No albergo ni la más mínima duda de la buena fe, y de las buenas intenciones, de la vicepresidenta de la Diputación y diputada de Cultura Julia Parra (Cs) al anunciar a bombo y platillo que Alicante será una de las sedes de la colección Thyssen. Notición del año, o por lo menos de la temporada. Todo esto ocurrió el pasado martes, tras una filtración interesada de la baronesa Tita al ABC. Carlos Mazón, El Arrasador, con cara de póker y poniendo contención a la euforia de Parra que no dio detalles del cómo, del cuándo, del dónde ni del porqué. Luis Barcala del revés: "noticia sensacional"; ¡ay! Todo en aras a su minutazo de gloria, que vaya que sí que lo tuvo, doña Parra, aunque la cosa haya acabado entre un "amargo resbalón", Carlos Arcaya en la SER, o en un perfume de "sofritos requemados", Rafa Burgos y su Faro del Impostor, su espléndida sección en este mismo medio, Alicante Plaza.
Filtración interesada porque según se comenta en medios especializados, la baronesa Thyssen necesita hacer ruido: el próximo 30 de junio, y tras varias prórrogas, tiene que firmar un acuerdo con el Estado para alargar el alquiler de su colección hasta 2035, a razón de 6,5 millones de euros anuales y con la condición sine qua non de que se incluya la joya de la corona: el Mata-Muade Gauguin. Hablamos del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, el de Madrid, fundado en 1992 tras una operación, multimillonaria, de compra por parte del Estado de la colección del barón, el de verdad, y tras una posterior cesión en alquiler de la colección de la baronesa Cervera, la consorte. Que no suene a hetero-patriarcal, por favor, que no va de eso el tema.
Tita Cervera monta en 2011, con respaldo institucional, un museíto en Málaga, volcado fundamentalmente en el costumbrismo del XIX y principios del XX, con muchos autores andaluces, y con algún que otro tesoro como la Santa María de Zurbarán. Poco más. Y poco menos. Lo de Madrid es una pinacoteca de referencia en Europa; lo de Málaga es otra cosa, cosita. Y lo que vendría a Alicante es lo de la cosita. En la cultura del espectáculo casi todo vale. Es decir: si mañana la baronesa Cervera decide ceder su copyright, y su imagen, para montar una cadena de hamburgueserías de alto nivel en la provincia de Alicante se forra. No lo hará: el arte es punto esencial de su pedigrí. A ella lo que le gustaría de verdad es reencarnarse en Peggy Guggenheim.
La Diputación de Alicante ha hecho el primo, a lo grande, que es lo que se estila en la terreta. Puestos a ser catetos que no nos gane nadie. Obvio a la legión de asesores, también de algún que otro técnico… y no quiero ni ponerme en la piel de la nueva directora del Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, Pilar Tébar. Ni en la de Rosa Castells, directora en funciones del Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA). Paso por alto al director del Mubag (Museo de Bellas Artes). Me pongo en la piel de Isabel Tejeda, mi vademecum en estas materias, y ante todo amiga, que me recuerda la visita de Alfred H. Barr, fundador del MOMA de Nueva York, al Museo de Arte Abstracto de Cuenca definiéndolo como "el pequeño museo más bello del mundo". "Lástima que no visitó el MACA, que es el segundo, y más ahora con la donación de Jemkins y Romero": Tejeda dixit. Ahí vamos. Tenemos un pequeño continente cultural, MACA (comparable con el de Cuenca) con una estrategia de mercadotecnia y prensa inexistente, o amateur en el mejor de los casos, y aún así con un número de visitantes casi similar a lo de Tita en Málaga. Eso hay que hacérselo mirar, aunque por fin, tras décadas de atasco, se haya puesto la primera piedra para su ampliación. No sé qué pensará de esto Toni Francés, el portavoz socialista en la Diputación y alcalde de Alcoy, o el intrépido Gerard Fullana, Compromís, el rayo que no cesa en la fiscalización de las cuentas del PP. O Paco Sanguino, estimado, entretenido como está en sacarle sapos al concejal de Cultura, Antonio Manresa, también estimado. En fin.
Doña Parra se va de excursión a Málaga, por una cesión de un cuadro del Mubag, se hace amiganchi de Tita, y acaba por vender un cuento que se transmuta finalmente en humo. La baronesa consorte tiene además dos sedes malagueñas en Andorra y en Sant Feliu de Guixols. El sofrito requemado, si es que queda, para Alicante. Para variar. El edificio de Sanidad en el Puerto se lo va a quedar Memoria Democrática, de la consellera Rosa Pérez, no para una extensión del Consorcio de Museos que dirige José Luis Pérez Pont. Para Alicante, ya lo escribí, un almacén.
El PNV gestó el Guggenheim de Bilbao, inaugurado en 1997, con espectacular diseño de Frank Gehry, con dos objetivos: la reconversión de la zona industrial de la capital vasca, y la promoción, política, de una imagen más amable y cosmopolita de una Euskadi enfangada por el veneno de Eta. Por otros motivos, Joan Lerma, con Carmen Alborch, gestó el IVAM, también para aminorar la imagen horchatera de Valencia, y el asfixiante monopolio esteticista del sorollismo. Luego vino la Ciudad de las Artes y las Ciencias, con Calatrava haciendo de Gehry. El problema es que en Alicante, equiparable a Málaga, no saben, no sabemos, ni qué gestar. Bueno, sí: ocurrencias; salvo el Museo Arqueológico (Marq), el Auditorio Provincial (ADDA), y el Museo de Arte Contemporáneo (a trancas y barrancas).
Concluyo: para gestar, hace falta coraje político, ingenio, y dinero (que luego retornará en marca y en visitantes), y no hay ninguna de las tres variables. Existe una cuarta variable: comprarle la burra al primero que pasa. Y una quinta: hacer un festival de cine, de los de alfombra roja, con dinero público, coincidiendo prácticamente con el de Málaga, y con cero impactos a nivel nacional: de récord Guinness.
CODA: La progresía ilicitana, estimado Miguel Ors Montenegro, lleva semanas en estado de agitación, con una cruzada para que se retire la Cruz de los Caídos del Paseo de Germanías, uno de los emblemas del popular barrio de El Pla (la plaza, no la cruz). Bien. José Luis Lassaletta fue mucho más hábil: reconvirtió en Alicante la Cruz de al lado de la plaza Calvo Sotelo para todos los caídos, no solo los de un bando. Sorpresivamente, parte de esa progresía ilicitana, con el PSOE al frente, no dijo ni mu cuando Mercedes Alonso renombró un trocito de la Avenida de la Libertad al último alcalde franquista (y falangista) Vicente Quiles. No quiero ser aguafiestas, querido Miguel.