Prácticamente desde los albores del turismo moderno, allá por el año 1964, mi vida profesional ha estado y está directamente ligada al turismo. Y a lo largo de este medio siglo he tenido la oportunidad de conocer directamente momentos boyantes del turismo, los menos, y también vivir las largas y profundas crisis por las que ha ido atravesando el turismo alicantino.
Los destinos turísticos, y las empresas del sector, siempre deben estar alerta por la repercusión que sobre el turismo tienen tantas y tantas cosas. Por hacer un somero repaso citar, por ejemplo, en nuestras tierras la pérdida de los llamados invernantes; la desaparición de la FICIA en Elda que puntualmente llenaba hoteles, restaurantes y comercios alicantinos en los meses de marzo y septiembre; y ya afectando no solamente a Alicante sino a toda España: las crisis económicas y del petróleo; las campañas de prensa extranjera orquestadas en contra del turismo en España; las huelgas en el sector, las también puntuales huelgas en etapa estival de los controladores aéreos franceses, o de los españoles, o de los pilotos de Iberia; la ruina que causaba en el turismo el terrorismo y los avisos de bomba –en varias ocasiones tuve que evacuar a los clientes hospedados en el hotel en el que trabajaba–; el descenso del turismo de empresa o de negocios a causa de las nuevas tecnologías; la competencia de nuevos destinos turísticos; sin olvidar la influencia que la meteorología tiene para que una campaña turística sea buena o un completo desastre.
Y ahora, de nuevo, surgen negros nubarrones sobre esta industria que tanto aporta a nuestra economía y al empleo. Las estadísticas oficiales afirman que el turista español ha perdido relevancia en nuestras costas, lo que dispara las alarmas en el sector hotelero al descender de forma alarmante el número de españoles que en ellos se aloja.
A esta situación se ha llegado por una serie de factores, todos ellos negativos para los intereses de los hoteleros alicantinos. Por un lado, citar que todavía hay amplios segmentos de la población que siguen sufriendo las secuelas de la crisis económica iniciada en 2008 que ha obligado a que el porcentaje de españoles que anualmente hacen turismo descienda notablemente. En segundo lugar podemos situar a la precariedad en el empleo –sobre todo en los jóvenes–, con un descenso en la capacidad económica y que obliga a no poder hacer turismo o a reducir sus viajes a unos pocos días. El abaratamiento del transporte aéreo también juega en contra; es sabido que ahora, los españoles pueden disfrutar de un transporte low cost que, por unos pocos euros, les permite viajar a multitud de atractivos destinos turísticos europeos.
Finalmente quiero hacer mención a otro de los problemas que, personalmente, se me antoja muy dañino para los intereses generales y, sobre todo, para el sector hotelero. Me refiero al alquiler de apartamentos clandestinos. No se trata de una situación novedosa que haya surgido de la noche a la mañana. Ya en mi tesina de licenciatura, allá por 1983, comencé a estudiar y a denunciar esta anómala e ilegal situación; recuerdo que en el trabajo de campo que tuve que realizar, al preguntar a los porteros de los edificios de la playa de San Juan de Alicante si alquilaban apartamentos, me mostraban una caja de zapatos llena de llavines que les dejaban los propietarios para que, a cambio de una propina, les alquilasen los apartamentos. Y hoy, a esta ilegalidad se ha sumado las oportunidades que ofrece Internet. O lo que es lo mismo, esta práctica se ha sofisticado. Se siguen poniendo a disposición de los turistas decenas de miles de apartamentos ilegales a través de las facilidades que para ello se tiene con las páginas web que posibilitan que desde el salón de su casa, cualquier persona pueda disponer de una amplia y variada información para alquilar un apartamento ilegal en nuestras costas, en detrimento de los hoteles y de las empresas que legalmente alquilan apartamentos.
Hace unos pocos días la Agencia Valenciana de Turismo ha multado a seis plataformas on line que se dedicaban al alquiler de apartamentos a través de Internet. Me parece una buena noticia. Animo al secretario autonómico de Turismo, Francesc Colomer, a que endurezca la ley y que las sanciones sean más disuasorias y que se aumenten los controles y las inspecciones. De la misma forma, los hoteleros no deben bajar la guardia y han de seguir luchando por sus intereses que son los de todos, no en balde son los que dan empleo, pagan impuestos, se ven sometidos a las legislación y a constantes inspecciones y ofrecen unos servicios de calidad a nuestros turistas. No sucede lo mismo con las viviendas turísticas clandestinas que, junto a Internet, actúan en detrimento de la buena marcha de nuestro turismo. Hay que frenar por todos los medios esta situación. En caso contrario lo lamentaremos ya que el turismo, de forma directa, indirecta o inducida, nos afecta a todos.
Tomás Mazón
Profesor titular de Sociología del Turismo, director de la Cátedra de Estudios Turísticos Pedro Zaragoza de la Universidad de Alicante