La creciente presión sobre lars empresas occidentales para alcanzar la neutralidad climática y cumplir con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 y el Acuerdo de París ha suscitado una intensa discusión en la industria. La rápida reconversión hacia normativas de emisiones cero ha generado críticas significativas, que reflejan preocupaciones sobre la viabilidad económica y social de estos cambios.
Estas críticas subrayan la complejidad de la transición energética, resaltando la necesidad de un enfoque equilibrado que contemple tanto la urgencia de reducir emisiones como la viabilidad económica y social de la reconversión. Los desafíos requieren una planificación cuidadosa y un enfoque estratégico para superarlos.
Recientemente, diferentes sectores han comenzado a modificar sus estrategias, ralentizando los procesos para alcanzar los objetivos de sostenibilidad. Un ejemplo notable es el sector automotriz, pero también empresas energéticas como BP y Shell han confirmado su decisión de abandonar proyectos para reducir la producción de petróleo y gas para 2030, optando en cambio por aumentar la producción.
En el caso de BP, este cambio representa un momento crucial. La compañía ha enfrentado preocupaciones sobre la rentabilidad debido a problemas en la cadena de suministro, incremento de costos y tipos de interés más elevados. En 2020, BP presentó un compromiso audaz de reducir la producción de petróleo y gas en un 40% para 2030, considerado uno de los más ambiciosos en el sector energético. Sin embargo, este objetivo se redujo a un 25% el año pasado y ahora la compañía se está reorientando hacia la producción, considerando inversiones en tres nuevos proyectos en Irak y la revitalización de yacimientos en Kuwait.
Murray Auchincloss, el director ejecutivo de BP, ha detenido las inversiones en nuevos proyectos de energía eólica marina y biocombustibles, reduciendo la cartera de proyectos de hidrógeno con bajas emisiones de carbono de 30 a solo 10. Este enfoque responde a la creciente presión de los inversores por mayores rendimientos y a las dificultades financieras que enfrenta la industria de energías renovables. BP ha fijado un objetivo de ahorro de costos de 2,000 millones de dólares para finales de 2026, lo que refuerza su intención de enfocarse en fuentes de ingresos más seguras y tradicionales.
La llegada de Murray Auchincloss como CEO en enero de 2024 marca un cambio en la dirección de BP. Mientras su predecesor, Bernard Looney, introdujo el objetivo de reducción del 40%, Auchincloss está reorientando a la compañía hacia estrategias que priorizan la rentabilidad a corto plazo. Este enfoque pragmático busca distanciarse de las ambiciones verdes que caracterizaron a la gestión anterior.
Así BP está aumentando sus esfuerzos en proyectos clave en Oriente Medio, incluyendo el desarrollo de los campos Majnoon y Kirkuk en Irak. Estos nuevos contratos ofrecen condiciones más favorables para BP, lo que podría resultar en un impulso significativo para sus operaciones en la región.
A pesar de su giro hacia la producción de combustibles fósiles, BP ha afirmado su compromiso a largo plazo de alcanzar cero emisiones netas para 2050. Un portavoz de la compañía ha declarado: “La dirección es la misma, pero vamos a actuar como una empresa más sencilla, más centrada y de mayor valor”. Sin embargo, el abandono de metas tan ambiciosas para 2030 sugiere un cambio en las prioridades operativas.
Pero BP no está sola en este replanteamiento. Su competidor, Shell, también ha ajustado su estrategia de transición energética, desechando varios proyectos de energías renovables y aumentando su pronóstico de producción de gas natural licuado, así como de petróleo y gas. Esta tendencia refleja una respuesta común entre los gigantes energéticos frente a crisis recientes, incluida la invasión de Ucrania, que ha alterado significativamente el panorama energético global.
Como conclusión podemos decir que la recalibración de estas empresas refleja no solo su lucha interna por equilibrar la rentabilidad a corto plazo con un futuro sostenible, sino también los desafíos que enfrenta la industria energética en un momento de incertidumbre global.
A medida que gigantes como BP y Shell revisan sus estrategias, surge la pregunta de cómo estos cambios afectarán la transición hacia un futuro energético más limpio y si las promesas de sostenibilidad podrán sostenerse ante la presión del mercado.
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