socialmente inquieto / OPINIÓN

Lo dejó todo por amor

6/03/2023 - 

ALICANTE. Lo dejó todo por amor. Perdió su posición en la Corte, el respeto de los cortesanos, así como de los que, sin ser nobles, la admiraban. Consiguió el disgusto de sus iguales y el cabreo de la aristocracia de aquella época. Pasó de ser dama de la Reina Isabel de Farnesio a desterrada por sus actos. Su pecado, enamorarse de un hombre de condición inferior a su rango y su nobleza. Hoy estas cosas casi no pasan, todo se ha simplificado mucho. En este caso, el amor no tuvo límites, no permitió que se interpusieran fronteras en la pareja, por lo que estos dos enamorados hicieron lo que se les vino en gana, sufriendo las consecuencias.

La protagonista de esta crónica es Isabel María Pío de Saboya y Spínola. Toma, tenía apellidos de abolengo. Mujer de carácter y con gran personalidad, fue desterrada a Alicante por actuar en contra de las costumbres de su rango. Ahora le cuento los pormenores, su relación con esta ciudad levantina y sus alrededores, que hay mucho que mencionar.

¿Quién era esta mujer de armas tomar? En el momento que nos ocupa, “fue la Condesa viuda de Fuensalida, Grande de España y miembro de una de las más influyentes familias italianas al servicio de la Corona española: los príncipes lombardos de San Gregorio, más conocidos como Príncipes Pío”, en palabras de Rosario Die Maculet, historiadora de investigación de la Universidad de Alicante, en su ensayo Lejos de la Corte. El destierro alicantino de la Princesa Pío en la segunda mitad del siglo XVIII.

Isabel era hija de Francisco Pío de Saboya y Moura, Príncipe Pío y Marqués de Castel Rodrigo; y de Juana Spínola de la Cerda, hija del Marqués de los Balbases y nieta de los Duques de Medinaceli. Francisco Pío fue un notable noble italiano que se puso al servicio de Felipe V en la guerra de sucesión española. Su lealtad, su valor, su arrojo ante las dificultades, fue premiado por el Rey con cargos y distinciones: le nombró Mariscal de Campo (1705), Caballero de la Orden del Toisón de Oro (1708), Grande de España (1720), caballerizo mayor de la Princesa de Asturias Luisa Isabel de Orleans, …

Pero volvamos con Isabel. Casó con Manuel de Velasco López de Ayala, Conde de Fuensalida, el 7 de octubre de 1736. Enviudó diez años después sin hijos y sin fortuna por la mala administración de su dote. Volvió a casar - casi un año después - con Antonio José Valcárcel Pérez-Pastor (21 febrero 1747), Caballero de la Orden de Santiago y primogénito del regidor perpetuo de la villa de Hellín del que heredaría los vínculos y mayorazgos familiares de Hellín y Letur. Con Antonio tuvo diez hijos. Ya sabe, entonces no había televisión, las noches eran largas y la compañía conyugal placentera, por lo que la descendencia era abundante, aunque muchos de aquellos hijos no pasaban de la infancia. Su primogénito, Antonio, fue arqueólogo, numismático, aventurero, … Lo habrá oído nombrar, fue el Conde de Lumiares, con calle en Alicante. Algún día le citaré en una de mis crónicas y le contaré el porqué de su fama.

Desterrada por su matrimonio, declarado desigual y contrario a las costumbres de esa época, llegaron a Alicante con un pequeño número de sirvientes - sumando trece personas - entre los que destacaron Teresa Sanz y los mayordomos Agustín Lasterra y Juan de la Bastida. Adquirieron una casa solariega (1748), que fueron aumentando con inmuebles colindantes, en la calle Postiguet (actual calle Gravina) donde construyeron su palacio, el mismo inmueble que hoy alberga el MUBAG, museo provincial de bellas artes.

Imaginen el revuelo social e institucional cuando llegaron a Alicante. Y un espectáculo al divisar, por el camino de Ocaña hasta llegar a las calles del casco antiguo, la carroza de los nobles, seguida de una larga fila de carretas con sus pertrechos donde traían de todo: muebles, tapices, esculturas, cuadros... Fueron mecenas de artistas que contribuyeron a forrar sus paredes con sus obras. Eran desterrados de la Corte por lo que algunos se cuestionaron atender o no a singular pareja. Pero se desenvolvieron bien, con ganas de agradar a los parroquianos del lugar con fiestas y encuentros, así como con el entusiasmo de emprender comprando propiedades y campos de cultivo para su explotación, generando riqueza y dando empleo a multitud de personas.

Isabel se enamoró de la capital alicantina, de su clima, de su puerto, de sus gentes, de encontrarse con una ciudad pequeña donde podía saciar sus caprichos, y de un entorno rural en la huerta donde compraron una finca que llamaron La Princesa, en la partida del Fabraquer, en Sant Joan d'Alacant, en la que pasaban los veranos y cultivaban la vid. En sus bodegas embotellaron el famoso Fondillón, que se ganó el paladar de reyes y nobles de media Europa. Permita un dato, en 1771 esta finca producía 3.400 “cántaros” de vino.

Isabel no volvió a Madrid, se quedó en Alicante. Incluso después de que el rey Carlos III dejara sin efecto en 1760 el destierro impuesto desde que se casó con su segundo marido. Tampoco cuando falleció su hermano Gilberto Pío de Saboya (1776), convirtiendo a Isabel en la Princesa Pío y Marquesa de Castel Rodrigo.

Con dinero y ganas de hacer cosas, el matrimonio compró la finca de Musey situada donde hoy está el colegio y residencia de los Salesianos en Campello. Teniendo tan cerca el mar, Antonio montó su propio astillero y construyó su flota de embarcaciones de diferentes tamaños, entre ellas una fragata de gran porte, para su disfrute y el de sus amigos, para la protección por mar de sus posesiones y para el tránsito de mercancías entre los que se encontraban los barriles de vino de su propia cosecha.

Mucho queda sin contar sobre singular pareja que sí hace en su ensayo Díe Maculet. Su historia, casi olvidada, nos recuerda que Alicante fue sede de la Princesa Pío donde desarrolló buena parte de su vida a partir de su segundo matrimonio hasta que le llegó el día que marchó a su eterna travesía siguiendo los pasos de su marido que partió antes que ella. El Mercurio de España (edición de abril 1799) recogió la noticia al manifestar que “el 7 de marzo falleció en Alicante, a los 79 años y 3 meses de edad, la Excma. Señora Doña Isabel María Pío de Saboya, Espinola y Lacerda, Marquesa de Castel-Rodrigo y Almonacid, Grande de España de primera clase, dama que fue de la Reina Doña Isabel de Farnesio, y cuya caridad con los pobres la distinguió siempre”. Pues eso.

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