Una de las mayores instalaciones industriales de Alicante fue La Fábrica, como la llamaban sus empleados y buena parte de los ciudadanos de la ciudad alicantina. Así fue por su importancia, su envergadura y lo mucho que tuvo que ver en la vida cotidiana de miles de personas que tuvieron empleo en sus instalaciones. Me refiero a la Fábrica de Tabacos, también llamada la Tabacalera, que dejó buen recuerdo, por muchas cosas, que ahora le cuento.
Pero antes de continuar, permitan que le diga cómo empezó todo. A mediados del siglo XVIII el Obispo Juan Elías Gómez de Terán hizo construir un gran edificio sobre una ermita dominica anterior en terrenos del Barrio de San Antón para Asilo y Casa de Misericordia con el fin social y solidario de atender a los más necesitados de la sociedad, así como también para residencia episcopal. A su vez, la Institución de la Renta del Tabaco decidió abrir unas instalaciones en Alicante, después de haberlo hecho muchos años antes en Sevilla y Cádiz. Por su parte, quien sucedió al Obispo citado, Cebrián de nombre, se le ocurrió la polémica decisión de vender el inmueble del Asilo a la tabacalera estatal. Ya tenemos el origen de la trama, parece esto una novela histórica de esas que tanto están de moda, pero ya verán que sólo lo parece. En ese edificio instalaron en 1801 una Fábrica de Tabacos. Con el tiempo esta fábrica necesitó más espacio y se fue quedando con todo, sólo quedó una pequeña iglesia con su fin religioso.
Esta fábrica contrató mayoritariamente a mujeres. A muchas alicantinas les cayó la lotería, su vida laboral la hicieron bajo esos muros en una época en que la mujer se dedicaba sólo a las tareas domésticas de la casa o laborales de la agricultura y sin mucho porvenir en otras faenas. Este perfil femenino de estas operarias, llamadas popularmente cigarreras, tiene una explicación y un por qué. Vean. Como nos cuenta Caridad Valdés en un interesante trabajo sobre este asunto, cuando se implantó esta industria en Sevilla en 1620 el proceso de elaboración del tabaco en polvo requería fuerza física y se recurría a la contratación masculina de los empleados. Con la instalación de la fábrica de Cádiz en 1741 para elaborar un nuevo producto de moda, el cigarro, se recurrió a la contratación de mujeres por considerar que eran más cuidadosas, harían su trabajo con más mimo y serían menos beligerantes – eso creían - en sus reivindicaciones laborales.
Desde esta fábrica en Cádiz, en todas las demás fábricas de tabaco era la mujer la que ocuparía sus puestos de trabajo. En Alicante en 1801 eran 500 mujeres contratadas, 2000 en 1828, 3000 en 1844, 6200 en 1884, … Este incremento empezó a detenerse a partir de 1887 cuando la nueva empresa explotadora del monopolio, Compañía Arrendataria de Tabaco (CAT), realizó cambios en la producción del producto, se propuso modernizar la industria y garantizar su rentabilidad económica.
Muchas de las cigarreras se empleaban desde muy jóvenes, algunas incluso habían acompañado de niñas a sus madres a La Fábrica mientras estas hacían su jornada laboral. ¿Se imaginan la escena, a estas niñas pequeñas en sus cunas de mimbre viendo y escuchando todo el proceso productivo?, ¿se imaginan a niñas más mayores mirando y admirando a sus progenitoras cómo manejaba el tabaco con la delicadeza de sus manos? Cuánto escucharían de lo cotidiano, de los quehaceres mundanos, de las peripecias para sobrevivir a los avatares de la vida. Sería para ellas una escuela de la vida, aunque si les hubieran dado a elegir seguro que hubieran preferido estar con niñas de su edad en el patio del colegio disfrutando de su inocencia.
Un periodista inglés, uno de esos que recorrían España durante el siglo XIX para descubrir este hermoso país, escribió un artículo en la revista Times de Londres, que después se publicó en la prensa local traducido al español, en el que recogía el ambiente en La Fábrica. Decía cosas como esta: “La Fábrica de cigarros presenta en su interior el golpe de vista más interesante y animado que se pueda imaginar. Figuraros a 4.500 mujeres de edades comprendidas entre los 14 y 40 años. Imaginad la alegre locuacidad de ese enjambre, la destreza de sus ligeros dedos que trabajan con regularidad y prontitud de una máquina, sus cestitos con el alimento del día colgado simétricamente en garfios sobre sus cabezas…. Y todas ellas sentadas a lo largo de extensas cuadras con ventanas donde el aire está cargado con polvo de tabaco”.
