VALS PARA HORMIGAS / OPINIÓN

Los juegos que todos ganaremos

28/07/2021 - 

ALICANTE. Los Juegos Olímpicos tienen ese halo de viejo libro de aventuras. Siempre los he visto como un recorrido por lugares exóticos, repleto de seres con superpoderes que desafían la lógica, con la épica de los relatos clásicos. O con la capacidad de los actores de reparto para robar la escena a los protagonistas de la función. Con esa facilidad que los poetas griegos tenían para casar al dios de la guerra con la diosa del amor y convertirlo todo en una rencilla entre nuestras propias contradicciones. Y siempre hay mar y siempre hay barro y siempre hay fracasos, los tres elementos que adornan los naufragios a los que algunos seguimos enganchados. Los juegos olímpicos son la historia que nos contaron un miércoles de agosto por la tarde, la manera de evitar el canto de las chicharras en un camping junto al mar a la hora de la siesta. La memoria de aquel joven que dejó el baloncesto justo el año en que saltaban los atletas desde el trampolín de las piscinas Picornell y que vio en la silueta de la Sagrada Familia de Barcelona el mejor escaparate para tropezar otra vez.

Este año, además, los juegos de Tokio son un desafío al tiempo, a la catástrofe y al espacio de seguridad que deberíamos dejar entre nosotros. No debe de haber sido fácil decidir celebrar las competiciones sin público, con la tristeza que transmite el silencio cuando no está programado. No debe haber sido fácil haber seguido empeñados en albergar deportes minoritarios, en encapsular a las grandes estrellas a cambio de poco más que la esperanza y la tozudez que demuestra el ser humano a la hora de superar todas las dificultades. Pero ahora nada es fácil. Tokio es el rodaje de Apocalypse Now, un sueño imposible que acabó perfecto porque nadie estaba dispuesto a dejarse vencer por los elementos. O porque todos estaban tan abrumados que ni se dieron cuenta de los tifones. Los organizadores serán conscientes de que no se recordarán los juegos por las hazañas de la gimnasta Simone Biles, al menos hasta que el tiempo obre el milagro y transforme la tragedia en comedia. Y entonces, sí. Entonces será el momento en que triunfen las medallas de Biles, con la velocidad que tienen los datos fríos para convertirse en yacimientos arqueológicos.

Pero mientras, Japón habrá puesto la estampa de su monte Fuji al servicio del mes que viene, del invierno que viene, del año que viene o cuando sea el momento en que salgamos que esta. Con los juegos del año después, seremos todos los que nos subamos al podio. Y durante un momento querremos ser todos más rápidos, más altos, más fuertes. Incluso los que creen que la carrera está ganada antes de enfundarse el dorsal. Seguiremos siendo tan contradictorios como ese Olimpo que emparejaba a la guerra con el amor. No saldremos mejores porque la mayoría de nosotros solo pensamos en ganar. Pero al menos nos llevaremos un desfile al son de bandas sonoras de videojuegos. Al menos nos llevaremos una satisfacción en este momento insatisfecho. Al menos sabremos que pese a la lluvia, las lesiones y las virtudes del rival, habremos sido capaces de volver a soñar con seres que lanzaron sus hechizos en lugares exóticos. Y volveremos a empezar.

@Faroimpostor

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