La televisión era un medio muy muy joven cuando en Estados Unidos se estrenó la serie de misterio y asesinatos que, con flema británica y gesto inmutable, presentaba el autor de La ventana indiscreta o Con la muerte en los talones
VALÈNCIA. No escribía los guiones y, de los 262 capítulos que se filmaron, tan solo dirigió veinte. Su relación con la serie era exactamente la que iba implícita con el título: Alfred Hitchcock presenta. Hitchcock presentaba y despedía cada capítulo de esta serie de historias breves sobre crímenes que aspiraban a ser perfectos. Y, sin embargo, el director, aclamado como el maestro del suspense, era el alma de esta serie. En Estados Unidos fue estrenada en octubre de 1955 y se mantuvo en la parrilla durante una década, pero a las pantallas españolas no llegaría hasta 1961, donde fue emitida los viernes noche. El humor negro, un elemento ajeno a la televisión en aquellos sus primeros años, era uno de sus ingredientes básicos, y Hitchcock sabía representarlo como nadie, algo de lo que tomaría buena nota Chicho Ibáñez Serrador de cara a su serie Historias para no dormir. Cada emisión comenzaba con el director de Psicosis dando las buenas noches, dirigiéndose al espectador con gesto serio, en situaciones que iban de lo macabro a lo absurdo. Metido en un ataúd, atado en una silla eléctrica, convertido en espantapájaros o sentado ante una batería con una peluca a lo Beatle, Hitchcock hablaba como si la puesta en escena que le rodeaba fuese de lo más normal. De este modo, daba paso a la historia que relataba el crimen en cuestión. Y al concluir esta, de nuevo el director, desafiando a los censores del código Hays con su pequeña reflexión de despedida, en la que siempre se las apañaba para mostrar su simpatía por el malhechor. Hitchcock dijo en una ocasión que, cuanto más escandaloso se volvía un tema, más le gustaba. Con Alfred Hitchcock presenta contagió al público con su perversa ironía, haciendo que este se identificara con el villano y se riera con el asesinato.
La serie de antología [se denomina así a las que están compuestas por historias independientes entre sí y con protagonistas distintos] más duradera de la historia de la televisión era el género de moda a mediados de los cincuenta, cuando esta todavía era un medio nuevo. Dada la reputación de Hitchcock como mago de la intriga —ya existía una revista de relatos que llevaba su nombre, The Alfred Hitchcock Mistery Magazine—, su antiguo representante le propuso la idea de la serie. Su presencia sería fundamental en ella, porque más allá de su reputación, era reconocible gracias a los cameos en sus propias películas. Lew Wasserman consiguió que Hitchcock olvidara sus temores: le había costado mucho trabajo que su cine fuese tratado con respeto y lo último que quería era dañar su reputación asociándose a un medio muy denostado por la gente del cine. Se le ofreció total control creativo y cuando a la cadena CBS le presentó el proyecto, lo vio tan claro que ni siquiera exigió un piloto. Fue el único cineasta establecido que no tuvo problema en firmar un producto televisivo, apareciendo además en él. Nombres que años más tarde serían nuevos valores del cine americano como William Friedkin, Sidney Pollack o Robert Altman dirigieron algunos episodios, al igual que la actriz Ida Lupino, una de las pocas mujeres que entonces se dedicaba a la dirección.
El humor era el condimento secreto que hacía que la serie funcionara tan bien pero no era exclusivo a las apariciones de Hitchcock, también se aplicaba a las historias. En el episodio originalmente titulado Lamb to the Slaughter (Cordero al matadero), una mujer (Barbara Bel-Geddes, futura matriarca de Dallas) se entera de que su marido piensa abandonarla y lo mata golpeándole en la cabeza con una pata de cordero congelada. Después se deshace del arma homicida preparando un guiso. Cuando llega la policía, ofrece a los agentes que prueben el plato y les dice: «Quizá tengan el arma asesina delante de sus narices». La historia era una adaptación de Roald Dahl, que junto a H.G. Wells, Robert Bloch, Ray Bradbury o John Cheever, vio uno de sus relatos convertido en parte de esta ficción televisiva. Hitchcock aseguraba que ningún autor iba a usar una buena idea para un guion, así que el equipo de producción leía constantemente novelas y libros y relatos para seleccionar historias. Dicho equipo acabó siendo dirigido por Joan Harrison, persona de confianza de Hitchcock, que firmaba como productora ejecutiva. Comenzó siendo su secretaria, luego coescribió con él los guiones de películas como Rebecca y finalmente pasó a ser una de las pocas mujeres de Hollywood que trabajaba en producción. En 1941, fue la primera mujer nominada a un Oscar.
En sus intervenciones, Hitchcock tenía por costumbre meterse con los anunciantes. Los patrocinadores no le veían la gracia e hiperventilaban cuando llegaba el momento de la publicidad y el director se acercaba a la cámara para decirle, en tono confidencial al espectador, que ahora iba a ver «algo terrorífico de verdad» o «nuestra historia de esta noche es sobre un hombre llamado Perry. La verán después de un minuto llamado tedio». Entonces, los expertos en marketing descubrieron que no era negativo sino todo lo contrario: los espectadores valoraban que las marcas tuvieran el sentido del humor necesario para anunciarse en un espacio cuyo presentador se burlaba de la publicidad. Alfred Hitchcock presenta fue, desde el primer momento, un producto televisivo con una identidad consolidada. Además de las intervenciones de su creador, estaba la cabecera en la que veíamos al orondo personaje incrustarse en el dibujo de su propia silueta. El dibujo era obra suya, reminiscencia de los años que pasó trabajando en agencias de publicidad como artista gráfico antes de poder hacer cine, que era su verdadera vocación. Unos inicios profesionales que, sin duda, explican esa aversión manifiesta hacia la publicidad. La sintonía de la serie también tuvo un papel determinante. La música era Marcha fúnebre para un títere, una pieza de piano escrita por el compositor francés Charles Gounod en 1872. La sintonía fue recomendada por Bernard Herrmann, autor de las bandas sonoras de las películas de Hitchcock. Historias cortas, intriga, asesinatos. Una idea audaz que conquistó a las audiencias y dejó su huella en la cultura contemporánea. Seguro que Hitchcock tendría algún comentario jocoso acerca de esto.
Emisión: Fue emitida por la cadena CBS (1955-1964) y por la NBC (1964-1965) bajo el nombre de Alfred Hitchcock Presents y The Alfred Hitchcock Hour, respectivamente. En España se estrenó en 1961.
Duración: Diez temporadas (363 capítulos).
El dato: Robert Stevens rodó más episodios y logró el Emmy a Mejor Director por el episodio The Glass Eye (1958).
Premios: Globo de Oro a Mejor Serie en 1958 y la revista Time la catalogó como una de las cien mejores series de la historia de la televisión.
* El artículo se publicó íntegramente en el número 96 (octubre 2022) de la revista Plaza