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ciudadana / OPINIÓN

Los otros indignados

9/12/2018 - 

La sorpresa de las elecciones andaluzas no ha sido tanto el final del PSOE en la Junta como la explosión de VOX. Aunque algunas encuestas muy tímidamente les anunciaban uno o dos escaños. Muy pocos, o casi nadie podía imaginar que llegaran al Parlamento andaluz con 12 escaños. Ya de entrada, podemos advertir que representa un voto oculto, vergonzante no expresado públicamente. No es la primera vez que los ciudadanos mienten en las encuestas, los analistas ya están acostumbrados. Hace muchos años, también mintieron en aquellas elecciones del 93 cuando se produjo la dulce derrota de Felipe González cuando casi todas las encuestas avanzaban que iba a ganar el entonces Partido Popular de Aznar. Eran unos años negros políticamente y la corrupción no dejaba ni una institución a salvo, pero aun así los ciudadanos votaron al PSOE. 

Salvando las distancias algo parecido ha ocurrido en estas elecciones del domingo. Se puede advertir que una gran mayoría de gente joven ha podido inclinarse por Santiago Abascal, no conocen otro escenario desde que han nacido que el gobierno del PSOE, casi 40 años gobernando en las instituciones de su tierra, pese a los ERES, pese a que los dirigentes miraban para otro lado, y aquí no pasa nada. Pero también hay más sectores que han votado a VOX y puede pensarse en la gente que no tiene otra cosa que perder y que está hastiada del derroche público, de la inoperancia, de los políticos, de que no haya dinero para asuntos básicos pero si para las tarjetas black, o para ir a puticlubs. Otro tema conflictivo en Andalucía y sobre el que existe mucho descontento es el impuesto de sucesiones que también quema a gran parte de los ciudadanos de aquella zona de España, no se puede ni heredar, gritan los contribuyentes.

Pero hay más motivos para explicar el voto de rechazo al sistema natural de partidos y viene por el asunto catalán que lleva contaminando la situación política desde hace años. La respuesta al problema catalán fue la inacción del Estado y la parsimonia de Mariano Rajoy, quien tiene mucha culpa del éxito de VOX. España entera está indignada con que el conflicto catalán no haya sido resuelto antes, ni se le haya puesto intento de solución, sólo se ha dejado enquistar, las instituciones catalanas no representan a su sociedad sino a una parte de ella y toda la acción política se subordina a la causa del procés. Para colmo de todo ello el gobierno de Pedro Sánchez que emergió con cierto entusiasmo ciudadano ha ido perdiendo puntos aceleradamente, sin decidir, mareando asuntos que no importan de modo directo a la ciudadanía y utilizando el avión oficial para desplazarse 200 kilómetros. Los gestos también importan en política. 

Aquellos a quienes le importa España como país, no pueden encontrar cobijo en el partido de PODEMOS, formación que dejó hace años de ser el partido de la “gente”, dejaron de ser útiles el mismo día que consintieron interesadamente que Rajoy siguiera cuando pudieron cambiarlo en la investidura de marzo de 2016. Y no se olvide tampoco que ciertos errores estratégicos con tintes autoritarios de Pablo Iglesias sobre la organización están destruyendo aquel partido que nació al amparo de la participación ciudadana y la horizontalidad. Todo ello sin olvidar el “chaletito” de Iglesias y Montero, que pese a que fue bautizado por los militantes de la organización en un referéndum consultivo, los ciudadanos todavía no habían opinado al respecto sobre los lujos de la “nueva casta”. Ahora los chicos de PODEMOS al estilo de los Comités de Cataluña quieren movilizar a la ciudadanía contra la ultraderecha, pero ya es tarde, a los representantes de VOX les tenemos legítimamente en las instituciones. Esto no ha hecho más que empezar.

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