VALÈNCIA. El arte debe provocar algo, pero nunca se especifica el qué. Ante una misma obra existen tantas interpretaciones como miradas la están observando, y hay tantas formas de crear como manos se vean involucradas en el proceso. Una de las emociones que el arte puede provocar es la de rechazo por aquello desconocido y nuevo. No todo es estética y “formas bellas”, en esta familia todos son bienvenidos, sin necesidad de irse a los extremos más absolutos. A través de diversos proyectos que se “salen” de lo común hacemos un breve análisis por “lo desagradable en el arte”, con sus propios creadores y a través de su obra.
Objetos extraídos directamente de la basura, un replanteamiento del cuerpo como “bio puerto”, pequeños “monstruos” con pelos y ojos, arte a través del compost… Todas estas manifestaciones cuentan en la retaguardia con unos creadores que decidieron plantearse el: “¿Por qué no?” sin miedo a los públicos. Creaciones que nacen desde la necesidad de exponer al mundo los sentimientos de la forma más cruda posible, sin maquillarla ni preocuparse por el qué dirán. Obras que provocan ese "algo" del que hablábamos al principio, pero a su vez sentimientos que ni conocíamos. Una nueva forma de enfrentarse a la obra conociendo bien su trasfondo, con un acercamiento sin miedo y no siempre lejos de “lo bello”. Un breve análisis a través de las creaciones de Cao Kaal, artista no binarie y disidente, y la artista multidisciplinar Yasmina Benabdelkrim. También de la mano de dos dúos artísticos, el conformado por Joar Remolar y Laura Cano y el de Andrea Angulo y Meritxell Simó. Sin prejuicios y con muchas dudas, comenzamos.
Lo más asociado con lo propio y lo humano es lo que más nos repele muchas veces. Algunas de las cosas que hacen los niños son castigadas por “asquerosas” o “desagradables”. Todo ello surge desde una base educativa, en la que se decide lo que está bien y lo que está mal. Se nos explica desde el principio cómo concebir cuestiones tan naturales como el cuerpo y la sexualidad, pero generalmente se hace desde la normatividad. Kaal crea un espacio los sujetos queer, generando una forma de ver el cuerpo como “el lugar donde la vulnerabilidad se hace carne”. Una forma de poder habitar los márgenes con la reproducción de sistemas normativos y la destrucción de estos. En su trabajo: El Cuerpo como biopuerto. Práctica artística a través del ano como representación-metáfora de lo abyecto, propone reflexionar sobre los cuerpos. Sobre estos se analizan también los intereses de poder y como esto denota unas estructuras políticas y sociales que se intentan bajar poco a poco a una “horizontalidad” a través de la obra: “Al final la moral y la ética es cishetero normativa. El arte a veces tiene que tener ese atributo de salvaje, para bien o para mal que interpele algo, la obra y la investigación supone algo vivo”.
Huyendo de esta idea del “asco” y de lo “siniestro y molesto” se logra un alejamiento del deseo y de las construcciones básicas: “Hay muchas capas en todo esto, al final supone una deconstrucción como otra cualquiera, hay que dejar de ver los conceptos desde la perspectiva social que se nos impone”. Y añade también: “Lo siniestro es una forma de vernos reflejados en que en esto tan lejano hay algo más próximo a lo que somos. Más utópico es cumplir un canon social que ser un completo orificio, por enlazarlo con mi concepto”. Al igual que Kaal contempla el cuerpo y sus partes como biopuerto la artista Benabdelkrim contempla el compost como la Tierra dorada. Al final surge todo de una reeducación desde la que acercarse a investigar sobre algo natural desde otra perspectiva. Benabdelkrim emplea el proceso del congelado para capturar la materia orgánica, parando así su proceso de descomposición: “Mi discurso va de deconstruir esta idea de que el material orgánico es desagradable, en función de cómo trates el material este se transforma”, y añade: “La idea es deconstruir la visión desagradable que hay sobre el concepto de “guardar tu basura”. No la estás guardando, lo que estás siendo es agradecida con la tierra, se la estás devolviendo”. Dando el valor al compost lo revitaliza, a través de esculturas efímeras que capturan la vida en sí misma, y que transforman los materiales a través del arte.
A veces es más divertido aproximarse al otro lado, ver qué sucede desde uno de los extremos. Para Angulo esto supone acercarse a lo “cutre, feo e inútil”, un aproximamiento a la cara B más oscura de la historia: “Se habla de lo inútil y lo no estético, de algo que prototípicamente no se comprende dentro del arte”. Realmente la lucha está en acercarse a algo que no es lo habitual, es mucho más fácil hacer lo que dicta la sociedad y lo que es bonito y fácil de crear, al menos a primera vista. Sin embargo hay que eliminar estos prejuicios en el mundo del arte, cabe intentar alejarse de ello para contemplar la creación desde nuevas perspectivas. Para esto a veces es tan sencillo como transformar aquello que habitualmente se concibe como “cuqui”. Cano y Remolar toman como referente a Simon May con El poder de lo cuqui, y como la belleza no es solo retratar las cosas pequeñas bonitas, sino que tal y como destaca Remolar existe un factor de ambigüedad que roza lo feo.
Tanto Cano como Remolar buscan a través de su proyecto de las Winx (en este caso en el Capítol l: La caiguda d'Alfea) reflejar una narración alternativa y llena de destrucción: “Todas las obras tiran entre el cuquismo, la idea infantil y parte de esa estética y juntarlo un poco con el horror” resalta Remolar, quien asegura que ambos factores no tienen por que estar desligados. Parte de esta lucha de extremos parte de la necesidad de transformar por completo lo ya conocido, jugar con esa dualidad que permite que se dé paso a la experimentación, tal y como lo ve Cano: “Es nuestra forma de trabajar con lo ambiguo, una pieza puede tener un ojo en el tubo y luego puede tener un lazo por ejemplo, y todo ello hacerlo realista”. Una guerra entre la melancolía y el horror, un reto en no hacer siempre lo que se espera del arte, y que a su vez “al ser tan divertido no se gasta tan pronto”, según Angulo. Su compañera artística y de performance es Simó, quien recalca cómo el mensaje y el medio deben diferenciarse en este tipo de creaciones: “Podríamos decir que el filtro es lo desagradable, existen artistas que lo hacen de forma más literal y otros que se acercan más a lo cutre y la risa. Nosotras por ejemplo experimentamos desde el punto del humor, aunque depende de la perfo”. En su obra Hicz El Niño Muerto (2022) juegan con la idea del hijo "no tenido", asistiendo a su propio entierro vestidas para la ocasión y sepultando con sus propias manos.
Cao Kaal: “A través del arte tenemos que construir otras formas de conocer la realidad que no sean tan categóricas y dogmáticas”.
Yasmina Benabdelkrim: “¿Qué es agradable y qué desagradable? Comprender esto conlleva un proceso de desaprender lo aprendido. Va más allá de plantearse lo que está bien y lo que está mal, es un cajón de la sociedad”.
Joar Remolar y Andrea Cano: “Alejarse de la institución también es clave, hay que encontrar espacios interesantes para dotar a la obra de un sentido absoluto”.
Andrea y Meritxell: “Nos creemos especiales pero en el fondo no lo somos, no hay una forma perfecta de ser desagradable”.