VALLÈNCIA. Después de ganar el Oso de Oro de Berlín por En cuerpo y alma, la veterana cineasta húngara Ildikó Enyedi regresa con una producción mucho más ambiciosa, la adaptación de la novela de su compatriota Milán Füst, La historia de mi mujer (publicada en nuestro país por Galaxia Gutenberg), una obra compleja y profunda sobre el amor, la toxicidad masculina y una reflexión sobre las contradicciones de la vida contada desde el punto de vista de un capitán de barco obsesionado con la infidelidad de su mujer.
Años veinte. Jacob Storr (impresionante Gijs Naber) ha pasado parte de su taciturna existencia en alta mar, encapsulado en un universo alejado de los placeres mundanos y de las relaciones humanas. Algo le inquieta por dentro y por eso decidirá casarse para atar lazos con una tierra firme a la que nunca parece haber pertenecido. Por eso, le pedirá matrimonio a la primera mujer que se cruce por su camino. Ella se llama Lizzy (Léa Seydoux) y es una chica francesa acostumbrada a ser libre y a disfrutar al máximo de su tiempo. A pesar de ser dos caracteres antagónicos, se convertirán en marido y mujer y comenzarán una vida en común, interrumpida constantemente por los viajes de Jacob en su barco. Cada vez que el capitán regrese al hogar, se mostrará incapaz de confiar en Lizzy y se obsesionará con sus supuestos escarceos amorosos.
La directora, que también ejerce de guionista, convierte la voz interna de Jacob Storr de la novela en una historia en siete capítulos en los que asistimos a la evolución de un personaje que va pasando por todo un vendaval de sentimientos contradictorios que lo llevarán de la pasión a los celos, pasando por la vulnerabilidad de su ego masculino y su incapacidad para ver más allá de su propia tortura.
Precisamente esta cuestión se convierte en uno de los elementos más interesantes de la película: nunca sabremos nada de Lizzy que no pase por sus propios ojos, por su perspectiva y su propia interpretación subjetiva. En definitiva, Lizzy se convertirá en un objeto sobre el que descargar sus propias inseguridades. ¿Quién es ella en realidad, qué siente? No lo sabremos jamás, ya que el punto de vista distorsionado de Jacob lo impregnará todo. En ese sentido, resulta prodigioso asistir al recital interpretativo de Léa Seydoux a partir de estos pequeños fragmentos en los que se nos muestra una cara que bascula entre la rebeldía y la vulnerabilidad, pero que, en definitiva, constituye una incógnita. La de una mujer sometida por una sociedad que prefiere no atender a sus verdaderas necesidades y constreñida al constante yugo de la mirada tirana del hombre. Así, la película intenta desmontar los arquetipos castradores heteropatriarcales poniendo de manifiesto que su perspectiva es la única que parece imponerse.
La historia de mi mujer es una película de un clasicismo robusto, tanto que en ocasiones muchas de sus ideas se pierden en la propia rigidez de un relato en el que las pretensiones no siempre se encuentran a la altura de las circunstancias. Enyedi intenta establecer las claves de la evolución de sus personajes a través de esos siete episodios que sirven para establecer pequeños cambios de ritmo que nunca llegan a ser demasiado perceptibles y que en ocasiones pesan como una losa. Siempre es elegante, en ocasiones poética, otras demasiado opaca a la hora de acceder a las verdaderas reflexiones que propone el texto original, que se pierden por el camino. Hay momentos de clarividencia, y otros de aburrimiento, hay sensualidad y hay hielo, esperanza, y fracaso, como ocurre en todo buen relato que intenta explorar las entrañas del ser humano y su relación con el mundo que le rodea.
Se estrena la película por la que Pedro Martín-Calero ganó la Concha de Plata a la mejor dirección en el Festival de San Sebastián, un perturbador thriller de terror escrito junto a Isabel Peña sobre la violencia que atraviesa a las mujeres