Por todo el mundo hay mercados. Los hay pequeños y grandes, serios y variopintos, con mucha tradición y vanguardistas. Cada uno evoluciona con sus usos y costumbres según las latitudes donde se crearon. Su origen fue la venta de carne, pescado, fruta y verdura, luego derivaron en más cosas. También evolucionaron sus edificios según las modas, los estilos arquitectónicos y, sobre todo, por las normas de higiene que fueron mejorando y se fueron imponiendo a lo largo de los siglos.
En alguno de mis viajes (antes del covid-19) he visitado mercados de diferentes tipos que el turismo ha hecho que sean aún más interesantes. El mercado flotante de Damnoen Saduak en Tailandia, el Nagycsarnok de Budapest o el de San Miguel de Madrid, por destacar algunos de ellos, son centros de encuentro donde los alimentos son los protagonistas. Es una curiosidad ir a un mercado flotante en Tailandia en el que los puestos son pequeñas embarcaciones a remo desde los que venden sus productos, muchos de ellos exóticos, flotando en el río. El Nagycsarnok está ubicado en uno de los más hermosos edificios neogóticos de la capital húngara. Tiene tres plantas. Además de carne, pescado, frutas y verduras, venden objetos de artesanía y productos típicos húngaros como el paprika o el vino de Tokaj. El Mercado de San Miguel es visita obligada si va a la Capital de España. Está muy cerca de la Plaza Mayor de Madrid y camino del Palacio Real, es lugar de culto para el buen comer, además de comprar lo que le apetezca. Entre sus puestos algunos son de reconocidos chefs como el de Jordi Roca, que le endulzará la vida. Pero no se confundan, entre estos y algunos otros, el mejor de todos es el Mercado Central de Alicante. No se nota que soy alicantino, ¿verdad? Aunque me manifiesto así por pura convicción.
No puedo negarles que me gusta ir al Mercado Central de Alicante, caminar por sus calles, ver los productos frescos que se venden en cada puesto, observar con qué maestría se corta la carne o el pescado. Y comprar, por supuesto. Visito más la planta baja donde son protagonistas los productos del mar y la bollería. Me asombra ver enormes atunes de unos 40 kilos expuestos antes de ser despiezados para su venta, es una verdadera clase de anatomía sea ventresca, tarantelo o cola la parte del pez que te vas a llevar a casa. Además, encontrarás calamar, merluza, gamba roja, salmonetes, mojama, entre otros manjares. Desde los puestos sus propietarios le ofrecen multitud de sabores para llevar a casa. A su vez, me encanta la diversidad de la “bollería”, hay puestos donde puedes elegir entre toñas de Muchamiel, magdalenas de Elda o empanadillas de Alicante. Y muchas más “golosinas”.
Como manifiesta Ángel Luís Marcos, Guía Oficial de Turismo y miembro de la Asociación Alicantina de Periodistas y Escritores de Turismo, “el Mercado Central es uno de los mejores recursos turísticos de la ciudad porque es un monumento vibrante, vivo. Porque es el corazón de Alicante. Es el mejor lugar para conocer nuestras costumbres, nuestras tradiciones y nuestro territorio”.
Recorriendo las calles de este mercado he recordado alguna vez lo difícil que fue que se construyera en este lugar. Su historia es singular, fruto de un largo proceso lleno de vicisitudes y curiosidades. Acompáñenme en este relato, que yo se lo cuento.
Por su cercanía al puerto de Alicante y por su importante movimiento de mercancías de todo el mundo, además de los productos del mar, se construyó un mercado (1841) con los planos del arquitecto Emilio Jover, en el terreno que hoy es la Casa Carbonell. En realidad, eran dos edificios uno seguido del otro separado por una calle. Construidos como una plaza porticada cada uno. Bajo su cubierta se instalaban los puestos cada día, no tenían una instalación fija. En el centro había un gran espacio al aire libre como lugar de reunión o de tránsito. Hubo otro mercado, más modesto, en lo que hoy conocemos como la plaza Nueva: el Mercado de García Calamarte (1883). Este fue trasladado al barrio de Benalúa el 1 de mayo de 1899, por acuerdo del Ayuntamiento de Alicante por motivos de rentabilidad del mercado. Tampoco tuvo éxito y sus instalaciones se destinaron al Instituto de Higiene y Laboratorio Municipal en 1912.
