Cuando hay crisis de Gobierno, suele haber razones que las justifiquen y cada dirigente las explica a su manera. Después se puede estar de acuerdo o no. En el caso de los cambios en el Consell de Carlos Mazón, la causa de la crisis es evidente: la gestión de la Dana fue errática, lo que ha llevado al presidente a ejecutar cambios en su organigrama. Ahora bien, casi todos sabemos por qué vienen algunos, y por qué se van otros. Pero a día de hoy desconocemos la verbalización por parte del ejecutor de esa crisis.
Carlos Mazón ha hecho una autocrítica generalizada de su persona, pero no ha entrado en detalles de su Gobierno. Supongo que el martes, una vez tomen posesión los nuevos consellers/as y el flamante vicepresidente, sabremos algo más. Pero a día de hoy, entendemos que Nuria Montes ha sido cesada por sus desafortunadas palabras sobre los familiares de las víctimas de la Dana. Pero nadie ha asumido ese error de forma generalizada. Viene Marián Cano como sustituta y con el objetivo de darle un impulso a la reconstrucción industrial y comercial de las zonas afectadas. Y del turismo o de la innovación, ¿qué sabemos que hará, o sabrá la nueva titular del departamento?
En Emergencias, otro tanto de lo mismo. Sabemos que Salomé Pradas es relevada por su deficiente gestión. Sin embargo, se le ha despedido por su "gran labor", según dijo el presidente en el comunicado que lo anunció. Viene Juan Carlos Valderrama Zuirán como nuevo titular de Emergencias e Interior. Pero, ¿qué pasa con el equipo de Pradas? ¿sigue o se va? ¿Hizo una gran labor o un cúmulo de decisiones erráticas como piensa la mayoría?
Para liderar la reconstrucción, viene un militar de la reserva y experimentado, Francisco José Gan Pampols. Bien. Gan Pampols ya ha puesto condiciones: no se guiará por instrucciones políticas. Entonces, qué será, ¿un verso suelto o adoptará directrices de su Gobierno, o su Gobierno de él? Gan Pampols forma parte de una administración y como tal no puede obviar las obligaciones legales, administrativas y políticas que tiene. Entiendo que se deberá adaptar a la legislación autonómica, que a veces no es fácil, y cumplir con el ordenamiento en material medioambiental, de contratación o de transparencia, por citar tres ámbitos. ¿Y qué pasa si debe rendir cuentas antes de las Cortes Valencianas? No todo es tan simple como Gan Pampols parece que quiere hacernos ver ni tan sencillo como se presupone de sus palabras.
Además, digamoslo sin reparos, ¿qué mensaje lanza la clase política, en este caso Carlos Mazón, con el nombramiento de Gan Pampols? ¿Un golpe de efecto, o la evidencia que los políticos son incapaces de encontrar el perfil de un técnico que puede hacer esa tarea de reconstrucción que se le ha encomendado al experimentado militar?
Todo eso merece una respuesta. Y lo más importante, los cambios que se han adoptado en la Generalitat Valenciana no pueden ser estéticos. Tienen mucha labor por delante y, por tanto, no están en disposición de nuevos errores. Es más, tienen que estar con el cometido que se les ha encomendado, y, además, mantener o mejorar todo aquello que no afecta a la Dana, pese a que las prioridades del Consell sean ahora unas y muy concretas.
Lo veremos en el día a día, por supuesto. Y sobre todo, dentro de ese pulso que mantienen Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo por el relato y la exigencia de responsabilidades. Dentro de poco no estará Teresa Ribera al frente del Ministerio de Transición Ecológica, pero parece que vendrán más Aldamas y Koldos, o financiaciones a la carta. Pero ni una cosa ni la otra puede opacar la gestión de la catástrofe más importante que ha sufrido España en este siglo. Además de conocer toda la verdad de lo que pasó el 29 de octubre en los mandos de Emergencias de la Generalitat y las decisiones que la rodearon -y que sabremos, bien en sede parlamentaria, bien en sede judicial-, la reconstrucción tampoco puede ser un conjunto de deseos, o ceses oportunistas, sin explicaciones bien argumentadas, o dejadas a la libre interpretación, con el ánimo de mantener un relato y, por desgracia, confrontar, como pretenden casi todas las partes. No todo puede ser estética ni floreros.