El 20 mayo de 1844 La Fábrica sufrió un tremendo incendio. Miles de cigarreras estaban trabajando en su interior en ese momento. Los ciudadanos de la ciudad de Alicante se volcaron en su extinción. Una quinta parte de su población podía perecer entre las llamas. Se salvaron, salvo dos personas, gracias a la pronta intervención del pueblo alicantino y de la Santa Faz que, según la leyenda, fue implorada produciendo el milagro de salvar miles de vidas y escapar del incendio.
Cuenta el cronista Vila y Blanco que cuando la Reina Isabel II visitó Alicante en 1858, fue a La Fábrica. Agradecida por el recibimiento que le hicieron las cigarreras, por la sinceridad de lo mucho que le contaron sobre sus inquietudes, por la transparencia de sus propósitos, la Reina hizo a su favor una donación de 20.000 reales en diez lotes de 2.000 reales. Otros Reyes visitaron también La Fábrica. Amadeo de Saboya lo hizo acompañado de su esposa. Alfonso XII hizo escala en Alicante en un viaje por el Mediterráneo y visitó La Fábrica. También lo hizo el Rey Alfonso XIII en 1905, en una de sus visitas a Alicante. Esta nos la cuenta el Heraldo de Madrid: "el Rey en la fábrica iba acompañado por los señores Presidente del Consejo, Ministro de Marina, senadores y diputados, … A la puerta de la fábrica se levantaba un arco de triunfo con la inscripción “Viva el Rey”. El Rey recorrió los talleres, las operarias le ovacionaron con grandes vivas y soltando palomas a su paso… El Rey fue obsequiado con un precioso peluche rojo, conteniendo diversas clases de tabaco elaborados primorosamente. En la cubierta se ve una placa de plata con la inscripción: las operarias de la fábrica de tabacos de Alicante al Rey D. Alfonso XIII. 15 de abril de 1905".
La edad de oro de La Fábrica deja paso a un lento declive desde 1887 cuando la empresa cambia de arriendo. Con CAT entran en escena las máquinas, como la de liar el tabaco, que restan puestos de trabajo, además de aplicar otras medidas como la congelación de nuevas contrataciones y la aplicación de criterios empresariales más competitivos en la explotación del negocio.
Con la irrupción de las máquinas cambió también el perfil de las cigarreras al necesitar formación para poder usarlas. Estas nuevas operarias más formadas e informadas también fueron más reivindicativas. Aunque con anterioridad también lo habían sido (huelga de 1830), desde finales del siglo XIX y principios del XX fueron mucho más combativas hasta el punto de que en 1908 destrozaron las máquinas que se instalaron en La Fábrica por no estar conformes porque no las querían, las cargaron de nuevo en sendos carros para devolverlas a los muelles del puerto de vuelta a su empresa distribuidora. Ya ven, eran de armas tomar, de mucho carácter, cuando creían tener la razón. Esto desembocó en ese dicho tan manido de que la unión hace la fuerza, constituyéndose en asociaciones obreras femeninas. En Alicante crearon la agrupación La Feminista en 1916. Posteriormente, se constituyeron en la Unión Tabacalera. Con las aportaciones de sus afiliados adquirieron en 1934 un edificio para su sede donde instalaron una escuela para los hijos de las cigarreras, además de salón de actos y biblioteca. Después de la guerra civil este edificio fue expropiado y lo ocupó la Dirección Nacional Sindical. Posteriormente, se usó para Juzgados. Actualmente queda el solar del edificio después de su derribo.
A finales del siglo XX La Fábrica va cambiando de manos, hubo regulaciones de empleo, … Llevaba mal camino, peligraba incluso su continuidad como empresa en Alicante. En 1999 la empresa se fusionó con la tabacalera francesa Seita y formaron el grupo Altadis. En 2002 la fábrica de tabacos cambia de situación después de 200 años y se instaló en el polígono industrial Las Atalayas. Años después la empresa británica Imperial Tobacco hizo una OPA hostil a Altadis por lo que pasó a gestionar las cinco empresas tabacaleras que quedaban en España. Los nuevos dueños decidieron cerrar la de Alicante en diciembre de 2009. En ese momento, la tabacalera alicantina tenía 338 trabajadores y entre ellos 170 cigarreras.
Este triste final de La Fábrica recobra vida con la rehabilitación de sus instalaciones para darles un uso cultural del que puede disfrutar toda la ciudad sin olvidar la actividad industrial que se realizaba en su interior. Caminando por sus naves, el viento que se cuela por ventanas y puertas nos trae el rumor de las voces de miles de aquellas cigarreras que elaboraban cigarros en este lugar para que no las olvidemos nunca porque forman parte de la historia y de las reivindicaciones sociales alicantinas.