor por su posición respecto al imperio del algoritmo. “¿Soy ciberescéptico? Soy ciberescéptico, sin duda. Lo cual no quiere decir que me parezca que la tecnología es un logro para la humanidad. No solo respecto a lo ciber, trato de poner una alerta sobre que todo gran cambio revuelve el mundo y no solo trae mejoras, también trae transformaciones que son muy duras. Raúl Rojas dice que la robotización es buena, pero hay que hacerla con cabeza, probar el modelo en Europa antes que en un país como Estados Unidos”. Rojas es profesor de robótica e inteligencia artificial. Abril le dedica un capítulo en el que nos encontramos una referencia a la utopía socialista por la que las máquinas sustituirán el trabajo humano. “Pasamos la frontera y estamos maquinizando tanto que estamos desplazando a los últimos trabajadores que quedaban en la industria”, dice el experto en machine learning.
“El mecanismo resulta tan sencillo de comprender: para sobrevivir muchos tratan de acceder de un mundo al otro y ese trasvase de población, lleno de trabas por parte de quienes habitan el interior de la Cúpula, produce monstruos. Ha llenado el mundo de cadáveres”. La última parte del libro es una fotografía macro de la existencia de los irrelevantes. Las historias quitan el sueño. “Escribir todo esto, meterlo dentro es muy duro. He visto un sufrimiento que se te mete dentro de la piel. Afecta, te cambia la vida. Pero quienes lo pasan mal son ellos, no yo. Después de reportajes así cuesta dormir por la noche, escribirlo es soltar, como ir a terapia”. Los movimientos migratorios y las crisis de refugiados son un componente esencial del periodismo de Abril, que actualmente es corresponsal en Bruselas para El País. “Los mensajes que me llegan aquí son de seguridad en las fronteras, escudo de fronteras, protección… Dentro de 200 años dirán de nosotros que qué salvajada eso de poner muros. Es un tema complejísimo. ¿Por qué pasan las inversiones financieras, el gas, el petróleo y las personas no? El coronavirus ha sido una excusa para cerrar las fronteras, hay una justificación sanitaria lógica, pero hay otra de comodidad”.
“Historias como lo que está sucediendo en Afganistán nos ponen frente al espejo de lo que somos. Hemos sido exportadores de valores durante 20 años, ahora ya no”. Ese cambio en el paradigma nos lleva a China. “Por qué no nos va a pasar que nos giremos a China? El mundo va oscilando de un lado a otro. Es el auge de un imperio”. Guillermo describe la ciudad de Shenzhen, considerada la Silicon Valley de China, como el doloroso ruido de los huesos de un niño en crecimiento.
“No llegamos a comprender el abismo porque no lo vemos. La maquinaria no se ve. El mundo tan complejo no se ve. Las finanzas no se ven. El algoritmo no se ve. El cambio no se ve”. Guillermo Abril con Los irrelevantes otorga identidad a esa masa desplazada. En una referencia a Hannah Arendt, el periodista reflexiona sobre cómo la compleja maquinaria que trata de doblegar el juicio crítico. “La responsabilidad se diluye”, anotó el autor en su libreta mientras paseaba junto a Spottorno por Canary Wharf, donde se encuentran los edificios de grandes corporaciones como Bank of America o KPMG. “Somos parte de una maquinaria, pues un poco sí. Es la idea que trato de transmitir. Todas nuestras acciones forman parte de un conjunto de decisiones”. La videollamada adquirió un brillo metálico, robótico.
“Lo que no se nombra no existe” de George Steiner aquí tiene nombre y apellidos. Es en esencia, un periodismo que demuestra que para explotar la burbuja iridiscente dentro de la cual nos es ajeno el mundo, hacen falta periodistas, no algoritmos del clickbait.