El pasado 7 de octubre conmemoramos el 450 aniversario de la batalla de Lepanto (1571). Siendo una fecha para recordar y para conmemorar se preguntará ¿qué tiene que ver Alicante con esa batalla y sus consecuencias? Incluso ¿qué tiene que ver uno de sus principales protagonistas con Alcoy? Pues mucho, ahora verá.
La interpretación de la historia y, sobre todo, el conocimiento de los hechos me lleva a contarle y a descubrirle el motivo de estas líneas.
Liderado por el Rey Felipe II, su hermanastro D. Juan de Austria organizó, participó y ganó la batalla de Lepanto - con sus aliados cristianos - a un enemigo poderoso. Vencieron al turco, pacificaron esa parte del Mediterráneo y abrieron rutas comerciales, además de generar grandes oportunidades sociales y culturales. Fue una batalla que cambió el devenir cotidiano presente y futuro de las naciones de entonces a orillas del Mediterráneo.
Fue “el mayor acontecimiento de la historia desde el nacimiento de Cristo”, en palabras del escritor Miguel de Cervantes. No se lo contaron, estuvo allí, quiso ser uno más, con la mala fortuna que una bala de arcabuz lo dejó manco de su mano izquierda, pero con la buena de servir a su patria cono el había elegido.
“El mar. La Santa Liga. Un generalísimo de veinticuatro años, a bordo de una galera Real de ensueño, al lado y al frente de los Doria, los Colonna, de los prestigiosos venecianos. La amenaza temible de la Armada turca… Y una victoria auténticamente prodigiosa, en las aguas del adversario, una victoria aplastante. Extraordinaria”, así nos lo cuenta el historiador Bartolomé Bennasar en su libro “Don Juan de Austria. Un héroe para un imperio”. Permita que le dé una pincelada de quienes eran los contendientes y a qué se enfrentaban. La Armada de la Santa Liga cristiana la componían 227 galeras, 6 galeazas, 76 fragatas o bergantines, 1.815 cañones y 80.000 hombres. La Armada turca la formaron 210 galeras, 87 galeotas y fustas, 750 cañones y 88.000 hombres. El resultado de bajas fue aterrador para el bando turco. Mientras que el bando cristiano tuvo 10.000 muertos y 8.000 heridos, además de 13 galeras apresadas, consiguiendo la liberación de 12.000 cautivos; la Armada turca tuvieron 40.000 muertos, 8.000 prisioneros, 200 galeras hundidas, quemadas o capturadas. Imagine semejante batalla naval cerca de la ciudad griega de Lepanto, un horizonte plagado de sangre, de mástiles de las naves, de una lucha sin cuartel para vencer al enemigo.
Así fue. D. Juan de Austria, hermanastro de Felipe II, un héroe para el imperio español que despertó la admiración de muchos y la envidia de otros. Cómo no. Nacido vasallo, desconocido en la Corte hasta de lo reconoció el Emperador Carlos V como hijo ilegítimo, fue educado como un Príncipe que aspiró a ser rey. Alto, bien parecido, fuerte, con un especial don de gentes, encabezó el objetivo de derrotar al imperio turco y lo hizo, vaya si lo hizo, para pasar a la historia como su héroe y ser recordado como tal a lo largo de los siglos.
¿En qué afectaba la amenaza turca al puerto de Alicante y al tráfico de mercancías por mar? En el siglo XVI Alicante “es el tercer puerto de la Monarquía hispánica, sólo superado por Sevilla y Cádiz”, en palabras del historiador Antonio Adsuar. Este sigue afirmando que “Alicante era clave con su conexión con Castilla a través del corredor del Vinalopó, un gran punto de redistribución entre las tierras de la Meseta (de Castilla llegaba sobre todo la lana) y el resto de Europa y del mundo. Siempre vivió la rada alicantina marcada por la demanda de Castilla y por una élite de comerciantes europeos extranjeros que controlaban los mercados”. Precisamente, Felipe II amplió el muelle del puerto para facilitar la carga y descarga de mercancías. Al derrotar al imperio turco en el mar, se derrotó también a los corsarios y piratas que estaban a su servicio. Así, desde entonces, los puertos - como el de Alicante - que exportaban mercancías a Marsella, Génova, Roma, Venecia, además de a otros del Atlántico, pudieron hacerlo con mayor tranquilidad y más posibilidades de alcanzar con éxito su puerto de destino.
