Antes de que Batman instaurara la estética pop en la pequeña pantalla, dos agentes secretos se encargaron de convertir lo inverosímil en aceptable. Y, además, se convirtieron en héroes. Esta es la historia de El agente de CIPOL
VALÈNCIA. A principios de los años sesenta, el novelista Ian Fleming puso de moda el espionaje de alto nivel y convirtió en superhéroe al Agente 007. Todo empezó cuando en 1961 la revista Life publicó la lista de los libros favoritos de Kennedy y los lectores descubrieron que entre ellos estaba Desde Rusia con amor. La adaptación cinematográfica del libro estuvo entre las películas más vistas de 1964 y, un año después, Goldfinger ocupaba el tercer puesto de dicha lista. Con el mundo cautivado por James Bond la siguiente pregunta fue: ¿pueden ser también los agentes secretos un fenómeno para la gran pantalla? El productor Norman Felton quiso saber cuál sería la respuesta. Famoso por producir series como Doctor Kildare, pidió reunirse con Fleming cuando aún no se había estrenado ninguna película inspirada en las peripecias de Bond. Ambos intercambiaron ideas, pero Fleming acabó retirándose del proyecto y Felton le pasó las notas acumuladas al guionista Sam Rolfe. Este propuso que el protagonista, que había sido bautizado como Napoleón Solo por el propio Fleming, no representase a un país concreto sino a una organización internacional. Así nació U.N.C.L.E. El significado de dichas siglas (United Network Command For Law And Enforcement, algo así como una organización global que vigila el cumplimiento de la ley) solamente se desveló a los tres meses de estrenarse la serie, pero Rolfe jamás aclaró si la palabra que se había inventado era un guiño humorístico, ya que uncle significa tío.
The Man From Uncle —que se tituló en España El agente de CIPOL (Comisión internacional para la Observación de la Ley)— nació con buenas intenciones, pero con mal pie. Las tramas no apelaban a la Guerra Fría ni enfrentaban a rusos contra americanos, más bien al contrario. El agente de C.I.P.O.L. puso a trabajar juntos a un ruso y un americano, con el fin de combatir a una organización llamada T.H.R.U.S.H., mucho más peligrosa que el comunismo o el capitalismo, cuyo fin era, por decirlo rápido, acabar con toda la gente maja del planeta. De impedir semejante atrocidad se encargarán Solo y su compañero, Illya Kuryakin. Llegó a la programación de la NBC en septiembre de 1964 en Estados Unidos, pero no tuvo buenos datos de audiencia hasta pasados tres meses. Su suerte cambió con la llegada de las Navidades. Los estudiantes abandonaron los campus universitarios, volvieron a casa para comer turrón y descubrieron que existía una serie que parecía hecha para ellos. Se corrió la voz y empezó a gozar de una gran popularidad. El agente de C.I.P.O.L. era una serie intencionadamente camp, pero el público juvenil se la tomó completamente en serio. En la cúspide de su popularidad se llegaron a recibir sesenta mil cartas de fans mensuales.
Solo y Kuryakin se convirtieron en los héroes televisivos de toda una generación. El primero se caracterizaba por su elegancia, seriedad e ingenio irónico. Con sus sempiternos jerséis de cuello cisne, Illya era el ruso mejor vestido a este lado del telón de acero. El actor que lo interpretaba resultó perfecto para el papel y su físico fue fundamental para convertir a Kuryakin en un sex symbol. Lo encarnó el escocés David McCallum que se dedicó a la interpretación porque, siendo pequeño, el cura del colegio les dijo a sus padres que, como era un mentiroso de tomo y lomo, lo mejor sería que se dedicara a actuar. Así que a los trece años ya andaba haciendo algunos papeles para la BBC. Su debut cinematográfico llegó cuando lo eligieron para el reparto de La gran evasión, que propició su entrada en Hollywood. Charles Bronson, compañero suyo en dicha película, le invitó a comer en los estudios de la MGM el día en que se celebraba el casting para la serie. Le presentaron al director del episodio piloto y le contrataron para un pequeño papel en el que no decía más que dos frases. Nunca se contempló que el personaje de Kuryakin adquiriera protagonismo, pero al final coprotagonizó la serie, transformándose en su gran imán erótico.
En cuanto a Solo, su papel recayó en Robert Vaughn, que pudo aceptar el personaje de chiripa, cuando se canceló The Lieutenant, la serie que en ese momento le tenía ocupado. Vaughn se tomó su papel con filosofía: jamás aspiró a que la serie El agente de C.I.P.O.L. fuese tomada en serio. Mientras la rodaba, aprovechó para terminar su trabajo de fin de carrera, un texto sobre las listas negras en la era de McCarthy. Vaughn había apoyado públicamente la candidatura de Kennedy y fue el primer actor que se manifestó contra la guerra de Vietnam. El jefe de ambos, Alexander Waverly, fue encarnado por Leo G. Carol, el actor que más veces ha trabajado con Hitchcock [cinco películas]. «Todo lo que tengo que hacer es apretar unos cuantos botones y enviar a los muchachos a alguna misión», dijo acerca de su papel. Y es que El agente de C.I.P.O.L. era una serie tan exagerada, tan pop, tan despreocupada de alcanzar unas mínimas cotas de realismo, que cautivó al público joven.
Los diálogos tenían joyas como esta:
— Kuryakin: ¿Qué hacemos ahora?
— Solo: Podríamos llevar a cabo una de nuestras temerariamente ingeniosas y nauseabundamente puntuales huidas... si las puertas no estuviesen cerradas.
Así se las gastaba el guionista Rolfe, que no dudaba en crear situaciones inverosímilmente peligrosas para los agentes. Sin ir más lejos, Solo se enfrenta a situaciones tales como que intenten sacarle la sangre para revivir el cadáver de Hitler o que Kuryakin es colgado de los pies sobre un pozo sin fondo mientras una vela quema la soga que lo sujeta. Los gadgets de T.H.R.U.S.H. tampoco son moco de pavo: un homogeneizador de cerebros; un lector de mentes; una droga que da superpoderes, pero que también puede hacerte regresar a la infancia... La serie se hizo tan famosa que en las visitas organizadas a la ONU había gente que pedía ver las oficinas de U.N.C.L.E. Los chicos querían ser como ellos y las chicas querían estar con ellos. Sobre todo, con Kuryakin, al cual hasta se le perdonaba que fuera ruso. «Puede que seas comunista, pero ¡eres nuestro comunista!», proclamó una fan. La serie concluyó en 1968 tras cuatro temporadas. Dos años antes fue estrenada en España, integrándose en la programación nocturna de los viernes. Vaughn logró que no se lo comiera el papel de Solo y tuvo algunas intervenciones importantes en el cine. A McCallum no le ocurrió lo mismo. «Cuando me entierren —dijo en una entrevista años después de que acabara la serie— mi epitafio dirá: Aquí yace Illya Kuryakin, inicialmente conocido como Dave McCallum».
Emisión: De septiembre de 1964 a enero de 1968.
Duración: 105 episodios.
Éxito: En la cúspide de su popularidad se llegaron a recibir 60.000 cartas de fans mensuales.
Curiosidades: La serie se hizo tan famosa que en las visitas organizadas a la ONU había gente que pedía ver las oficinas de U.N.C.L.E. y algunos de sus artefactos están expuestos en la Biblioteca presidencial Ronald Reagan.
Versión: En 2015, Guy Ritchie dirigió una película basada en la serie.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 98 (diciembre 2022) de la revista Plaza