Por motivos del desarrollo urbanístico y de población de Alicante se pensó que el Mercado de la ciudad debía de tener otra ubicación y trasladarlo desde la fachada marítima a otro lugar más apropiado. En 1901 el Ayuntamiento de Alicante anunció la construcción de un nuevo Mercado de Abastos en la plaza de Balmes. Se convocaron varios concursos públicos para la adjudicación de las obras, pero estos quedaron desiertos. Finalmente, se puso fecha para el acto de colocación de la primera piedra en la plaza Balmes con asistencia del Rey Alfonso XIII, el Presidente del Gobierno José Canalejas, el Alcalde de Alicante Federico Soto y diversas autoridades. Para esta inauguración se construyó un templete – por el ingeniero Lafarga - desde donde explicaron al Monarca todo el proyecto. El Secretario del Ayuntamiento dejó constancia de este acontecimiento en un Acta manifestando que “En la Ciudad de Alicante, el 12 de febrero de 1911, en la Plaza de Balmes, S.M. el Rey Don Alfonso XIII procedió a colocar solemnemente la primera piedra para la construcción de una plaza de abastos; extendiendo el presente Acta que, con S.M. firman su Real séquito, representantes en Cortes, autoridades de esta ciudad y demás personalidades invitadas”.
A su vez, la ciudadanía reclamaba un cambio de ubicación del mercado que seguía construido cerca del puerto. Un buen día le preguntaron al alcalde Federico Soto “¿cuándo habrá un alcalde valiente que se atreva a demoler el viejo y maloliente mercado?”, a lo que Federico Soto contestó que “ese alcalde seré yo. Lo colocaré en el sitio donde más moleste a la población y será la forma de concienciarla que se construya un nuevo mercado en la ubicación adecuada”. Cumplió su palabra, el 21 de octubre de 1912 se derribó el viejo mercado y unos días después sus puestos se instalaron en el Paseo de Méndez Núñez y Plaza de Castelar (hoy Rambla de Méndez Núñez). El solar del antiguo mercado que quedó vacío se urbanizó alienando las fachadas de los edificios y continuando el paseo de la Explanada. También se construyeron los edificios Lamagniere (1916), Casa Carbonell (1923)…
En 1914 el Ayuntamiento decide construir el Mercado Central en dos fases. Primero el edificio que colinda con las calles Alfonso X el sabio, Calderón de la Barca y Capitán Segarra; más adelante se construiría la segunda fase con una estructura metálica. Nuevamente el concurso para su construcción quedó desierto y desfasada la valoración inicial de la obra de 438.917 pesetas. El arquitecto Francisco Fajardo hizo una nueva valoración de 1.247.000 pesetas. Ninguna empresa aceptó la construcción de la obra. Desesperado, el Ayuntamiento estuvo dispuesto a escuchar y atender cualquier iniciativa. Fue la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Alicante, presidida por Jose Guardiola Ortiz, la que dio un paso al frente para buscar una solución dando un crédito de 1.400.000 pesetas para su construcción. El arquitecto fue Juan Vidal Ramos, quien respetó el proyecto original, pero le añadió su propia personalidad. El Mercado fue inaugurado el 12 de noviembre de 1922. La ceremonia inaugural fue presidida por Antonio Bono Luque – alcalde de Alicante -, junto con la Duquesa Viuda de Canalejas, además de José Francos Rodríguez – ministro de Gracia y Justicia – además de otras autoridades de la ciudad.
Este Mercado Central cerró sus puertas al público el 28 de noviembre de 1987 para modernizar sus instalaciones, con Jose Luís Lassaletta como alcalde de Alicante. Fue reinaugurado por el alcalde Ángel Luna en 1992. En el periodo que estuvo cerrado el mercado por las obras, los puestos se trasladaron a la Lonja desde el 1 de diciembre de 1988 hasta la reinauguración mencionada.
El Mercado Central de Alicante también figura en el itinerario de visitas de guías y touroperador como reclamo turístico de Alicante. Ángel Luís Marcos – de BLUEMEDTOURS – organiza visitas a este Mercado Central con grupos de turistas extranjeros, principalmente. A estos – dice - "lo que más les llama la atención son los puestos de pescado y marisco, así como los de jamón serrano. A los noruegos, suecos e ingleses les encantan los puestos de salazones. A los japoneses y coreanos, los de atunes y el marisco. En general, les llama la atención las granadas, los dátiles y les gusta mucho los nísperos". Ángel Luís organiza visitas a este Mercado con catas de salazones o de jamón serrano para deleite de sus clientes. Suelen terminar estas visitas probando vermús de la tierra, así como el famoso vino Fondillón, placer de Reyes.
Después de sus diversas reformas, hoy podemos gozar de un Mercado de Abastos moderno y de calidad, ubicado en un edificio singular de estilo eclético con ornamentos del modernismo valenciano. Que lo disfruten.