D. Juan de Austria, ese héroe, militar y marino, estratega y guerrero, dejó huella por su forma de ser, por su inteligencia... Y de él también nos acordamos con algunas cosas que formaron parte de su biografía. Su pendón de la nave capitana se guarda en Toledo. El cañón llamado Gran Turco de la galera La Sultana lo donó a la ciudad de Cartagena. Una reproducción de su galera Real, a tamaño natural, se muestra en las Atarazanas Reales en Barcelona. Su Cristo, que se quemó superficialmente por uno de sus lados durante la batalla, permanente intacto en una de las capillas de la catedral de la ciudad Condal para deleite de los que van a rezarle. Y algo más, que por desconocido me permito contarlo con un poco más de detalle porque llegó por el puerto de Alicante –con el sigilo y la destreza que el secreto requería– para alcanzar su destino definitivo.
Una copia del santo sudario con la imagen de Jesucristo, que se guarda en Turín, se lo entregó el papa Pio V a D. Juan de Austria para protegerle a él del infiel y para darle suerte contra el turco. Este lo llevó puesto durante la batalla de Lepanto. Y así fue, salió victorioso, héroe y famoso de esa sangrienta contienda. Este sudario llegó al puerto de Alicante entre el sigilo y el respeto con una finalidad clara que ahora le cuento. Se custodia desde 1599 por las monjas Hermanas Agustinas Descalzas del convento del Santo Sepulcro en Alcoy. Deje que le cuente algo más de este paño tan antiguo y venerado. Se guarda en ese convento en una hornacina protegida con un cristal para evitar su deterioro. Se preguntará cómo llegó hasta Alcoy. Enseguida se lo digo, no tardo nada, no le tengo inquieto por conocer su misterio. Don Juan de Austria tuvo un secretario alcoyano de nombre Juan Luís de Alzamora. Fue quien llevó este paño a dicho convento, después de tener el consentimiento de D. Juan. Buscaba con esto el jubileo para la capilla del Santo sepulcro. Así lo reconoció el cronista Rogelio Sanchís Llorens a mediados del siglo pasado después de una ardua investigación para corroborar estos hechos.
La Armada española no ha olvidado la hazaña de esta batalla y ha organizado diversos actos para conmemorarlo. No es para menos, ya se lo digo yo. Media Europa de entonces estaba involucrada en uno u otro bando. Pero hay más. Uno de sus buques tuvo el nombre de esa batalla naval. El destructor Lepanto, que tuvo como una de sus misiones la de escoltar los barcos de pasajeros Virgen de África y Victoria -de transmediterránea- además del Sidi Mabrouk y Sidi Obka franceses de la ruta Alicante-Oran, que rescataron a los colonos europeos de la Argelia independiente (1962) de la que tuvieron que marcharse de prisa y corriendo con lo puesto para no ser degollados por los argelinos exaltados durante los primeros días de aquel acontecimiento. La española fue la única Armada que escoltó esos buques con colonos europeos a bordo que escapaban de aquella barbarie en busca de un nuevo porvenir. Algunos de estos colonos fueron acogidos en Alicante. Desde el mar, antes de entrar en el puerto, vieron su nuevo hogar donde sentar sus raíces. Algún día le contaré este éxodo con mucho más detalle.
A su vez, la ciudad de Alicante rinde homenaje a la batalla de Lepanto con una calle con su nombre, situada en el barrio de San Roque. Reconocimiento bien merecido. Pues eso.