Los valores de la fiesta en tiempos de aflicción

20/04/2020 - 

ELCHE. La celebración de la fiesta patronal es una institución de gran raigambre en las culturas y muy en especial en nuestro mundo mediterráneo. La fiesta expresa el sentido de identidad de una comunidad; en ella se manifiesta la tradición, la permanencia viva de esa comunidad en el tiempo, a la vez que sus ilusiones e ideales. Conviene siempre tener presente esos valores y en especial en estos momentos tan difíciles que estamos viviendo y por ello, aunque tentado de escribir sobre la pandemia y sus daños colaterales, creo conveniente hacer referencia a estos valores festivos con motivo de la fiesta de San Vicente Ferrer patrón del Antiguo Reino de Valencia, fiesta que en el calendario litúrgico corresponde al día cinco de abril y que en la Comunitat Valenciana, por el hecho de que tal celebración suele caer en tiempo de pasión, se celebra el lunes siguiente al domingo de la octava de Pascua, el último día de "Mona". La popularidad de San Vicente Ferrer fue enorme en la Europa de su tiempo; su fama de taumaturgo y milagrero llegó a todas partes; independientemente de las leyendas que acompañan los relatos de su vida, sin duda su personalidad se proyectó en la religiosidad de la época intentando a través de su predicación, la reforma de la moral de la sociedad, como también influyó en la vida de la Iglesia, teniendo un papel destacado en la resolución del llamado Cisma de Occidente, al igual que lo tuvo en el mundo político secular en el Compromiso de Caspe en el que se resolvía la sucesión al trono en la Corona de Aragón. 

Además de todo ello, no podemos olvidar que la literatura de sus sermones le convierten en uno de los autores más destacados de la lengua valenciana. Sin duda hay otras facetas de su vida más controvertidas desde nuestra óptica, como fue la relación con los musulmanes y judíos. La personalidad de San Vicente Ferrer traspasó las fronteras de las coronas de Aragón y Castilla y así en la Corte Pontificia de Aviñón tuvo gran  influencia, como también en las tierras francesas de Toulouse y la Bretaña en cuya catedral de Vannes, se veneran sus reliquias. En otros muchos países de Europa también encontramos su presencia, con la dedicación de lugares de culto o en obras de arte en la que se nos representa su vida, como las pinturas de San Petronio en Bolonia en la que se narran sus milagros.  Igualmente, la figura de este valenciano está presente en muchos países de América. Tal vez sea el Ecuador el país en el que al menos que yo conozca, su presencia esté más arraigada: en la ciudad de Cuenca, en Quito, en Guayaquil, en Loja y en tantas otras ciudades y pueblos. Son conocidas las fiestas que en su honor celebran comunidades en la selva amazónica ecuatoriana; prueba de ese arraigo en el país, es el hecho de que en muchas comunidades se le tenga como protector de las cosechas de maíz.

Ya que este año el día de su fiesta no se puede celebrar como es debido, es decir, comunitariamente, creo que es bueno que hagamos memoria de ello y valoremos el sentido de la celebración y de la fiesta. Tal vez en estos momentos nos demos cuenta que estas cosas, que nos pueden parecer tan poco económicamente productivas, son sumamente útiles en la vida. 

De otra parte, la fiesta y especialmente la fiesta patronal que como exponía al principio, es manifestación de la identidad de la comunidad, la celebración nos recuerda que la identidad de cualquier pueblo, en este caso de la Comunidad Valenciana, es una realidad que se comparte con otros pueblos. La identidad no significa la búsqueda de las diferencias, lo más identitario es aquello que compartimos con los otros. La figura del patrón de Valencia conocida en tantas partes del mundo es un ejemplo de ello; la evocación de su fiesta es una llamada a la cooperación y solidaridad con aquellos pueblos que le tienen también tan enraizado en su propia cultura. Dicen que el mayor milagro de San Vicente Ferrer fue que predicando en valenciano por gran parte de Europa, todo el mundo lo entendía; de aquello hay interpretaciones para todos los gustos; yo no le pondría al Santo en un compromiso tan grande hoy día, me conformaría que nos entendiésemos quienes hablamos la misma lengua y que su imagen presente en tantos lugares del mundo, nos haga tener una visión más amplia del mundo y que es posible entendernos más allá de la lengua que hablamos.

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